Encarnación profunda - Otro significado de la Navidad

16 de diciembre de 2019

Compartir en:



Hace algunos años, en una conferencia religiosa, un hombre se acercó al micrófono y, después de disculparse por lo que el sentía que sería una interrogante inapropiada, hizo esta pregunta: "Amo a mi perro. Cuando muera, ¿irá al cielo? ¿Tienen los animales vida eterna?"
 
La respuesta a esto sería una sorpresa para muchos de nosotros, pero, visto a través de los ojos de la fe cristiana, sí, su perro puede ir al cielo. Es uno de los significados de la Navidad. Dios vino al mundo para salvar al mundo, no sólo a las personas que viven en él. La encarnación tiene sentido para la humanidad, pero también para el cosmos mismo. No sabemos exactamente lo que eso significa, y nuestra imaginación no está a la altura de la tarea de imaginarlo, pero, debido a la encarnación, los perros también pueden ir al cielo. ¿Esto es una fantasía? No, es la enseñanza de las Escrituras.
 
En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús y vemos en su nacimiento el comienzo del misterio de la encarnación que se desarrolla en la historia, el misterio de que Dios se hace hombre en carne física para salvar al mundo. Sin embargo, con frecuencia tenemos que luchar para entender lo que significa que Cristo está salvando al mundo. La mayoría de nosotros lo tomamos como que Cristo vino al mundo para salvar a la gente, aquellos de nosotros con conciencia de sí mismos y almas eternas.
 
Eso es verdad, pero nuestra fe también nos pide que creamos que la actividad salvadora de Dios en el Cristo se extiende a más que sólo los seres humanos y más que a los animales y otros seres vivos. La actividad salvadora de Dios en Cristo es tan profunda que salva a la creación misma - los océanos, las montañas, el suelo que cultiva nuestros alimentos, las arenas del desierto y la tierra misma. Cristo vino para salvar todas esas cosas también, no sólo a nosotros, la gente.
 
¿Dónde, usted podría preguntarse, la escritura enseña esto? Lo enseña casi en todas partes de manera implícita, aunque lo hace de manera bastante explícita en varios lugares diferentes. Por ejemplo, en la Epístola a los Romanos (8, 19-22) San Pablo escribe: “Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto."

Esto nos puede sorprender ya que, hasta hace poco, nuestra predicación y catequesis no lo explicaba a menudo. Sin embargo, lo que San Pablo está diciendo aquí es que la creación física misma, el mundo cósmico, al final de los tiempos, será transformado de alguna manera gloriosa y entrará en el cielo, tal como lo hacen los seres humanos. También está diciendo que, al igual que nosotros, también siente de alguna manera su mortalidad y gime para ser liberado de sus límites actuales.
 
Tenemos que hacernos esta pregunta: ¿Qué creemos que sucederá con la creación física al final de los tiempos? ¿Será destruido, quemado, aniquilado? ¿O simplemente será abandonada y dejada vacía y desierta como un escenario después de que una obra de teatro haya terminado, mientras que nosotros seguimos viviendo en otro lugar? La Escritura nos informa de lo contrario, es decir, nos dice que la creación física misma, nuestro planeta tierra, también será transformado ("liberada de la servidumbre de la corrupción") y entrará en el cielo con nosotros. ¿Cómo va a suceder esto? No podemos imaginarlo, como tampoco podemos imaginar nuestro propio estado transformado. Pero la Escritura nos asegura que esto sucederá porque, como nosotros, nuestro mundo, la creación física, también está destinado a morir, y, como nosotros, intuye su mortalidad y gime bajo esa sentencia, deseando ser liberado de sus limitaciones y volverse inmortal.
 
La ciencia está de acuerdo. Nos dice que la creación física es mortal, que el sol se está quemando, que la energía está disminuyendo muy lentamente y que la tierra tal como la conocemos morirá algún día. La tierra es tan mortal como nosotros y, por lo tanto, para tener un futuro necesita ser salvada por Algo o Alguien de fuera de sí misma. Ese Algo y Alguien se revelan en el misterio de la encarnación dentro de la cual Dios toma carne física en Cristo para salvar al mundo - y lo que vino a salvar no fuimos sólo nosotros, las personas que vivimos en esta tierra, sino más bien, "el mundo", el planeta mismo, y todo lo que hay en él.
 
Jesús nos aseguró que nada se pierde. Ningún pelo cae de la cabeza de alguien y ningún gorrión cae del cielo y simplemente desaparece para siempre, como si nunca hubiera existido. Dios creó, ama, cuida y finalmente resucita cada pedacito de la creación para toda la eternidad - incluyendo un perro amado.
 
 

Compartir en:

Portaluz te recomienda