¿De dónde vienes y a dónde vas?

23 de enero de 2014

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Una vez un hombre iba viajando en un tren; estaba durmiendo. El revisor al pasar le despertó y preguntó a dónde iba, el hombre aún adormilado respondió que no lo sabía; entonces le preguntó dónde había subido en el tren, pero respondió lo mismo, que no sabía. Es comprensible que, aturdido, no sepa el hombre responder a preguntas tan fundamentales. Son muchos los seres humanos que hoy no saben responder a estas preguntas.
 
El filósofo Aristóteles dijo que el hombre es como una flecha lanzada al aire: no sabe de dónde viene ni a dónde va. Los creyentes sí sabemos nuestro origen y nuestro destino. Salimos de la mano creadora de Dios, somos obra de Dios.

Cuando queremos dar valor a una pintura nombramos a su autor: ¡es de Rembrandt, de Picasso, de Dalí...! Nosotros somos de Dios, nuestro Hacedor es Dios mismo. Esta creación de Dios es una acción continua en nuestra vida, pues Él sigue sosteniéndonos en el ser. Si Dios pudiera dormir un instante, toda la creación dejaría de existir. Nosotros necesitamos a Dios para seguir viviendo. Sin Él no podemos hacer nada, desde la acción más banal como rascarnos la barbilla, hasta la más sublime que es hacer un acto de caridad.
 
Nosotros vamos hacia Dios El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar.
 
La tarea de la vida es trabajar por alcanzar el Cielo. Si poseer a Dios es el fin, buscarlo es el quehacer de la vida. A Dios sólo le encuentra el que le ama con olvido de sí mismo. Dios es el principio y el fin de todo ser humano: viene de Dios y va hacia Él.

Dios nos creó y estamos de regreso hacia Él. Él, al mandarnos a este mundo, nos dio billete de ida y vuelta. Todo el sentido de nuestra vida está contenido en esta verdad: estamos regresando a la casa paterna.
 
Somos muy sensibles a los desastres físicos, naturales o económicos. Nos impresionan muchos los efectos devastadores de una catástrofe natural, o cuando hay un accidente mortal o cuando alguien se arruina en su negocio y pierde todo de un día a otro. Pero nos mostramos insensibles ante los fracasos espirituales. ¿Qué hacemos por salvar el alma? ¿El alma? Es una palabra misteriosa. No sabes muy bien lo que significa, pero tienes la sensación de que es una palabra que necesitas. Tu alma es lo que hace que seas una persona valiosa y única en el mundo. Tu alma eres tú mismo. Sin ella, serías un cadáver frío. Tu alma es el SOPLO de Dios en ti. Y, como Dios, vivirá siempre. ¡Atiéndela!

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