Natalia en su adolescencia

Una joven española al maquillarse frente a un espejo: "La Virgen María me miraba directamente el alma"

28 de julio de 2017

"Nos movíamos con mis amigas en ambientes de mucho alcohol, mucha droga y mucha impureza".

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Natalia Peinado con solo 20 años ha compartido su testimonio de conversión, al abrigo de la Virgen María en el programa “Cambio de Agujas” (HM Televisión). Nacida en Madrid (España), su vida cobró sentido cuando miró la realidad de su alma durante un momento de gracia mediado por la presencia de la Santísima Virgen María.



Cuenta Natalia que en su infancia acudió alguna vez a misa con su padre o abuelos, pero que en general eran una familia sin interés por la religión. Aunque sus padres no estaban casados y en su casa había bastantes discusiones, con su hermana pasaban mucho tiempo con los abuelos y recuerda haber sido una niña feliz.
 
Perdiendo el rumbo
 
Su abuela, dice, se esforzó en enseñarles la fe y hablándoles de la Virgen, rezando juntas el Rosario, contándoles historias de santos y llevándoles a catequesis. En la adolescencia seguía acudiendo a catequesis y grupos de post confirmación. También le gustaba estudiar y en el instituto no le iba mal, recuerda.
 
Cuando tenía 12 años murió su abuela y en su alma –comenta- se enquistó una herida que en los años siguientes, durante la adolescencia, gatillaría su distancia de Dios y perder el rumbo buscando un “algo” indefinido, yendo de fiestas a escondidas, engañando a sus padres. Por entonces sus padres habían encontrado la fe y no sabían en qué estaba metida su hija.
 
“Nos movíamos con mis amigas en ambientes de mucho alcohol, mucha droga y mucha impureza. Volvía muy tarde de fiesta el sábado y mi madre me decía: «Mañana a las nueve de la mañana te recojo para ir a misa». Y yo iba, no nos saltábamos nunca la misa de domingo”.
 
Descubriendo el “Hogar de la Madre”

Luego de ingresar en la Universidad para estudiar Magisterio -ella siempre había querido ser maestra, dice- conoció a los Siervos del Hogar de la Madre. “Me impresionaba su autenticidad, nunca había visto sacerdotes así”. También acudió a algunos encuentros con las Siervas del Hogar de la Madre, pero no le gustaron, estaba incómoda…  sentía que ellas transmitían ideas que cuestionaban su estilo de vida.
Natalia comenzó así a reflexionar sobre su vida siendo consciente de que llevaba una doble vida. Era buena estudiante, tenía una comunicación satisfactoria con sus padres, pero en las noches era irresistible el impulso por salir de juerga. Hoy, dice, “veo esos años como perdidos, veo que no he sabido disfrutar bien mi adolescencia”.
 
La Virgen en el espejo

Una noche estando en casa de unas amigas, maquillándose en el cuarto de baño, preparándose para salir de fiesta, se miró al espejo… “y de repente experimenté muy fuerte que la Virgen María era la que me estaba mirando, directamente al alma… Sufrí tantísimo, porque estaba viendo lo que iba a hacer luego, con qué intenciones salía, lo que iba a ver, oír, toda mi miseria… Era como ver mi alma con los ojos de la Virgen. Me sentí tan asquerosa… Pero eso para mí fue una gracia enorme. Tomé mis cosas, salí corriendo, era la una de la mañana, llamé a mi madre… le dije ¿puedes venir a por mí? Y con una dulzura, como de la Virgen, me dijo: «ahora voy. Ya no volví a salir de fiesta.”

Desde entonces empezó a crecer en la fe en serio. Le costaba haber dejado la vieja vida pero un grupo de jóvenes con fe y un matrimonio que los acompañaba le ayudaron. «¿Tú vas a misa cada día?», le preguntaron. Ella iba los domingos y pensaba que ¿para qué ir diariamente? «Es que el Señor quiere hablarte cada día, en cada eucaristía. Es alimento para tu alma, eso te sostiene», le explicaron.

Natalia, dócil, empezó a ir cada día a misa. Sentía que Dios le acompañaba y le guiaba, era más fácil escuchar su voz. “Experimentaba mucho su misericordia. Que Él me decía que me amaba, que estaba dispuesto a perdonarme todo. Pero me costaba dejarme cambiar por Él”. Solo por cambiar de amistades ya pensaba que se le iba a acabar el mundo. Pero poco a poco fue creciendo en la fe, aprendió a estar más cercana a su familia o dar ejemplo a su hermana.

Vocación, Rosario y la Virgen como Madre

Una peregrinación a Fátima la sintonía con la Virgen y refrescó en su alma los recuerdos de infancia sintiendo hoy que “la Virgen me quiere como una madre…  que si alejo la vista del Señor ella me toma de la mano y me lleva corriendo a Él”, explica.

Así la conversión va dando frutos y Natalia es hoy es candidata en las Siervas del Hogar de la Madre. “No voy a encontrar a nadie mejor que el Señor, hay una seguridad en que Él me va a cuidar y sostener”, afirma. Ya no busca la felicidad “en las cosas y en las personas”, apunta, sino en la voluntad de Dios. “Cuando dices que sí al Señor, a su plan para tu vida, vida religiosa, o matrimonio, ganas su libertad, la de los hijos de Dios”.
Recuerda que de niña, con la abuela, rezaba mucho el Rosario, a veces cada día. “Hoy el Rosario es lo que más me cuesta pero también lo que más me ayuda. Siento que la Virgen quiere derramar muchas gracias a través del Rosario.”


 

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