Viví una experiencia espiritual maravillosa

07 de marzo de 2014

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Viví una experiencia espiritual maravillosa durante mis vacaciones. Cuando ya el tiempo se agotaba surgió la posibilidad de visitar a una querida familia mexicana, para celebrar el matrimonio de uno de sus hijos. Sin esperarlo, el Señor nos tenía preparado un itinerario espiritual espléndido.
 
Junto con conocer a personas maravillosas, compartimos con cristianos piadosos. Rezamos, celebramos la Eucaristía, compartimos nuestras experiencias de ser amados por el Señor. Volví a sentir admiración por la vida religiosa en ese país. Esforzadas y piadosas mujeres que han consagrado su vida a Dios, viven su fe en un contexto de gran esfuerzo. Ellas deben trabajar y luego vender su mercadería en la feria, en las calles o en las plazas a la salida de los templos. Ser religiosa así es admirable; se requiere una verdadera vocación de amor al Señor y la Iglesia…
 
La piedad del pueblo mexicano me conmueve también cada vez que visito la Basílica de Guadalupe y no puedo evitar emocionarme hasta las lágrimas cuando veo tanto amor al Señor y la Virgen… Se percibe en muchos hermanos mexicanos el gozo y la alegría que da el Señor a los sencillos de corazón. He visto familias que van con sus hijos hasta la Basílica o el Tepeyac, para agradecer favores o a pedir alguna gracia especial; rinden homenaje a la Lupita (la Santísima Virgen María) con cantos, mariachis o bailes de sus zonas… ¡Son maravillosos!... Anima palpar una fe forjada en el dolor de la persecución. Porque ni las armas, ni la tortura, ni la muerte han vencido esa fe heroica. Permanecen generosos y espontáneos en la piedad.
 
En este viaje Dios puso ante mí a personas que valoran la familia, el matrimonio y los demás sacramentos… Contemplo sus tradiciones. Lo importante que es para ellos por ejemplo, la bendición de los novios que se han comprometidos sellando así la trascendencia de la familia. Esta es la auténtica alegría de celebrar la vida, la fiesta y el compartir. Mis ojos quedaron plenos de formas, colores y sensaciones al conocer los bellísimos templos de sus ciudades que hablan de su gran amor a Dios. No se escatimaron esfuerzos para construirlos… ¡Para Dios lo mejor quien es lo bello por esencia!  Es imposible creo, no conmoverse ante tanta delicadeza en atención a la fe, que hoy se han transformado en testimonio  de un pueblo que supo acoger en su historia el Evangelio y dejarse impregnar por él.
 
Pero al mismo tiempo me ha conmovido en lo más profundo de mi ser el testimonio de hermanos mexicanos que han vivido la experiencia del secuestro. Perder a un pariente en ese doloroso flagelo que afecta a este maravilloso pueblo, es la más brutal de las contradicciones. Seres humanos buenos e inocentes, familias enteras son víctimas de esa obra del demonio. La brutalidad con la que son tratadas las víctimas no deja de interpelarnos: ¿Cómo es posible que el ser humano sea capaz de semejantes brutalidades?... Desde la fe no nos queda más que una explicación: Esto ocurre por el pecado y la acción directa del demonio. Es la bestia del apocalipsis que intenta devorar a los hijos de la Iglesia….
 
Así, en la belleza y el dolor, me sentí en familia, profundamente amado como sacerdote…  Creo que el Señor nos mostró su rostro y entonces tuve una certeza… la madre vive la pasión de su Hijo en el pueblo mexicano. Oremos por esta Iglesia, por ese pueblo, por esas familias, por esos hermanos. Que la Santísima Virgen María les reconforte en medio de la adversidad y el Espíritu Santo transforme las armas en arados, los corazones de piedra en corazones de carne… también los nuestros. ¡Bendiciones!

 

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