Cuando los malos sirven de ejemplo

13 de marzo de 2014

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Este aforismo de Demócrates me lleva a reflexionar en la extraordinaria ganancia que saca el Maligno cuando -de mil formas- en nuestra sociedad se ridiculiza el bien y se exalta el mal.
 
Cuando nuestros niños crecen acostumbrados a ver cómo se ridiculiza a los buenos en series de televisión o en los dibujos animados (piensen en los Simpsons o en el desagradable Schin Chan por citar sólo un par). Cuando nuestros jóvenes crecen teniendo como referente futbolistas que defraudan a Hacienda; cantantes que se drogan, emborrachan o conducen temerariamente.
 
Cuando los adultos consumen horas y horas de telebasura o se saturan de noticias escandalosas. Que en el trabajo campee la picaresca y el engaño; que en la economía prime el fraude y la estafa; que en la política abunde la corrupción y la demagogia; que en la Iglesia no falte la impostura y el populismo... son efecto de la falta de aprecio y admiración hacia los buenos; es el triste resultado de la exaltación de los malos, de su emulación por estima y admiración social.
 
Soy de la generación que fue educada en la valoración del esfuerzo y la disciplina, del aprecio al trabajo y de la estima de la abnegación en bien de los demás; de aquellos que nos enseñaron a pedir la cosas con humildad y respeto y de recogerlas con gratitud y reconocimiento; soy de la familia que obedecía a los padres y veneraba a los abuelos; soy de la escuela que valoraba al maestro y reconocía su labor. Soy de la sociedad que observaba las leyes y guardaba la urbanidad y la educación... De los que se sentían bien cuando hacían un pequeño servicio a un anciano o un animalito, de los que se abochornaban ante la grosería o la desvergüenza.
 
Los que nos servían de ejemplo eran los héroes y los santos; los demás (deportistas, cantantes...) los admirábamos pero nunca los imitábamos.
 
Para regenerar nuestra sociedad es necesario que deje de imitarse a los malos; y recuperemos el aprecio a la virtud, la exaltación de los valores que humanizan y la propuesta de referentes nobles como dignos de emulación; junto con el desprecio de la maldad.



 
 

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