"Las cárceles son para disciplinar a los pobres"

27 de junio de 2014

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“Las cárceles son para disciplinar a los pobres",
me dijo una vez un anciano Obispo, que me dejó sin palabras para acotar.
 
Y mi abuela siempre dijo: "Las cárceles son para los pobres". Es decir de una manera u otra la idea de estos espacios termina confluyendo en un sólo concepto; que a las cárceles no van los delincuentes, sino sólo los delincuentes pobres, y a veces quizás sólo pobres inocentes y perejiles del momento.
 
Este idea también atraviesa a quienes trabajan en ellas, y que quizás a veces se sientan tan presos como los condenados. Es decir comparten la condena del horror, la injusticia y la desesperación, en un lugar donde debería hacerse justicia.
 
Pobres contra pobres, en un círculo infinito de locura y muerte, para que unos pocos se sientan seguros que esos pobres, privados de la libertad, guardias por medio, les garanticen una sociedad disciplinada, donde el hambre y la falta de derechos no se griten en las calles.
 
Las cárceles son para los pobres, para ladrones de poca monta, para perejiles de la mafia, para violadores sin buenos abogados. ¿Qué político o empresario procesado y condenado va a la cárcel? Quién tenga un listado me lo pasa. Los políticos que delinquen tienen tan aceitado el sistema que nunca van a los pabellones sin vidrios, sin luz, sin frazadas, donde los pibes de apenas 18 años, portan el catarro eterno del frío en los huesos. La tos infinita de la humedad en el alma, el dolor sin consuelo de sobrevivir a lo que sea, a sus compañeros y a los guardias que tienen el poder de decidir cuándo viven o cuando mueren.
 
Me cansé de escuchar a cientos de políticos y políticas, hablar y hablar de derechos humanos, haciendo un eslogan de dos palabras que significan demasiado para ensuciarlas en tanto acto, sin sentido. ¿Qué políticos entraron o entran habitualmente a las cárceles? ¿Acaso los privados de la libertad no tienen derechos? ¿En qué se diferencia una cárcel moderna de las antiguas mazmorras medioevales? En vez de concebir a las cárceles como espacios para enterrar vivos a las personas, ¿no podríamos pensarlas como espacios de recuperación?
 
Las cárceles son espacios de venganza. Se ha vuelto habitual ver imágenes de cárceles, donde los privados de la libertad aparecen en situaciones de tortura, horror y muerte. Y como sociedad callamos, y agradecemos que no nos pase.
 
He admirado a una compañera de trabajo que tenía, pues visitaba a privados de la libertad que querían seguir una carrera terciaria, y los trataba con respeto, con esperanzas y la verdad que conseguía cosas impensables. Un día nos sentamos a conversar y con los ojos llenos de lágrimas me dijo: "Yo no quiero saber qué hicieron, sino no puedo pensarlos como lo que son, personas".
 
A veces tengo un sueño que me desvela, siento que me muero, llego donde está Jesús que me mira con tristeza y me dice: "Estaba desnudo y no me vestiste, tenía hambre y no me diste comida, tenía sed y no me diste agua, tenía miedo y no me consolaste, estaba solo y no me acompañaste, me golpeaban, me torturaban y nunca te importó". Entonces yo le digo: "Pero Señor, no puede ser, ¿dónde estabas que no te vi?" … Jesús doblemente triste, me dice: "En la cárcel".
 
Los sueños a veces se hacen realidad, o quizás surgen de la realidad.

 

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