Los espejismos idealizantes

02 de septiembre de 2019

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Un espejismo idealizante es aquel que observa una realidad y la describe solo desde los aspectos positivos, reales o imaginarios, mientras deja de lado lo oscuro, negativo o problemático.
 
Ocurre, por ejemplo, en el famoso mito del buen salvaje. O cuando líderes políticos exaltan una raza (aria, nórdica, … ) como superior. O cuando intelectuales presentan una clase social (la proletaria, por ejemplo) como buena y con "derecho" a aplastar a las demás clases.
 
Surgen así análisis distorsionados, espejismos idealizantes. Normalmente se construyen desde la exaltación de una época, una clase, una raza, una ideología, un territorio. Suelen ir acompañados por la crítica, incluso por el desprecio, hacia otras realidades.
 
Los espejismos idealizantes, al ignorar unas cosas, al inventar otras, al despreciar lo diferente y exaltar lo considerado bueno, incurren en graves males: el alejamiento de la verdad, la imposibilidad de reconocer los propios errores de perspectiva.
 
Por eso, cuando se leen ciertos análisis sobre tribus "incontaminadas", sobre lugares paradisíacos donde la gente vive en perfecta armonía con la naturaleza, sobre las bondades de los autóctonos frente a las maldades de los inmigrantes que destruyen automáticamente todo lo que pisan, vale la pena abrir los ojos y reconocer que estamos ante un espejismo idealizante.
 
Podemos conocer la realidad de cualquier realidad humana, sea que se encuentre en la lejana Siberia, en la inmensa Amazonia, entre los rascacielos de Estados Unidos o en las montañas de Suiza, solo cuando tengamos los ojos abiertos a los hechos y la mente limpia de prejuicios (condenatorios o laudatorios).
 
Con un poco de sentido común, y con una mirada auténtica y sincera, seremos capaces de descubrir que entre los corredores de bolsa de una moderna ciudad occidental hay gestos humanos sumamente bellos o bellaquerías que nos llenan de vergüenza.
 
Como también ocurre que en una tribu aislada en una isla del Pacífico o en la selva ecuatorial conviven gestos maravillosos de amor y, por desgracia, comportamientos llenos de odio y de desprecio hacia otras tribus o hacia personas concretas (del mismo grupo o de otros grupos).
 
Dejar a un lado espejismos idealizantes nos permite algo sumamente necesario en un mundo lleno de análisis engañosos: tener las disposiciones necesarias para reconocer, en cualquier grupo humano del pasado o del presente, aquello que lo caracteriza, sea en sus defectos y vicios, sea en sus cualidades y virtudes.

 

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