¿Qué está pasando con nuestros sacerdotes? se pregunta el periodista y escritor Jean Mercier

15 de diciembre de 2017

"Creo que muchos obispos, aunque conocen el valor de sus sacerdotes, no saben dar voz a la dimensión afectiva de la gratitud..."

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“Porque -digamos la verdad- el santo Pueblo de Dios ¡cansa, cansa!”… fue la confidencia, paternal y un poco cómplice, que el Papa Francisco hizo hace algún tiempo a los seminaristas de Molfetta (pulse aquí para leer dicha alocución).
 
Esa reflexión la corrobora también en su vida el padre Beniamino Bucquoy, protagonista de la novela Il signor párroco ha dato di matto (El señor párroco ha enloquecido/ Editorial San Paolo, 2017), éxito de ventas en Francia y también en Italia con su quinta edición. Su autor no es un sacerdote, aunque sabe de ellos. Como redactor jefe de la revista semanal de noticias religiosas La Vie, Jean Mercier se ha confrontado durante años con numerosos obispos y sacerdotes que hoy se reconocen en la figura de ese buen párroco… al borde de una crisis nerviosa. "He escrito ensayos sobre temas decididamente serios, como el celibato de los sacerdotes, pero esta historia nació para la diversión personal. Empecé así, sólo para reírme un poco. Luego hice que unos amigos lo leyeran y les gustó. Así nació la idea de la novela", explica en diálogo con Famiglia Cristiana.
 

¿Cómo hiciste para aproximar con certeza la vida de nuestros sacerdotes?
¡Es increíble, puesto que estoy casado! Por supuesto que detrás hay muchas conversaciones con sacerdotes, pero también una relación muy fuerte con mi padre espiritual, de quien aprendí tanto. En esta primera novela mía hablo de conflictos en la parroquia -tema que me gusta mucho- pero sobre todo de una crisis de identidad espiritual, de una lucha interior y de discernimiento. Me he preguntado sobre la pertenencia de los cristianos bautizados y especialmente de los sacerdotes, sobre cuyos hombros hay una presión muy fuerte.
 
¿Cuál es la idea?
Creo que el punto más importante de la vocación de un sacerdote es su vida espiritual, porque en eso es lo que nosotros -como fieles bautizados- esperamos que se realicen. Un sacerdote es ante todo un padre espiritual. Estoy convencido de que si un sacerdote tiene hijos espirituales, no puede estar triste ni amargado. Y creo que hay muchos sacerdotes que están demasiado desequilibrados en el hacer y actuar porque no tienen esta paternidad espiritual. Para mí la clave para ser sacerdotes felices y buenos sacerdotes, repito, es ésta: ser un buen padre espiritual.

Hablando a los seminaristas de Molfetta, el Papa Francisco habló del párroco como el "padre de la comunidad".....
Ser padre de una comunidad es propio del párroco, pero hay diferentes tipos de sacerdotes... El párroco me parece es una figura modelo que, al menos en Francia, están agotados. El obispo de una diócesis bastante grande me dijo que sólo tiene unos diez sacerdotes en buena salud: el sistema territorial de las parroquias se está desmoronando, ya no hay suficientes sacerdotes para que funcione ".
 
Su personaje ha sido comparado a menudo con el párroco por excelencia, padre Camillo di Guareschi. Pero es muy diferente: le encanta estudiar, tiene ambiciones universitarias y no desdeña la huida estratégica
Estoy de acuerdo, creo que Don Beniamino es un sacerdote completamente diferente a Don Camillo, pues es un poco esta figura del organizador, del gran animador de la parroquia. Por el contrario, creo que los jóvenes sacerdotes se sienten mucho más atraídos por el acompañamiento espiritual para apoyar la conversión de las almas.

Una dimensión más monástica que social. De hecho padre Beniamino no sufre de depresión, sino de dispersión. Y supera la crisis interna gracias a una celda.....
Hoy en día las personas están perdidas, necesitan figuras para lidiar con sus problemas espirituales. Puedes hacerlo ante todo con la confesión, porque es allí donde vivimos la conversión permanente, lo que la tradición benedictina llama conversio mori. Necesitamos testigos, un padre o madre espiritual, y en este momento de verdad con Dios que contiene el sacramento del perdón. Veo que los jóvenes de 15 años en Francia están más cerca de los ancianos. Y creo que en el futuro todo cambiará en nuestro país, y entonces la figura del sacerdote debe acercarse más a la de la tradición ortodoxa: acompañar la vida espiritual de los fieles, en lugar de ser la figura patriarcal que guía a la comunidad.

Padre Beniamino tiene 50 años, Jean Mercier 53 años. ¿También pasó por una crisis interior similar?
Hay mucho de mí en él...... no es fácil para este sacerdote encontrar su propia posición, y tampoco fue fácil para mí. En el primer esbozo de la historia Don Beniamino era un sacerdote mucho más joven y tradicionalista, y los conflictos en la parroquia estaban muy ligados a la liturgia. Entonces me enfermé gravemente y cuando retomé el texto más tarde, cambié algunas cosas. Ahora Don Beniamino se enfrenta a la crisis de mediana edad.... se ha convertido en una figura menos ideológica y más verdadera.

Esta novela subraya el valor de la gratitud.... es algo que todo el mundo quiere, tal vez sin saberlo. Y su curación comienza cuando es reconocido.....
 Es una dimensión fundamental, tanto en nuestra vida personal como en nuestro trabajo. Creo que muchos obispos, aunque conocen el valor de sus sacerdotes, no saben dar voz a la dimensión afectiva de la gratitud... quizás para evitar crear expectativas, porque quieren que los sacerdotes capaces no pidan promociones y permanezcan donde están. El párroco también puede tener dificultades para expresar gratitud a los laicos de su parroquia. Es un tema muy importante: la Iglesia es una gran historia de amistad, y es esta amistad la que debemos darnos mutuamente.
 
En la novela aparecen dos modelos de Iglesia. Primero aparece una Iglesia "central", que atrae a la gente a sí misma, pero al final también hay una Iglesia "hospital de campo". Un poco Benedicto XVI, un poco Papa Francisco...
Es un análisis muy bonito. Creo que la Iglesia debe tener ambas dimensiones: atraer a sí misma la necesidad espiritual, además de recorrer las calles del mundo sin miedo a ensuciarse. En Francia la Iglesia es lo suficientemente fuerte en algunos lugares -sobre todo en la burguesía-, pero es difícil salir de estas zonas de confort donde todos estamos juntos y tenemos los mismos códigos de conducta. Y en vez de eso debemos salir de los muros de la comodidad.

 

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