Venía de la Europa del Este

Joven violada y obligada a prostituirse testimonia cómo fue que logró salir "de la calle"

04 de marzo de 2016

"Ninguna mujer nace prostituta" dice el sacerdote Aldo Buonaiuto, miembro de la Comunidad Juan XXIII, exorcista, columnista de varios medios de comunicación y quien ha hecho de la lucha contra la trata y la prostitución una misión en la vida.

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El pasado 26 de febrero se vivió en las calles de  Roma una particular experiencia espiritual. Un Vía Crucis viviente, que testimonió la solidaridad con las mujeres crucificadas víctimas de la trata y prostitución.

Son millones en el mundo las niñas y mujeres (también niños y varones) que padecen por aquél flagelo que muchos se niegan a “ver”.

Entre quienes participaban del Vía Crucis estaba Elisa (*), una de muchas mujeres que han encontrado liberación y restaurado su dignidad de hijas de Dios, gracias al acompañamiento de la Asociación Comunidad Papa Juan XXIII, organizadora del referido evento espiritual en Roma.

Elisa, nacida en un país de la Europa del Este, tenía 29 años cuando fue embaucada para emigrar a Italia creyendo que encontraría un trabajo. Al llegar, un miembro de la mafia que controlaba desde ese instante su vida, la violó y le obligaron luego a prostituirse.

La de Elisa es una historia de bajada a los infiernos y resurrección. Libertad que llegaría como caricia de Jesús a su vida, encarnada en la ayuda de un sacerdote y una comunidad. Todo comenzó el verano de 2010. Vivía en una pequeña ciudad y trabajaba en un restaurante para pagar sus estudios, pero el dinero no alcanzaba. La pobreza y los problemas de salud de su madre hacían imposible sobrevivir… "Un día, un chico que conocía muy bien y era de mi ciudad me dijo: «¿Por qué no te vas al norte de Europa?, hay trabajo, agencias que organizan todo, es posible ganar más, tal vez trabajarías en un supermercado, haces algo de dinero durante unos años y así ayudas incluso a tus padres». Al principio dije que no, pues nunca había estado fuera de mi país. Pero cuando la situación empeoró al cabo de unos meses, lo busqué y le pregunté si podía ayudarme para irme, porque yo no sabía ni por dónde empezar".

Hacia el abismo
 
Elisa, 29 años, rubia, con su cabello bien peinado, apretado, casi impermeable al agua, se emociona, muestra su dignidad…  "Así es que me fui. El viaje fue largo, paramos en una ciudad del norte, donde debíamos reunirnos con otras personas que también vendrían con nosotros. Llegamos a un departamento y cuando se cerró la puerta detrás de nosotros me tiraron al suelo y me arrancaron la ropa. Yo no entendía. Grité: «¿Qué haces?» Y allí dejó caer la máscara y me dijo: ¿Qué tanto gritas? ¿Qué te importa, uno más en qué te cambia? Este es tu destino, vas a Italia para trabajar como prostituta». Sentí luego un puñetazo en el estómago. Tal vez dos. No sólo físicamente, sino también emocionalmente”.

Elisa grita, se retuerce, pero es inútil. Ha iniciado su calvario. El hombre pide por ayuda y llegan otros hombres. La amarran, la drogan y durante dos semanas abusan de ella. Entonces, cuando su dignidad está en pedazos, la llevan a Italia para que se prostituya en las calles. En las calles de Europa y el mundo, millones -como Elisa- deambulan cada noche. Cristo crucificado en ellas.

Nueva esclavitud
 
“Ninguna mujer nace prostituta” dice el sacerdote Aldo Buonaiuto, miembro de la Comunidad Juan XXIII, exorcista, columnista de varios medios de comunicación y quien ha hecho de la lucha contra la trata y la prostitución una misión en la vida.

"La nuestra es una batalla de las periferias", dice el padre Aldo, "trabajamos en colaboración con la policía y nos vamos a la calle para orar con las chicas, como nos enseñó padre Oreste Benzi (fundador de la Comunidad Juan XXIII), para decirles que pueden salir de ella si tienen valor. A menudo las niñas tienen mucho miedo, pero cuando pueden confiar en nosotros comienza un camino de salida del túnel. Todos estamos involucrados y todos tenemos que hacer algo. Por esta razón, cada año luchamos contra la indiferencia organizando un Vía Crucis en Roma para decir no a esta nueva forma de esclavitud que sigue creciendo".
 
Signos de resurrección

Elisa después de años de vivir en las calles, cuando estaba agotada y sólo quería morir, se las arregló para tomar la mano de la Comunidad Juan XXIII... "En esta casa, donde me dieron la bienvenida, sentí el amor del Señor y me di cuenta que Él nunca me ha dejado. Los voluntarios y hermanas que han estado junto a mí en la recuperación física y psicológica, me dieron la fuerza para levantarme y así decidí quedarme para ayudar a otras mujeres, víctimas, como yo".
  
Durante el período de su servicio en la Comunidad Elisa conoció a Giulio, un joven de 30 años, que tras hacer el proceso de catequesis conocido como La Ruta de los Diez Mandamientos de padre Fabio Rosini, quiso vivir un año de servicio y encontró su oportunidad en una de las casas de la Comunidad Papa Juan XXIII. Giulio y Elisa se conocieron, se enamoraron y, recientemente padre Aldo les casó. "Nunca pensé que un día iba a ser capaz de tener una vida normal", dice Elisa y agrega: "Considero mi matrimonio un regalo de Dios, y hoy continúo comprometida en la ayuda a otras hermanas que todavía están en las calles y pido a todos que hagan algo por ellas".


(*): La historia y citas del testimonio son reales, el nombre “Elisa” es ficticio.


Fuentes: www.donnecrocifisse.org/ famigliacristiana.it

 
 
 
 
 

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