América en Misión. Evangelio es Alegría

30 de julio de 2018

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Bajo ese lema “América en Misión. El Evangelio es Alegría” se ha celebrado en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) del 10 al 14 de julio de 2018 el 5° Congreso Americano Misionero que congregó a 3.177 participantes venidos de 25 países americanos y recibidos por voluntarios y por muchas familias cruceñas hospitalarias. Participaron más de 400 sacerdotes y unos 100 obispos, incluyendo dos cardenales: Toribio Ticona de Bolivia y Fernando Filoni, delegado especial del Papa Francisco. Enmarcadas en las solemnes misas de apertura y de clausura y en las misas diarias, se tuvieron por la mañana conferencias principales, mientras que por la tarde se organizaron 12 talleres, 4 debates y 5 grupos de debate sobre temas específicos.
 
La misa de clausura se tuvo bajo la majestuosa imagen de Cristo Redentor. Fue presidida por Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz, y concelebrada por muchos obispos y sacerdotes venidos de todos los países americanos junto con una gran muchedumbre de fieles. El P. Pepe Cervantes, coordinador de la comisión teológica, después de agradecer a quienes colaboraron en la organización y celebración del evento, resumió en once temas las propuestas de renovación pastoral misionera de la Iglesia en América:
 
1. Educar en la alegría del resucitado y de las bienaventuranzas. Hay que potenciar al máximo entre los servidores de la palabra de Dios, el conocimiento y la profundización en el misterio central de la fe cristiana, que es el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús y compartir sistemáticamente la alegría del mensaje de las bienaventuranzas con los valores del Reino de Dios y su justicia, fomentando la opción preferencial por los pobres y la creación de espacios de atención a los que sufren y a los excluidos.
 
2. Salir a las periferias del mundo para ir al encuentro de los “otros”. Las comunidades cristianas deben salir a las periferias del dolor, de la marginación y de la pobreza, fomentando espacios de diálogo y de alegría. Hay que crear medios, métodos e instrumentos para ir a los alejados de la fe y transmitirles la alegría del evangelio con un corazón abierto a la universalidad. Es preciso avivar la alegría del evangelio en la diversidad cultural de nuestros pueblos con una atención particular al mundo indígena, a los inmigrantes y a las víctimas de la violencia y de la droga. Hay que llevar los valores del evangelio a los ambientes generadores de cultura en las universidades e instituciones educativas, así como en los medios de comunicación y en las redes sociales.
 
3. Fomentar el conocimiento de la Biblia. Es preciso promover el conocimiento de la Biblia, especialmente de los evangelios, para la renovación cultural y el encuentro entre culturas y pueblos y entre las diversas religiones. Hay que construir espacios abiertos en las universidades y también en las escuelas interparroquiales misioneras.
 
4. Promover las comunidades misioneras. Es necesario apoyar al máximo las comunidades misioneras, las comunidades eclesiales de base y los movimientos eclesiales, como forma concreta de la Iglesia inmersa en el mundo y en las realidades humanas, sociales y políticas. Se recomienda utilizar el método de la revisión de vida con sus tres pasos fundamentales: ver, juzgar y actuar, como instrumento de análisis y de transformación personal, eclesial y social con la fuerza del Espíritu.
 
5. Promover la comunión de bienes con los pobres. Se deben crear y desarrollar instituciones de caridad (Cáritas) en todas las comunidades cristianas parroquiales y no parroquiales para practicar la solidaridad y las obras de misericordia de manera organizada y estructurada ante las necesidades materiales y sociales de nuestra población, especialmente entre los más pobres y necesitados. El ideal es formar la comunidad de bienes (“koinonía”), compartiendo los bienes espirituales y materiales con las personas necesitadas.
 
6. Promover la reconciliación en todos los ámbitos de la vida. Es necesario fomentar la práctica del sacramento del perdón y de la misericordia de Dios, promoviendo la reconciliación en las comunidades y parroquias. Tenemos que educarnos en la reflexión, la escucha, la valoración mutua, el respeto, la comunicación y el encuentro, el amor, el perdón, el olvido, la alegría sana, la felicidad compartida, la serenidad, la lucidez, la armonía. Asimismo hay que mantener el diálogo interreligioso, orientado a la reconciliación. La Iglesia debe colaborar para que los actores sociales y políticos participen activamente en los procesos de reconciliación. Sobre todo se debe potenciar la opción preferencial por los pobres como vía de reconciliación entre los hombres y grupos sociales. También es importante la reconciliación ecológica en favor de la creación de Dios, cuidando con responsabilidad nuestra casa común, la “hermana, madre tierra”.
 
