Para acabar con la Iglesia no necesitamos ayuda

04 de junio de 2018

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Amigos me llaman esta mañana preocupados por la deriva de la política española ahora que estamos viviendo un cambio en la presidencia del gobierno que supone un evidente giro hacia la izquierda (y eso que ya lo de derecha e izquierda parece superado por otras cuestiones).  

Me dicen que nos pueden pasar cosas. El problema es que no sé si buenas o malas.

Tenemos sin problemas aborto, eutanasia, ideología de género. La economía que parece lo único que va medio decentemente, no consigue que sus frutos lleguen a los más débiles. No voy a seguir. Todos saben cómo están las cosas.

¿Y qué va a pasar con la Iglesia? Supongo que pocas cosas. Hace tiempo que las ofensas a los católicos están saliendo gratis y la desaparición de lo religioso de la vida pública va siendo un hecho. Podrían plantear tal vez quitar la crucecita de la declaración del IRPF, suprimir la enseñanza concertada. A lo menor nos hacían un favor. ¿Un favor? Sí, un favor.

Comenzamos por la crucecita del IRPF. Madrid es la diócesis que menos dependencia tiene de ella. Nos autofinanciamos en casi un 90%. Más lo sufrirían otras diócesis, muy especialmente las catalanas. Oigan, habida cuenta cómo están allí las cosas, lo mismo nos hacían un favor.

Si hablamos de enseñanza católica, buena parte de ella concertada, uno se pregunta para qué la queremos, porque los datos estadísticos hablan de que la enseñanza católica, en su gran mayoría concertada, atiende un total de más de un millón doscientos mil alumnos. A su vez, sabemos que la mitad de los jóvenes españoles no son creyentes.

No se trata solo de enseñanza. Según datos de la campaña “Por tantos” más de cuatro millones de personas han sido atendidas en centros de la Iglesia católica. Cáritas afirma que más de tres millones y medio de personas han pasado por sus servicios.

A lo que voy. Un millón doscientos mil alumnos. Tres millones y medio atendidos en Cáritas. Un 60 % de niños bautizados. Otros tantos que hacen su primera comunión con no menos de dos años de catequesis.

El fruto de nuestros desvelos, de nuestra buena voluntad, de nuestras tareas y actividades, es el de una España en la que más del 50 % de los jóvenes no son creyentes, y donde apenas un 70 % de la población española se considera católica, y bajando, cuando hace cuarenta años ese porcentaje pasaba del 90 %.

¿Y todavía nos preocupa lo que nos puedan hacer? Si fueran listos, dejarnos como estamos. Nos hemos acostumbrado a la tibieza, a comer cada día, a una pastoral sin ilusiones, a un hacer sin complicarnos la vida, a buscar la comodidad y huir de cualquier enfrentamiento. Lo mismo si nos persiguieran de verdad reaccionábamos. Hasta ahora simplemente nos vamos acomodando.

Si los agnósticos y los laicistas fueran listos, dejarían las cosas como están: crucecita para que no nos falte el rancho, subvenciones a colegios que tienen buen nivel, salen baratos al estado e ideológicamente acatan todo, dejarnos con nuestras procesiones folklóricas que atraen turistas, aprovecharse de una Cáritas que tapa las vergüenzas de unos gobiernos que hablan de pobres mientras pasan de ellos, y palmadita en la espalda agradeciéndonos el diálogo y la tolerancia, es decir, que vivamos en permanente exposición de la retaguardia so capa de necesidad de entendernos.

¿Y todavía tenemos miedo de lo que nos puedan hacer? Tranquilos. Para cargarnos la Iglesia no nos hace falta nadie. Nos bastamos y sobramos.  


 

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