Sin padre, sin trabajo

21 de abril de 2018

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Existe una estrecha correlación entre el modelo de familia que la Iglesia define y el óptimo social e individual. Esta es una evidencia científica excesivamente ignorada por una sociedad española y por un gobierno y unos partidos políticos dominados por ese gran error que es la perspectiva de género.
 
Continuamente surgen estudios que avalan y enriquecen dicha conclusión: el modelo de familia que postula la Iglesia proporciona ventajas insustituibles a la sociedad. Un último trabajo de Raj Chetty, et. Al.  lo constata una vez más. Chetty es un economista de Harvard, nacido en Nueva Deli y nacionalizado en Estados Unidos, especialista en economía pública. Su nuevo trabajo publicado en enero del 2016, Childhood  Environment  and Gender Gaps in Adulthood, relaciona los ingresos de los padres y su estatus matrimonial, con la situación laboral de sus hijos a los 30 años, y en relación a unos 10 millones de personas.
 
Los resultados del estudio pueden resumirse así: sin padre, sin trabajo. Se observa una diferencia negativa en el empleo masculino en las familias monoparentales, que empeora en la medida que los ingresos son menores.
 
Subrayo dos conclusiones. Los que fueron niños -ahora adultos de 30 años- que vivieron en familias completas, padre y madre, poseen una tasa de ocupación muy superior a los que lo hicieron en hogares monoparentales, y ello sucede en todos los niveles de ingresos, también los situados en máximos, esto es el 20% superior del último quintil.  Mientras que los hijos de padres “singles” presentan una ocupación en torno al 80%, los hogares con padre y madre bordean el 90%. Esta ventaja todavía es más fuerte en los hogares con ingresos inferiores. Ni siquiera cuando los ingresos no constituyen una dificultad para los estudios y el enfoque profesional del hijo los resultados son inferiores en relación a la familia completa.
 
Pero aún hay más, y es la segunda conclusión que constituye una novedad.  Entre las familias monoparentales, las de menores ingresos, el 20 por ciento correspondiente al primer quintil, y parte del segundo, los hombres tienen menores niveles de ocupación que las mujeres. La existencia de familias monoparentales castiga sobre todo a ellos.
 
Los autores del estudio plantean que la comprensión de las diferencias entre hombres y mujeres mejoraría si los análisis partieran de la infancia. También apuntan que aquellas diferencias aumentan la segregación y la desigualdad, y pueden explicar porque está decayendo la tasa de empleo masculino en Estados Unidos.
 
Debería darse un esfuerzo académico, social y mediático, muy superior para explicar mejor, datos en mano, las ventajas del modelo completo de familia, tanto en relación a sus miembros como para la sociedad, por mucho que les pese a quienes postulan que todos los modelos familiares son iguales. Lo son en cuanto a la libertad o necesidad de elegir o asumir uno de ellos, eso es evidente, pero no existe tal igualdad por lo que se refiere a los resultados. Esto significa que, en un estado del bienestar como el nuestro, toda persona, toda familia, que se encuentre en riesgo de pobreza debe ser ayudada. Pero al mismo tiempo también demanda no confundir esta política de asistencia social con otra de fomento, dirigida a incentivar con carácter universal, y no solo por razones de carencia, a todas las familias completas, porque estas son las que aportan los resultados que las personas y la sociedad necesita para su progreso y bienestar.


Fuente: Forum Libertas

 

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