«Me sentía fea como que nadie podía amarme». Un video de San Juan Pablo II cambió su vida

11 de junio de 2021

Tras derrumbarse sus miedos, ahogados en llanto, al ver el video de marras, Jane Milena Ariza Torres inició su liberación y crecimiento en la fe rezando el Santo Rosario.

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La baja autoestima puede provocar efectos drásticos que no solo afectan la salud espiritual de una persona sino también su salud mental y física; un estudio de Lifeworks, Centro de Orientación y Terapias en Dallas (USA), identificó que el 75% de las niñas con baja autoestima terminan participando en conductas autodestructivas, como cortes, acoso escolar, alcoholismo, tabaquismo y trastornos alimentarios.

Estudios como el de Lifeworks y otros en el mundo coinciden en que siete de cada 10 niñas, creen que no son lo suficientemente buenas o que no están a la altura de los demás, ya sea en apariencia, relaciones o rendimiento académico. 
 
Tal cual lo vivió Jane Milena Ariza Torres, una joven colombiana que emigró hace 8 años a Canadá buscando huir de los prejuicios y agresividad indolente que la victimizaban provocando que ella se alejara de Dios que parecía no acudir en su ayuda… “Estaba muy cansada con mi trabajo en Colombia. Yo enseñaba inglés a los estudiantes de la UIS y mi vida era demasiado monótona, aburrida. Estaba lejos de Dios y sentía que mi familia me atacaba”.
 
Como si no fuera de este mundo


 
Jane a pesar de tener un buen trabajo y una familia que la quería, sentía que su vida estaba totalmente vacía y mientras los demás aparentaban tener la felicidad completa, para ella estaba cada vez más lejos; las preguntas frente a su situación sentimental sobre ¿Cuándo iba a tener novio? la atormentaban cada día más: “Me hacía sentir fea, me hacía sentir como aburrida, como que nadie podía amarme y pues también era mi forma de ser, yo creo que ahuyentaba a todas las personas porque yo creo que siempre me sentí rara, como si no fuera de este mundo”, recuerda.
 
Fue entonces cuando su mejor amigo le propuso abandonar juntos el país e iniciar una nueva vida : “Yo jamás me hubiera imaginado viajar, salir de mi país nunca me había planteado la idea de dejar mi familia y pues él me hace esa propuesta de irnos a Canadá a mirar a ver nuevas oportunidades. Yo la verdad estaba muy aburrida, el trabajo era muy duro, no me gustaba y pues todos esos acosos de tantas personas, me agobiaba mucho la verdad; así es que le dije a mi amigo: vámonos, no me importa dejarlo todo” nos comenta.
 
“No tengan miedo de mirarlo a Él”
 
El año 2013 emprenderían su viaje a Calgary en Canadá, pero poco antes de partir Jane se dejó impactar por un nuevo llamado de Dios… “En ese preguntarme por qué yo me siento así, por qué estoy triste todos los días, por qué yo trabajo como una máquina, viendo que todo el mundo hacía sus hogares, sus familias y yo como que ya me iba dejando el tren, como dicen en Colombia… pues entré a YouTube y vi un video de San Juan Pablo II donde él les habla a los jóvenes en Chile y les dice: «¡No tengan miedo de mirarlo a Él!» Nada más escuchar esa frase empecé a llorar y a llorar; es ese llanto que uno no sabe de dónde viene. San Juan Pablo II decía: «Mírenlo, no tengan miedo» y desde ese momento empecé a hacer el Rosario, empecé a buscarlo poquito a poquito”.



Mantener este vínculo con Dios manifiesto en el rezo del Rosario ayudó a Jane a no dejarse absorber por el ateísmo e individualismo que se ha enquistado en la sociedad canadiense: “Pero también he encontrado aquí gente maravillosa, gente que se ha convertido, sacerdotes maravillosos, sacerdotes santos; quizás en el trabajo he sentido ese rechazo, pues al principio recuerdo me decían que parecía una monja”, afirma.
 
Al paso del tiempo fue fortaleciéndose su alma en la fe llegando incluso a irradiar con su testimonio a otros que se encontraban en búsqueda… “Hubo algo muy bonito en el trabajo con una compañera, que proviene de la isla Mauricius en Asia. Ella no era cristiana, sino de religión hindú y bueno nos hicimos muy amigas. Con el tiempo me fue diciendo yo quiero tener eso que tú tienes, yo quiero tener esa tranquilidad y paz con la que vives. Yo le enseñé entonces a rezar el rosario y ella una mujer hindú que jamás había escuchado hablar de la Virgen, me decía que gracias al rezo del rosario se disiparon los terrores nocturnos que padecía, vivía en paz”, confidencia Jane.
 
El abrirle y entregarle su corazón a Dios, guío  a Jane por  el camino para cumplir no solo sus sueños profesionales sino también sentimentales: “Porque nosotros con mi amigo empezamos a averiguar sobre cómo era la vida aquí y todo eso y una amiga de la universidad me dijo que tenía un amigo y nos podía ayudar; ese amigo es Jude el que es mi esposo ahora, empezamos a hablar con él por Skype y a conocernos, yo ya sentía algo por él y sé que él por mi sin habernos conocido todavía… uno de esos días al regresar de mi trabajo  en Colombia iba en un bus y ese tenía una imagen del sagrado corazón de Jesús y yo iba escuchando música y  pensando, y le preguntaba al Señor es él la persona para mí y en ese mismo momento después de que yo hice esa pregunta sonó en el iPod esa canción de los Beatles “Hey Jude” entonces yo lo sentí como una respuesta.
 
Vivir en la voluntad de Dios
 
El siguiente desafío para Jane vino al conocer a Jude, su futuro esposo, que de ser protestante se convirtió a la fe católica por el testimonio de Jane. Juntos se abandonaron a la voluntad de Dios cuando un indescriptible dolor los golpeó… “No podemos tener hijos por problemas de salud, tanto de él como míos; y fue difícil, pero el Señor poco a poco nos ha ido dando la fuerza para aceptarlo, porque es su voluntad”, dice Jane.
 
Hoy, todas las semanas ella acude como mínimo dos horas ante el Santísimo, para adorar a Dios: “Y a raíz de toda esta historia surgió un libro que pude publicar. Se llama En compañía del Amor de los amores y así desde hace un año empezamos a orar en familia. Fue algo que surgió allá en la iglesia, frente a Jesús Sacramentado, Él me lo puso en el corazón. Hacemos los cenáculos marianos todos los martes a las 7 pm, y rezamos el rosario con mi esposo todos los días, pues nos consagramos a María”, señala Jane Milena Ariza, mientras una sonrisa se dibuja en su hermoso rostro.

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