El combate espiritual

12 de mayo de 2018

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La batalla que hubo en el pasado en el mundo espiritual –ángeles fieles contra ángeles rebeldes– se ha trasladado a la tierra (Cf. Apocalipsis 12, 7-9).
 
Es una batalla que se libra en el alma de las personas, propiamente en la inteligencia y la voluntad, donde se busca llevar al hombre hacia su Creador, o ponerse en contra de Él. Así, cada alma es objeto de un combate invisible entre ángeles y demonios.
 
Distintos escritores hablan sobre esta lucha: Dostoievsky en su teoría sobre el mal en el hombre dice que Satanás lucha contra Dios, y su campo de batalla es el corazón de los hombres. Rimbaud en su poema “Una temporada en el infierno” añade: “El combate espiritual es tan brutal como las batallas de los hombres”.
 
La realidad es que no hay ningún hombre que se escape de esta batalla espiritual, hasta el día de su muerte, a cada instante de su vida. Durante toda la vida combatimos contra las fuerzas del mal: “El hombre en la tierra cumple un servicio, vida de mercenario es su vida” (Job 7,1). La tierra es un lugar de prueba para acceder al Cielo o perderse en el infierno: “¡Feliz el hombre que soporta la prueba!, porque, una vez superada ésta, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman” (Santiago 1.12).
 
A través de toda la historia humana se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día: “Porque nuestra lucha no va dirigida contra simple seres humanos, sino contra los principados, las potestades, los dominadores de este mundo tenebroso y los espíritus del mal que están en el aire” (Efesios 6,12).
 
La vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como una lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas, donde el hombre es incapaz de defenderse con eficacia por sí solo de los ataques del mal, porque el diablo no puede ser vencido con las armas naturales. En esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para realizar el bien, y sólo a costas de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios y la custodia de los ángeles, es capaz de lograrlo y establecer la unidad en sí mismo (CIC 409). Es, pues, necesario que el alma dé libre acceso al Señor para que la fortifique por todos lados y con todas las armas para lograr así vencer a sus enemigos, por muy poderosos que sean: “Todo lo puedo en Aquel que me da fuerzas” (Filipenses 4,13).
 
Jesús también tuvo su combate con el demonio y la Biblia habla sobre él. Al inicio de su vida pública, después de su bautizo, Jesús fue conducido al desierto para ser tentado durante 40 días por el diablo (Mateo4, 1-11; Marcos 1,12-13; Lucas 4, 1-13). Los tres evangelistas destacan el hecho que fue conducido por el Espíritu Santo. El combate de Jesús duró todo su ministerio público, hasta las últimas horas de vida en la tierra, y su momento más difícil se produce en Getsemaní (Mateo 26,36-46; Marcos 14, 32-42).
 
Como Jesús, tampoco nosotros podemos evitar ir al combate, es el Señor quien nos invita. Jesús no tenía necesidad del combate pero nosotros sí lo necesitamos. Él aceptó combatir para mostrarnos el camino, para darnos medios de defensa, para enseñarnos a triunfar. El porqué del combate es un misterio, pero el hecho que Dios nos invite nos dice que es algo necesario y bueno para el hombre. Nuestra naturaleza humana está hecha para vivir en la luz; los ojos del corazón están hechos para la luz de Dios. Sin embargo, muchos hombres viven en la oscuridad, que con el paso del tiempo se convierte en una prisión cada vez más cerrada. Uno puede elegir mantenerse en la oscuridad o buscar la luz. Así, el combate espiritual es esta subida desde la oscuridad a la luz. En el fondo, el combate espiritual es una escuela de conversión del corazón, que a veces también puede necesitar la sanación del corazón, como fue el caso de Ulises. “Hijo, si te acercas a servir al Señor, prepárate para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, y no te angusties en tiempo de adversidad” (Eclesiástico 2,1-2).
 
Los que libremente deciden no entrar al combate ya están derrotados, se quedan en la oscuridad y siguen bajo el yugo de la esclavitud del demonio.
 

Extracto de mi libro testimonial: “Desde el infierno de Ulises al Cielo de Pablo”
Puedes tenerlo
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