Una apasionante experiencia de Dios en territorio Maya

17 de agosto de 2018

"…tienen muy poco, mucho menos que suficiente para nuestros estándares. Pero tienen a Dios y no sienten que les falte nada".

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En San   Lucas Tolimán aquél 6 de junio de 2012, las calles por donde pasaría el cortejo fúnebre apenas podían contener a los fieles que despedían a su querido “padre”, el misionero venido de Minessota que se hizo eco de la deuda de justicia del pueblo Maya, Monseñor Greg Schaffer.

En la gran carroza donde depositaron el ataúd, no solo le custodiaban figuras de ángeles y flores. Por los costados, la comunidad del lugar escribió lo que significaba el misionero para ellos: “No vino a ser servido sino a servir”; “Siervo bueno y fiel”.
 

Enviado por la diócesis de New Ulm (Minessota, USA) el joven misionero Greg llegó en 1963 como párroco a territorio Maya, en San Lucas Tolimán (Guatemala). Desde un primer momento supo ver en la realidad de los fieles que llegaban a misa, el rostro de su Cristo y se hizo parte de ellos. Comenzó entonces programas en educación, salud, construcción, cultivo y comercialización de café, así como un programa de visitantes invitando a misioneros de los Estados Unidos a caminar junto a la gente y la cultura de San Lucas.  Tras el fallecimiento de padre Greg los “Amigos de San Lucas” han continuado la misión.

Este es el relato de Krista Steele una de esos “Amigos…”, escritora, terapeuta, quien este año 2018 decidió seguir descubriendo a Cristo, en los habitantes del territorio Maya:
 
Inicia la aventura
 
Junto a mi esposo Jeff y cuatro de nuestros amigos llegamos en junio a la Misión de San Lucas Tolimán, Guatemala, cansados y con los ojos muy abiertos después de un largo día de viaje… en autobús, desde el aeropuerto.
 
Guatemala estaba a un mundo de distancia de nuestras vidas en los suburbios de Columbus, Ohio (USA). Las vistas de San Lucas Tolimán eran conmovedoras mientras caminábamos desde nuestro sencillo hotel para cenar en la polvorienta biblioteca de la misión.

Como no estaba preparada para la vida misionera, quise saber más escuchando a quienes fueron llamados a vivir esta vida durante meses y años.
 
Vivir como misionero
 

Justo cuando empezaba a entender el trabajo duro y la vida sencilla de San Lucas, las misioneras Abby, Hannah y Cecilia aceptaron sentarse una noche después de la cena y responder a mis preguntas sobre su trabajo. Siempre me había preguntado acerca de la vida como misionera. Me sentía llamada a servir a la gente de todo el mundo, pero quería escuchar de estas mujeres acerca de cómo era realmente esta vida.
 
“Nunca fue mi plan ser voluntaria de largo plazo”, me dijo Hannah. “He estado aquí por casi nueve meses, aunque mi plan original era quedarme por seis, pero así es como se dan las cosas”, agregó. Al egresar de la universidad había trabajado un año y se sentía insatisfecha; así es que reaccionó de inmediato, dice, cuando sintió que el Espíritu Santo la llamaba a vivir la obra misionera.
 
Los voluntarios de largos períodos son en su mayoría estudiantes y recién graduados, que pasan aquí parte de su vida antes de postular a la escuela de medicina o programas de postgrado. Son desarrolladores de software, trabajadores sociales y empresarios. No ganan dinero durante su tiempo en la misión, y pagan 100 dólares al mes por una habitación compartida en una casa que está llena de otros misioneros.
 
Cecilia y Abby coincidieron en que -al examinar sus propias vidas en América- tuvieron el deseo de servir por un corto plazo. Pero Cecilia pasará al menos un año en San Lucas sin planes de regresar a los Estados Unidos, mientras que Abby planea regresar en el otoño para estudiar en la Universidad Estatal de Ohio.
 
El trabajo que hacen los misioneros

Cecilia enfatiza la diferencia entre ayudar y servir. “Cuando ayudamos, nos ponemos por encima de los demás. Cuando 'servimos', trabajamos junto a ellos”, sentencia.

Todas las mañanas, cuando se presentaban en un lugar de trabajo pude ver a los misioneros de largo plazo tomar el trabajo pesado como acarrear tierra, mezclar cemento y labrar la tierra. Iban con alegría y humildad durante horas y horas. Los viernes a las 4:30 todo el trabajo se detiene y estos misioneros se reúnen con los trabajadores locales en el campo de fútbol para una tarde de juego y travesuras amistosas.
 
Cuando les pedimos que comentaran cuáles eran sus momentos favoritos del tiempo que han vivido y trabajado con la gente de Guatemala, la palabra que las tres mujeres dijeron fue: alegría, la alegría de la gente. Ya sea en procesiones por la calle los días festivos, durante la misa de la vigilia pascual, cuando se levantan las paredes de madera para una pequeña casa o en medio de un día de trabajo ordinario, la alegría de la gente, decían, es tangible de una manera diferente a todo lo que se puede experimentar en los Estados Unidos.
 
“Tienen a Dios”, comenta Cecilia. En comparación con nosotros, la gente de Guatemala tiene muy poco, mucho menos que suficiente para nuestros estándares. Pero tienen a Dios y no sienten que les falte nada.

Consejos para quienes estén considerando la obra misionera
 


Hacia el final de nuestra conversación, les pregunté qué dirían a quien esté considerando su llamada a la obra misionera. Espero que sus respuestas sean reconfortantes y convincentes.
 
Hannah propone “abrirse al Espíritu Santo… Si esto es lo que estamos llamados a hacer, entonces el Espíritu Santo nos quitará el miedo”. “El diablo -prosigue reflexionando Cecilia- pondrá muchas dudas en ti siempre que quieras algo bueno. Si Dios te quiere en alguna parte, te llevará allí. La experiencia te cambia a ti más de lo que cambia a la gente”, aseguró. Finalmente, Abby compartió una sencilla pregunta que ella misma se hizo y me ha quedado grabada desde entonces: “En 50 años, ¿me arrepentiría de no haber hecho esto?”
 
 
Si usted está interesado en visitar o donar a la “Misión Amigos de San Lucas” iniciada por el padre Greg (qepd), visite el sitio web de la misión pulsando aquí.

 

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