Un ejecutivo que padeció un derrame cerebral narra que recuperó la salud orando "Jesús en ti confío"

29 de junio de 2018

"Creo que el milagro como tal, existe. Pero el milagro no es magia; para mí el milagro es algo que Dios va dando momento a momento…"

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Una de las tres causas principales de muerte y primer responsable de discapacidades en el mundo son los accidentes cerebrovasculares (ACV isquémico y hemorrágico). El sábado 4 de noviembre de 2006, a los 42 años de edad, el ejecutivo de seguros Jesús Alfonso Angulo Novoa pasaría a engrosar esas estadísticas; justo cuando se encontraba realizando un curso de capacitación en Bogotá, lejos de sus tres hijos y esposa.
 
Al despertar -cuenta a Portaluz- sentía un fuerte dolor de cabeza, pero le restó importancia y sólo tomó un analgésico. Con el paso de los minutos el dolor se agudizó focalizándose detrás del cuello, luego percibió la pierna izquierda algo acalambrada y adormecida. Asustado intentó ponerse de pie y no pudo; tampoco logró articular palabra alguna para advertir a su compañero de habitación. Segundos después al verlo derrumbarse, ese colega pidió auxilio y pronto Jesús era ingresado de urgencia en una clínica donde los médicos identificaron el riesgo mortal debido al ACV trombótico (coágulo obstaculizador en zona estrecha de una arteria) que padecía.
 
Cabe destacar que -según indica la información científica- si el flujo sanguíneo se detiene algunos pocos segundos debido a esos coágulos, “el cerebro no puede recibir nutrientes y oxígeno. Las células cerebrales pueden morir, lo que causa daño permanente” (pulse para ver video explicativo)
 
La fe de su esposa
 
Apenas se enteró de lo ocurrido su esposa viajó a Bogotá. Ella sería fundamental en los acontecimientos que determinarían la evolución de Jesús, quien seguía con riesgo vital y era candidato firme para padecer a lo menos consecuencias invalidantes posteriores. “Recuerdo que mi esposa me leía la Biblia y una oración que decía: «Jesús en ti confío»; y eso era lo único que yo repetía en mi mente: Jesús en ti confío”, confidencia.
 
Aunque se esmeraban en los rezos, con la esperanza puesta en Dios, luego de casi una semana en cuidados intensivos la ansiada recuperación tardaba en llegar. “La información que le dieron los médicos a mi esposa fue clara”, recuerda Jesús, la sanación sería lenta y no podían asegurar si recuperaría del todo sus reflejos, movilidad corporal, el habla, pudiendo padecer algunos daños invalidantes de forma permanente. “Tuvieron que señalizar muchas cosas en mi casa. A las puertas le pusieron puerta, y a la ventana, ventana, silla a la silla. O sea, hubo muchas cosas que a mi tuvieron que colocarlas para que yo las identificara”.
 
Tenía problemas de dicción, también para realizar operaciones matemáticas, le era imposible escribir y dificultad motora en todo el lado izquierdo del cuerpo, entre otras limitaciones.  Como si fuese un escolar, hubo de comenzar a recibir clases. Vivía tensionado por la angustia de querer recuperarse de una buena vez y al poco rato se abandonaba con fe a Dios -“Jesús en ti confío”, volvía a repetir- recuperando la paz, sin perder esperanza. Con el paso de las semanas -recuerda- esos momentos de angustia se fueron distanciando y su calidad de vida mejoraba en la medida que iba logrando pasar más momentos del día orando con esa plegaria tan preciada por santa Faustina Kowalska.
 
Una lección de vida
 
A los pocos días de haber sido trasladado a su domicilio en Cartagena (Colombia) cuenta que una tarde estaba algo ansioso y a pesar de sus limitaciones para desplazarse salió a caminar por un centro comercial, situado a pocos metros de su casa. Allí, tendría una nueva experiencia que lo acercaba al “milagro” que Dios le regalaba, dice Jesús…
 
“En el centro comercial había una persona que llevaba a una joven, de unos 23 años tal vez, parapléjica, en una silla de ruedas. Yo miré lo que estaba ocurriendo con ella y le dije al Señor: ¡Me estás dando una lección de vida! Esta muchacha toda su vida ha estado en una silla de ruedas.  Tú me permitiste tener una vida de éxitos y me colocaste este reto, gracias por esto que me estás mostrando”. 
 
Al meditar y confrontarse, se dio cuenta que Dios le pedía más y él podía dar más: “Comencé a ir encadenando muchas cosas dentro de mi vida espiritual, a ser más cuidadoso en la vida con Dios. Siempre he sido católico, crecí en una familia católica y creo que el milagro como tal, existe. Pero el milagro no es magia; para mí el milagro es algo que Dios va dando momento a momento...", reflexiona.
 
Dar Gloria a Dios
 
La recuperación que tuvo este hombre oriundo de Cartagena sería desde ese instante extraordinaria y se ha recuperado de casi todas sus dolencias. Recuerda muy bien -comenta Jesús- las palabras del destacado Neurocirujano de la Universidad Javeriana, doctor José Enrique Vargas Manotas (imagen adjunta), cuando él le planteaba su anhelo de sanar por completo: “Doctor, le dije, yo quiero terminar todo esto, quiero recuperar mi lado derecho, y él me dijo: «Jesús te voy a decir algo, yo soy un médico y conozco mucho de la ciencia pero hay cosas como esta que no quedan en manos del hombre sino en las manos de Dios; esto que a ti te ha dado y la recuperación que tú has tenido ha sido básicamente porque has tenido mucha fe y mucha confianza en Dios, esta situación... solamente ha dependido de Dios, no ha dependido de manos del hombre»”, recuerda.
 
Otro médico, en Cartagena, agrega, supo de su caso y le pidió si podría facilitarle todo su historial clínico con fines de investigación. También este hombre de ciencia daría honor a Dios. “Ver tus exámenes iniciales y verte a ti en este momento, definitivamente es de Dios, porque con esa trombosis múltiple que a ti te dio, es para que no hubieras recuperado muchas cosas que tú has recuperado en este momento”, señala Jesús que le dijo. 
 
El proceso vivido ha fortalecido la fe no solo de Jesús. Hoy toda la familia son miembros activos de la vida comunitaria de su parroquia y agradece dice esta oportunidad de dar testimonio en Portaluz y así “dar el poder y la honra a Dios porque permitió que mis hijos pudieran tener a ese padre que iba a estar pendiente de ellos… Nosotros, tan pronto nos levantamos, lo primero que hacemos con mi esposa es arrodillarnos y darles gracias a Dios (…) Hay que tener plena confianza en Dios, buscar los caminos de Dios.  No es uno que llega al Señor, sino que el Señor lo llama a uno, y cuando Dios le da a uno la oportunidad de conocerlo se da cuenta de las maravillas que obra. Debemos pedirle a Dios: Señor, tómame, has de mi un instrumento tuyo”.

 

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