Padre y Madre, una vocación

30 de mayo de 2014

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Muchos papás, por su trabajo, o por distracciones ajenas al hogar, a veces por huir de su familia y refugiarse con amigos o con relaciones infieles, dedican muy poco tiempo a sus hijos. Algunos salen muy temprano y llegan muy noche, cuando los hijos aún no se despiertan, o ya están dormidos. Quizá, los fines de semana convivan un poco, si es que dejan descansar al celular, pues este invento moderno les entretiene y les da pretextos para no atender a los hijos. Aunque físicamente están con ellos, su mente y quizá su corazón están en otras partes.

Hay parejas que no quieren tener hijos, ni uno solo, porque son molestos, quitan tiempo, exigen sacrificios, no permiten muchas vacaciones, complican el trabajo fuera de casa, estorban tu “libertad”. O, cuando mucho, deciden tener uno o dos, no más, con el pretexto de que la vida está muy cara, que los tiempos no permiten más, que es mejor tener pocos para darles todo… Y luego ni siquiera les dan tiempo, cariño, cercanía, afecto, acompañamiento educativo, formación en valores. Como muchas mamás deben trabajar, los dejan en la guardería, los encomiendan a las abuelas, o a muchachas de servicio. Consideran pérdida de status, de oportunidades, de libertad, dedicarse íntegramente a ellos, como si la maternidad a tiempo completo fuera una cadena.

En nuestro país, el 10 de mayo está dedicado a honrar a las mamás. ¡Cuánto se lo merecen! Pues la mayoría se consagraron en cuerpo y alma a cuidarnos. Y no lo consideraron una carga, sino una misión, una vocación, algo que dio sentido a sus vidas, que les hizo sentirse fecundas, madres, plenas, realizadas. ¡Benditas sean nuestras mamás, vivas o ya difuntas! Aunque no nos daban muchas cosas, ni complacían todos nuestros antojos, las sentíamos cerca, contábamos con ellas, experimentábamos su ternura, crecimos a su lado, nos formaron, aún sin palabras.

Nos quejamos de la violencia generalizada, de la inseguridad, de tantos jóvenes y adolescentes dedicados al crimen organizado, a andar en pandillas, a estar encadenados al alcohol y a diversas drogas. Preguntémonos cuántos de ellos andan en esos malos pasos porque no tuvieron unos padres que les dedicaran tiempo, que se ocuparan de ellos, que no los abandonaran. Preguntémonos para cuántos padres de familia es más importante su trabajo, lo que ganan, “su tiempo”, sus relaciones, sus compromisos sociales, que sus hijos. En las familias disfuncionales, o con padres no cariñosos y cercanos, está la raíz de los males sociales. No es sólo la pobreza y la falta de oportunidades, sino la falta de buenos padres y madres.
 
Pensar

Dijo el Papa Francisco a la reunión plenaria del Consejo Pontificio para la Familia: “Cuando yo confieso a un hombre o a una mujer casados, jóvenes, siempre hago esta pregunta: ¿Usted juega con sus hijos? ¿Usted pierde tiempo con sus hijos? Es muy importante ‘perder tiempo’ con los hijos, jugar con los hijos. Una sociedad que abandona a los niños y que margina a los ancianos, corta sus raíces y oscurece su futuro. ¿Y vosotros hacéis la valoración sobre qué hace esta cultura nuestra hoy? Cada vez que un niño es abandonado y un anciano marginado, se realiza no sólo un acto de injusticia, sino que se ratifica también el fracaso de esta sociedad. Ocuparse de los pequeños y de los ancianos es una elección de civilización. Y es también el futuro, porque los pequeños, los niños, los jóvenes llevarán adelante esta sociedad con su fuerza, su juventud” (25-X-2013).

Actuar

Padres de familia: Den prioridad al tiempo que dedican a los hijos. No se excusen diciendo que deben trabajar mucho para darles alimento, ropa, escuela, medicinas, juguetes… Organicen sus actividades de tal modo que ellos ocupen el centro de su atención, también para jugar, pasear, platicar, comer, ver televisión, visitar familiares y amigos, participar juntos en la Misa dominical, acompañarles en su crecimiento integral, ganar su confianza para que les expongan sus dudas, sus inquietudes y problemas. Si no te tienen confianza, algo anda mal en tu relación con ellos. Revísate con humildad y dales tu corazón, no sólo tu dinero.

 

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