Desplazada de Venezuela, aferrada a su fe, una mujer ejemplar rechaza la eutanasia para su hijo

01 de junio de 2018

Ninguna experiencia de abandono, pobreza, dolor, enfermedad, que ha enfrentado han debilitado la fe o la capacidad de amar en Janeth. Su testimonio es un signo ejemplar del ser mujer.

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Janeth Paredes Cabrera es una colombiana de 51 años que no huye de los desafíos. Ni tener que salir de Venezuela o batallar para subsistir en la pobreza, cuidando de un esposo e hijo discapacitados; tampoco se ha dejado doblegar por el desánimo. Es una mujer firme en la fe, cuenta a Portaluz alguien que la conoce bien, Santiago Ballardo, el  párroco de la parroquia ‘Nuestro Señor de los Milagros’ en Santa Marta (Colombia).
 
Después de haber vivido 15 años en Venezuela, la crisis económica en ese país, sumado al agravamiento de la salud de su hijo, le hicieron regresar a su patria, Colombia. Van subsistiendo gracias a la habilidad de Janeth para cocinar. Primero comenzó vendiendo empanadas en las calles y ahora tienen una pequeña panadería. También algunos feligreses de “Nuestro Señor de los Milagros” le han apoyado comenta el cura. Pero la clave, cuenta ella misma a este periódico digital, es “acudir cada día a misa y no olvidar de agradecer al Señor el don de la vida”.
 
Nunca apartarse de Dios
 

 
En Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia, llama la atención a los vecinos del barrio Rodadero Sur, ver a un matrimonio llevando a un joven en lo que parece ser una camilla portátil, pero de creativa construcción casera. Son Janeth y su esposo, llevando al hijo, Carlitos, a Misa.  Carlos Eduardo tiene 19 años y aunque padece cuadraplejia, esta improvisada camilla les permite llevarlo todos los días a recibir a Cristo en la Eucaristía, nos cuenta su madre.  Su mirada es serena y quizá templada por el dolor de ver sufrir a quienes ama, la fe de esta mujer se ha fortalecido. Con la sencillez de los humildes, así nos habla de Dios: “Dios no dio la vida y es Dios el que nos la quita. Dios me ha bendecido mucho porque no es fácil atender a Carlos, no es fácil atender a dos discapacitados”.
 
Sí, dos. Su marido sufrió un accidente de trabajo, perdió el 70 %  de la sensibilidad del nervio ciático al ser aplastado por una retroexcavadora y ahora se moviliza con un bastón. Pero Janeth no se doblega y tras contar esa tragedia vuelve a sonreír, reiterando lo que para ella es importante: “Pase lo que pase nunca debemos apartarnos de Dios, jamás, hasta que la muerte nos separe, aunque vengan pruebas fuertes”.
 
La batalla por la vida de los desplazados
 
Esta mujer colombiana recuerda que en Venezuela por años hubo trabajo y podían sostener a la familia. Fueron 15 años en ese país.  Pero llegó el desastre, los medicamentos comenzaron a escasear, las ambulancias ya no circulaban con regularidad y empezó a preocuparse, dice, por la sobrevivencia de su hijo. En pleno crecimiento infantil -recuerda Janeth- Carlos Eduardo presentó una atrofia cerebral, artritis degenerativa con dolor permanente, quedando cuadrapléjico y en silla de ruedas.  Luego a los 15 años de edad, le diagnosticaron una malformación esquelética y  quedó postrado en su cama.
 
Janeth no sabía qué decisión tomar y fue su hermano quien le dijo: “Usted se va como pueda”.  Ella entonces vendió lo que pudo de las cosas que tenían, dejaron su casa y marcharon de regreso a Colombia.
 
Lo primero que hizo al llegar fue hospitalizar a Carlitos. Su alegría fue abofeteada cuando los médicos sentenciaron la vida del hijo diciéndole: “Ya no se puede hacer nada”, denuncia Janeth. “Ellos lo desahuciaron”, agrega y señala que aunque estaba en shock por la noticia, se repuso, dice, confiada en una certeza que desde entonces se repite mentalmente en los momentos difíciles: “Yo sé que Dios no me abandona”.
 
Recibir al Señor, rezar y confiar
 
El cura párroco Santiago Ballardo destaca el empeño que el propio “Carlitos” -como cariñosamente le llama- puso para recibir su Primera Comunión. Se alegra también el sacerdote por el compromiso de los laicos catequistas que cada semana acudían a la casa del joven para formarle.
 
El propio Carlos confirma los dichos del sacerdote y al preguntarle el por qué insiste en acudir a misa todos los días, sin rodeos responde: “Recibir al Señor, rezar y confiar, esa es mi fuerza” afirma.  Pero la fe de Carlos lo espera todo de Dios y nos confidencia que cuando está allí en la parroquia ante “Nuestro Señor de los Milagros” no se cansa de pedirle a Cristo: “¡Haz que me pueda levantar de esta cama!”
 
Su padre, que está junto a él, interviene agregando un mensaje para los lectores de Portaluz: “Vayan a Misa, no se depriman, porque Dios es muy fuerte y poderoso; con su fuerza nos da muchas cosas”.
 
La seducción del demonio: Eutanasia
 
Por su experiencia con el dolor, con la enfermedad, de su hijo y esposo, Janeth tiene una particular sensibilidad ante quienes gestionan la ley de eutanasia en Colombia: “Ellos no están con Dios, ellos no tienen a Dios en su corazones”, señala categórica.
 
No olvida dice aquél violento momento cuando algunas personas le sugirieron que para evitarse el ver sufrir a su hijo, lo mejor sería que le practicara la eutanasia. “No les dije nada, nada, preferí callar”.

 

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