Una obra de fe que comenzó tras un hermano muerto por sobredosis y un sacerdote alcohólico

10 de noviembre de 2017

"La adicción es abrumadora, es poderosa. Pero Cristo es más poderoso".

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El presidente Donald Trump se refirió este jueves 26 de octubre de 2017 a la crisis de salud pública que Estados Unidos enfrenta por la adicción a los opiáceos que padecen miles de ciudadanos… "Esta epidemia es una emergencia de salud a nivel nacional", reconoció.

Para el padre Douglas McKay, la actual crisis de adicción a los opiáceos señalada por D. Trump, es solo su batalla más reciente en una guerra de larga duración contra la raíz de mal que -según le indica su experiencia-  potencia la adicción. El sacerdote lleva más de 40 años acogiendo y acompañando a sanar/liberar personas adictas.
 
Una batalla en la familia
 
Cuenta con humor padre Douglas (en imagen adjunta) que el llamado de Dios para ministrar a los adictos comenzó en la niñez, cuando su madre le daba platos de comida para llevar a los alcohólicos en las esquinas cercanas. “Tenía que esperar el plato y el tenedor y traerlos de vuelta”, dice riéndose.
 
La adicción ha devastado durante mucho tiempo a Grays Ferry, un vecindario en Philladelphia de clase trabajadora, construido inicialmente alrededor de varias fábricas químicas donde él nació. Allí se fundaría también la obra Our House Ministries (O.H.M.) de la cual el sacerdote es su capellán. Ocurrió en 1997, solo dos años después de que su hermano Anthony sucumbiera por una sobredosis. “Murió en una casa de crack, con una aguja en el brazo”, cuenta padre Douglas al Catholic Philly, periódico de la Arquidiócesis, y agrega despacio: “Tenía solo 30 años”.

Otro de los hermanos del sacerdote, Harry, también fue atrapado por la adicción después de servir en Vietnam, pero gracias al programa de O.H.M. ha permanecido sin consumir durante los últimos 25 años. “He perdido a mi familia, amigos, primos,  por la adicción”, confidencia el padre Douglas y denuncia que en Philladelphia: “No es una epidemia sino una pandemia”.

Dios sana y libera al hombre

Hoy la adicción a los opiáceos mata a más de 100 estadounidenses cada día  y este sacerdote enfrenta el desafío desde O.H.M. con hogares para recuperación y programas de sanación basados en la fe. Enfatiza sanar el alma con oración y los sacramentos, particularmente la Eucaristía y la confesión, señala padre Douglas. “Se curan”, dice. “El médico divino es el médico de la mente y del alma”, reitera el sacerdote.

La misa se celebra los días laborables en una de las tres capillas que asiste O.H.M., dos de las cuales llevan el nombre de los compañeros arcángeles del patrón parroquial, San Miguel y San Rafael. La tercera capilla está dedicada al venerable Matt Talbot, un asceta irlandés -alcohólico liberado por su fe- cuya intercesión es ampliamente invocada entre quienes buscan superar el abuso de sustancias. El Ángelus, la adoración, la bendición y otras devociones también se observan diariamente en los tres lugares.

Las casas de recuperación del ministerio proveen refugio y estructura para los residentes, quienes deben asistir a la Misa dominical y reuniones semanales de la Sociedad Calix, una organización católica internacional de laicos que proponen a los participantes un programa de 12 pasos.

Calix y la gracia sanadora

El Padre Douglas McKay es el capellán nacional en Estados Unidos de Calix. “Todo empezó con un sacerdote alcohólico”, recuerda… Frustrados por la incapacidad del sacerdote para mantenerse sobrio, cinco laicos pidieron que se celebrara una misa diaria a las 5 de la mañana para rezar por su recuperación. Después de varias semanas de misas y sacrificios, el sacerdote pudo mantener su sobriedad y la Sociedad de Calix surgió poco después.

“Llevar a la gente a la Eucaristía es realmente llevarlos a la gracia sanadora del corazón de Cristo” enseña el Padre Douglas y, señalando hacia el tabernáculo en la capilla de San Rafael, añade: “Ahí está el remedio, ahí es donde fluyen todas las gracias. Eso es lo que predicamos como católicos… Puedes ver la imagen de Dios en los adictos, y puedes amarlos. La adicción es abrumadora, es poderosa. Pero Cristo es más poderoso”.


 

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