¡No conviertan sus vientres en cementerios!

20 de marzo de 2014

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Quisiera partir esta reflexión con este pasaje de San Marcos en el capítulo 8, 23-25: “El hombre dijo ver a los hombres como árboles que andaban”. Este texto nos narra el milagro de Jesús con el ciego de nacimiento a quien en dos pasos le dona completamente la vista. El pasaje nos enseña que el camino espiritual muchas veces no se puede detener en la primera experiencia ni quedarnos tampoco en la sola emoción del momento o la reflexión inmediatista. Necesitamos progresar en el encuentro con Jesús para que Él toque nuestra vida y nos   permita ver todo con los ojos de Dios.

Digo todo esto a propósito de voces que se escuchan en Chile, y en otras latitudes, donde la persona comienza a desaparecer y el ser humano pasa a ser la suma de estímulos o una verdadera máquina de consumismo. El enfermo desvalido vale si tiene dinero para ser atendido. Un niño si es un potencial cerebro inteligente y capaz, porque quienes vienen con taras comienzan a desaparecer por el reavivado sueño dorado de Hitler que propone una raza perfecta. Realidad cruel e inhumana, que se impone en las grandes culturas “avanzadas”: hijos a la carta.
 
Pocos días atrás una persona me comentaba que caminando por las calles de Paris vio a una dama muy distinguida con su perro mascota en brazos, atenta a las necesidades del can para las que llevaba bolsas y lo necesario para limpiar las posaderas del animal. A unos metros una familia musulmana caminaba con siete pequeños hijos…
 
¿Qué le sucede a Occidente? Escucho voces que vociferan con violencia exigiendo el derecho al aborto en nuestro pequeño país. ¡Somos tan pocos los chilenos! La mayoría seremos viejos en pocas décadas ¡y no queremos niños! Veo con gozo que en mi barrio a pesar de la pobreza y juventud de los padres aún nacen bebés. No faltará quien piense que después estos niños pasaran necesidades y serán delincuentes. ¿¡Quién sabe!? Quizás sean ellos quienes nos alimenten de viejos el día de mañana.
 
El peor de los crímenes de nuestro tiempo, el más feroz de los genocidios, la más cruel de las dictaduras es el aborto, porque se atenta contra la vida de seres indefensos que no pueden protestar, ni salir con carteles, ni dar su voto a cambio de una promesa. Esos seres humanos dependen absolutamente de sus madres y algunas de ellas quieren convertir sus vientres en cementerios.
 
Dice el profeta Isaías: “¿Puede una madre abandonar a su hijo?, aunque tu padre y tu madre te abandonen, yo nunca te abandonaré dice el Señor”. El nos conoce y sabe que algunas mujeres pueden abandonar a sus criaturas, por eso hoy clama por ellas desde la Cruz, derramando su propia sangre inocente por el perdón de nuestros pecados y por nuestras terribles abominaciones donde los padres ofrecen a sus hijos en sacrificio ante la gran bestia del materialismo a la que le rinden culto y honor derramando libaciones con la sangre de sus propios hijos.
 
Una sociedad materialista, individualista y egocéntrica se auto asfixia, se autodestruye. Cuando el hombre se aleja de Dios, entonces comienza el caos, las dictaduras y el dogmatismo ideológico oprime la vida al servicio de grandes transnacionales que buscan lucrar con el ser humano en beneficio de unos pocos, quienes les rinden honor y pleitesía anhelando en lo más profundo de sus corazones alcanzar las promesas y espejismos que les presentan en pos de una mala entendida libertad y de un pisoteado discurso sobre derechos que no contempla los del prójimo… ¡Digo no al aborto!, ¡Digo sí a la Vida aunque ello me cueste criticas, violencia o la Vida!... No tengo miedo, la vida es sagrada y es el mayor don de Dios, el mayor milagro y la creatura más bella que Él ha creado es el Hombre, pues puso en ellos su aliento… Por lo tanto en cada ser humano hay algo de Dios, en cada hermano está Cristo llamándome a amarlo.
 
Imploro a Dios para que sane el alma de quienes pretenden legislar a favor de la muerte y para que aliente la maternidad de tantas mujeres y la paternidad de tantos hombres cómplices de la muerte de sus hijos… Que Dios tenga misericordia de nosotros cuando nos reclame la vida de tantos millones de hermanos no nacidos por nuestra acción u omisión.
 
Que el Señor les bendiga y les guarde, nos muestre su rostro y nos conceda su paz.

 

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