Sacramentos para todos…

05 de diciembre de 2013

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Dijo Mons. Bruno Forte: “La teología es la humilde sabiduría del amor”, porque la teología es palabra sobre Dios, que es Amor. La teología habla de Dios y de la relación-comunión entre Dios y el hombre. Los sacramentos son justamente acontecimientos de encuentro salvífico y relación de amor entre Dios y el hombre; realidades donde la salvación de Dios se comunica realmente al hombre que se abre a ella y la acoge.
 
Los sacramentos oficiales de la Iglesia son siete; siete misterios de amor y de salvación para la humanidad. Realidades y acontecimientos privilegiados del encuentro salvífico con Cristo resucitado presente y actuante. Pero, de hecho, algunos de ellos – los más necesarios para la vida cristiana, como la Eucaristía y la Reconciliación – los reciben sólo unos pocos hijos de la Iglesia (¿un 3 % de los bautizados?); y no los reciben los hijos de Dios que no van a la iglesia ni los no bautizados. Pero quien, teniéndolos a su alcance, los ignora y menosprecia, arriesga su salvación eterna.
 
La Iglesia, a través de los sacramentos, ofrece al hombre, a la humanidad los máximos medios de salvación, especialmente en la Eucaristía y en la Palabra de Dios, como Jesús mismo afirma: “Quien come mi carne… (comulga), tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6, 54); “Quien escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna, y ya no habrá juicio para él, porque ha pasado de la muerte a la vida” (Jn 5, 24).”
 
Sin embargo Dios “quiere que todos los hombres se salven” (1Tim 2, 4), porque todos son hijos suyos. Y por su ternura y misericordia ha querido llevar la salvación de Cristo a muchos también a través de otras obras, gestos, actitudes, medios asequibles a todos los hijos de Dios.
 
El amor y la misericordia infinita de Dios han puesto al alcance de todos los hombres “otros sacramentos de salvación”, otras economías salvíficas. La Iglesia tiene lo máximo para la salvación, pero no tiene la exclusiva de la salvación, que sólo compete a Cristo crucificado y resucitado.
 
Esos “otros sacramentos”, que tienen origen en los Evangelios, en las palabras y hechos de Jesús, no son simples sacramentales instituidos por la Iglesia. San Agustín ya se refirió a esos “otros sacramentos”, para él bastante más numerosos que los aquí referidos.
 
La PALABRA de Dios, a la que el mismo Jesús atribuye la eficacia salvadora. De hecho lo afirma al señalar: "Quien escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna". (Jn 5, 24). (…).
 
La AYUDA al necesitado, que es "el sacramento del hermano", “comunión con Cristo en el necesitado”. Jesús atribuye a las obras de caridad una excepcional eficacia salvífica, tanto que parecería que sólo sobre ella nos examinará al final de nuestra vida terrena (…)
 
El PERDÓN de las ofensas: "Si ustedes perdonan las ofensas de sus hermanos, también el Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si no perdonan, tampoco serán perdonados" (Mt 6:14-15) (…)
 
La CONVERSIÓN del corazón, que se verifica en quienes, junto con acceder a la confesión sacramental, suplican de corazón a Dios perdón, (acto de contrición) ofrecen el perdón al prójimo, reparan el mal con el bien, y cambian de vida. "Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva" (Ez 33, 11).
 
El SUFRIMIENTO. La cruz de Cristo fue sacramento de salvación; y la cruz del cristiano, unida a la de Cristo, es también acontecimiento de salvación: "Felices los que sufren, los que lloran, los pacientes, los perseguidos, los calumniados, porque su recompensa será grande en el cielo" (Mt 5, 1-12) (…)
 
La ORACIÓN, como “encuentro de amor con Quien nos ama más que nadie” (…)
 
El BAUTISMO de deseo y de sangre, en el cual actúa el mismo Espíritu Santo que actúa en el bautismo de agua. Estas formas de bautismo llevan la salvación a una multitud de hijos de Dios, especialmente de inocentes martirizados por los nuevos Herodes.
         
La COMUNIÓN DE DESEO, por la que se comulga al mismo Cristo, cuando la comunión sacramental no es posible. (…)
 
La promoción de los VALORES DEL REINO, que son objetivos de la encarnación, nacimiento, predicación, pasión, muerte y resurrección de Cristo (…)
 
Las ocho BIENAVENTURANZAS son como otros tantos sacramentos que garantizan la salvación a quienes las viven de verdad, tanto dentro como fuera de la Iglesia católica (…)
 
Estos “otros sacramentos” los puede “administrar”, “recibir” y vivir cualquier hijo de Dios, de cualquier raza, religión o clase social, de buena voluntad; “sacramentos” que se pueden y deben promover a través de la pastoral y de la catequesis, y darlos a conocer en especial mediante la comunicación social a la multitud de los bautizados, que viven alejados de los sacramentos oficiales, pero que siguen estado al centro de la compasión de Cristo Resucitado, y que “andan como ovejas sin pastor”, pues a buena parte del clero y de los cristianos no les interesa la evangelización y salvación de los alejados, ni de los no creyentes, sino que se contentan con la cómoda “pastoral de la espera” dentro de los templos o de salones parroquiales.
 
Muchos bautizados han sido “sacramentalizados”, pero no evangelizados ni son evangelizadores, olvidándose de ser “discípulos misioneros”, ignorando la apremiante consigna de Cristo: “Vayan y evangelicen a todos los pueblos” (Mt 28, 19).
 
Quienes conozcan, comprendan y vivan esos “otros sacramentos”, también pueden llegar a desear los sacramentos oficiales administrados en la Iglesia, si llegan a conocerlos y se los pone a su alcance.

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