7. Concientizar sobre la misión profética y liberadora. Se debe despertar y alimentar la conciencia de la vocación misionera de toda la Iglesia y de sus miembros en el servicio al mundo entero. Para ello las conferencias episcopales deben elaborar un proyecto misionero para impregnar los planes pastorales y renovar las estructuras de evangelización. Se debe acudir a los ámbitos donde aún no se conoce a Cristo o no se viven los valores del evangelio, particularmente en las comunidades indígenas y también en las personas dedicadas a la gestión económica, empresarial, social y política. Debemos ir a las periferias existenciales al encuentro de los alejados. Se propone la creación de un “observatorio eclesial americano de los derechos humanos” que estudie y comunique informes con estilo profético sobre situaciones de marginación, opresión, injusticia, corrupción y extorsión de los derechos humanos, sociales, políticos y económicos.
 
8. Evangelizar la familia, clave de la transformación social y cultural. Hay que dar mucha mayor atención pastoral a la familia y a sus problemas. Tomando como modelo la familia de Nazaret, las familias cristianas deben ser comunidades de vida y de amor. Para ello se debe formar a los jóvenes para que experimenten la vivencia madura del amor como entrega total a las personas necesitadas. Especialmente en las parroquias hay que atender a los que se preparan al matrimonio. Enseñar el respeto a la dignidad de la persona en el marco familiar, evitando los maltratos particularmente a las mujeres y a los niños. Desde las familias y desde las parroquias hay que educar a los jóvenes sobre el sentido y el valor de la sexualidad y de la vida como un don de Dios desde el primer momento de la concepción hasta la muerte natural.
 
9. Potenciar una Iglesia misionera más ministerial y laical. Se deben romper los moldes de una Iglesia demasiado clerical y abrir caminos firmes y decididos hacia la participación de las mujeres que asuman su responsabilidad testimonial y misionera, orientada al servicio de las personas pobres, enfermas o necesitadas. En esta línea nace la propuesta de un nuevo ministerio laical femenino reconociendo el extraordinario servicio a la evangelización que realiza la mujer en la familia, en la sociedad y en la Iglesia.
 
10. Promover y cuidar las vocaciones sacerdotales y religiosas. Se hace necesario y urgente  promover y cuidar las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa como formas de vida netamente evangelizadora y profética. Para ello hay mejorar la formación en los seminarios y en las casas religiosas para vivir plenamente la radicalidad del envío de Jesucristo muerto y resucitado con entusiasmo, transmitiendo la inmensa alegría de la venida del Espíritu de las bienaventuranzas
 
11. Celebrar la fe y la religiosidad popular en clave misionera. Es preciso mejorar las celebraciones de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, cumbre y fuente de nuestra vocación cristiana. Hay que preparar con esmero la acogida cordial y potenciar los gestos y signos, cuidando el lenguaje, la homilía, los cantos, la música, las moniciones. De esa manera se conectará mejor con la sensibilidad, las preocupaciones y las inquietudes del hombre de hoy. Especialmente hay que renovar los sacramentos del perdón y de la reconciliación, el bautismo, el matrimonio y la unción de los enfermos, así como los demás sacramentos, sin descuidar la gran importancia de los funerales. Asimismo es preciso depurar y orientar según el evangelio, la rica religiosidad popular y la devoción a la Virgen María.
 
El Congreso ha sido una demostración de entusiasmo, servicio, dedicación y alegría. El Arzobispo de Santa Cruz felicitó a todas las personas y organizaciones por el excelente trabajo a pesar de las dificultades y problemas que atraviesa la Iglesia en América. Ha sido un momento de gracia. Se ha reavivado el Espíritu misionero de la comunidad católica para que esté presente en todo el mundo con el poder transformador. La alegría del Evangelio nos impulsa a trabajar, abriendo caminos de comunión y de reconciliación en el ámbito social y político, interreligioso y eclesial. El próximo CAM se tendrá en Puerto Rico en el año 2023.

 

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