"Jesús me sanó del cáncer que tenía alojado en la cabeza"

26 de mayo de 2018

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Hace un año más o menos, comenzamos en mi parroquia, la etapa más fuerte del ministerio de sanación y liberación que cada día mueve a más personas a confiar en el poder de Dios y en la fuerza de la oración hecha con fe y en comunidad.
 
 Siempre hemos tenido las puertas abiertas para todos los que quieran acercarse para descubrir a Dios,  para disfrutar de su presencia y para colaborar en su Reino.
 
 En estos ocho años que llevo en medio de esa comunidad, he experimentado cambios importantes en mi ministerio sacerdotal y cambios vertiginosos en el rostro de la Parroquia. Creo que es el mismo Señor quien ha ido formándonos para las necesidades de “su pueblo”.
 
Hace unos años atrás, oí hablar de unas Eucaristías “de San Charbel”, que se hacían en el Templo Votivo de Maipú (Santiago- capital), en donde participaban muchos enfermos que iban buscando la salud. Me decidí a replicar la experiencia en mi comunidad. Desde el primer momento hubo interés de parte de los fieles y pronto el número comenzó a multiplicarse. El tercer sábado de cada mes, los enfermos llegan para pedirle a Dios, que los sane de sus diversos males.
 
 Esto fue sólo el comienzo. Porque luego, una vorágine de acontecimientos, han ido transformando la Parroquia en un verdadero espacio de sanación y evangelización que jamás pensé concretar.
 
Un curso con el padre Pietro Magliozzi (Camiliano enérgico para invocar la gracia de Dios que sana), la experiencia con grupos carismáticos, experiencias carismáticas con jóvenes en Estados Unidos (Misioneros de Jesús), el reciente curso de Exorcismo y Oración de Liberación en Roma, la lectura de grandes maestros como el padre Gabriele Amorth, Emiliano Tardif, Ghislain Roy y Carlos Aldunate, entre otras; pero en particular la demanda de Cristo en el dolor -espiritual, moral, físico, psicológico- de muchas personas concretas, me hicieron comprender la importancia y urgencia de fortalecer en mi Parroquia el ministerio de la sanación y la liberación.
 
Jesús mismo había irrumpido en nuestra parroquia (ubicada en un sector popular de Punta Arenas y con personas de mucho esfuerzo y profunda fe), para hacer el verdadero trabajo que, hacía tiempo, Él mismo quería realizar. Sólo necesitaba un poco de terreno humano para comenzar.
 
Hubo un momento en que tomé conciencia que cada vez llegaban más personas enfermas de distintos males. Admito que al principio sólo me atrevía a entregarles algunos consejos, especialmente en las misas de San Charbel; pero luego, ya animado por el mismo Espíritu y alentado por nuestro Obispo, comenzamos una tarea de formación y sanación promoviendo, entre otras acciones, una comunidad de pastoral de la consolación llamada: “San Miguel Arcángel”.
 
Desde estos pasos de fe, centrados en Cristo, beneficiados por los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, invocando al Espíritu Santo en la Adoración Eucarística, con silencio, cantos a todo pulmón, rosario, oraciones que recomienda la liturgia y aquellas que el Espíritu Santo anima… ¡Dios escucha nuestra súplica!

Los siguientes son algunos testimonios espontáneos de esa experiencia que algunos fieles han manifestado en comunidad o me han confiado de forma privada. Todos dan gloria a Dios. Puesto que no alcancé a pedir su autorización, he cambiado los nombres de los fieles. Yo soy testigo de la verdad que comparten….
 
 Gabriela: “Llegué a esta parroquia, con un cáncer que me tenía viviendo asustada y pensando constantemente en mi muerte. Durante las misas aprendí a depositar toda mi confianza en Dios. Hace poco  me hice nuevos exámenes y cuál no sería mi sorpresa  cuando me dicen que el tumor desapareció. Yo dije inmediatamente: ¡Jesús me sanó del cáncer que tenía alojado en mi cabeza!”
 
Olga: “Yo llegué acá con una tremenda depresión. Tenía que tomar medicamentos fuertes. Lo único que hacía era llorar. Y Jesús me sanó completamente.”
 
Sebastián: “Tuve un accidente gravísimo en un cruce fuera de la ciudad. Mi compañero falleció. Yo recibí algunas veces la Unción de los Enfermos y mi recuperación fue total. Hoy en día, participo de las misas dominicales de la parroquia, porque Jesús no sólo me sanó, sino que también aumentó mi fe.”
 
Diego: “Yo tenía varios males, de distinta índole. Me acerqué hace unos meses a la parroquia, motivado por mi hermana. En pocas semanas, no sólo el aspecto de mi rostro había cambiado, sino que también cambiaron mis objetivos y puedo decir ahora que enfrento la vida con una fuerza renovada.”
 
 El Señor Jesús no sólo resucitó de entre los muertos, sino que hoy sigue cumpliendo su promesa de ‘estar entre nosotros’, sanando y liberándonos de todos los males. ¡Gracias Jesús por lo que haces! ¡Honor y Gloria a ti, Dios de Amor y Misericordia!
 
 
 

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