Carismas (Primera Parte)

27 de diciembre de 2013

Compartir en:



Uno se pregunta la razón por la cual genera rechazo en algunos sectores de la Iglesia, la sola mención del término " carismas", y la respuesta más cercana a la realidad se debe a tres motivos: desconocimiento del tema, excesos cometidos y celos en los mismos integrantes de la Iglesia. Tres razones que debemos considerar, pues las utiliza el enemigo para dividirnos.
 
El primer concepto que te invito a asimilar es que Jesús no regala carismas a nadie, sino que los "encomienda" con la finalidad de seguir construyendo su Iglesia. En el Evangelio de Lucas (10, 20) Jesús le dice a los discípulos que no se alegren porque expulsan demonios, les pide que se alegren porque sus nombres están escritos en los cielos. En Isaías (49, 16) el Espíritu nos habla a través del profeta y nos dice que nuestros nombres están escritos en la palma de la mano de Dios.
 
No es lo mismo que yo te regale mi auto a que te encomiende mi auto; en el primer ejemplo mi auto cambia de dueño: ya no es mío; en el segundo el auto no cambia de dueño: sigue siendo mío. Existe otra diferencia que es fundamental: si el auto ya no me pertenece, me desentiendo acerca de lo que haga con él su nuevo dueño; pero si sigo siendo dueño me deberán dar cuentas de lo que hacen con mi vehículo.
 
Todo carisma que Dios encomienda requiere el "si" del hijo elegido. Entiéndase el término "elegido" como… "hijo mío, Yo te elegí para que veas con tus ojos lo que Yo hago". Lo que hace Dios y no lo que haces tú.
 
Si Dios te elige para encomendarte un carisma, y lo aceptas, tu responsabilidad con el Señor es grande, pues a Él deberás dar cuentas. Esto supone un camino de Iglesia frecuentando todos los sacramentos, especialmente la reconciliación por lo menos mensual y dirección espiritual con un sacerdote. Todo lo que Dios hace a través de sus instrumentos, es para Su gloria y no para la gloria del instrumento.
 
Para que quede aún más claro: Dios no necesita pasar a través de alguien para actuar, no es así; Dios comparte Su gloria (sanaciones, liberaciones, etc.) con nosotros, y nosotros vemos con nuestros propios ojos Su gloria. Ese es el regalo: que Dios nos comparta Su gloria, que nos haga partícipes de su obra.
 
Así que nadie se sienta importante porque tiene encomendados carismas por el Señor, porque el único importante es Él.
 
Otro punto es que la base de los carismas es la fe carismática, la fe que no admite la menor duda, la fe que mueve montañas, la fe de San Pablo cuando resucitó a Eutico, ese joven que se cayó del tercer piso cuando Pablo estaba hablando ( Hechos 20, 9-12 ). La gracia supone la naturaleza humana; lo sobrenatural (gracia) supone lo natural (mi humanidad), y si mi naturaleza humana está cerrada a la gracia, resulta imposible la entrada de Dios a mi vida; simplemente no lo dejo entrar: yo decido que no entre. Por ello Jesús decía que cuando entró en Cafarnaún hizo pocos milagros… pues allí había poca fe. Es decir, muy poca gente lo dejaba entrar a sus vidas. Por esto en las jornadas y retiros lo primero que se intenta es que los hermanos se abran al Espíritu Santo, abran sus corazones al Espíritu de Cristo, sean dóciles a Dios.
 
El segundo concepto se desprende del primero: existen hermanos que inventan carismas para su propia gloria; son hermanos que necesitan de la corrección fraterna pues buscan la permanente aprobación de los demás. Son personalidades enfermas que debemos ayudar, pero la ayuda no la pueden tener en los grupos de oración, pues precisamente es esa actitud enferma la que trae conflictos en el grupo. Hay que ayudarlos de manera personal, con corrección fraterna, para que sientan que el desorden que provocan en sus hermanos con sus actitudes enfermas les puede traer como consecuencia la desafectación del grupo de oración. La ayuda la debe dar el hermano más capacitado: el servidor o aquél que designe el servidor. El sacerdote es la última instancia.
 
El tercer concepto es tan real como lamentable. Los celos y las envidias (Carta a los Romanos 2, 1) nos aplastan, pues molesta que el Señor elija a otro hermano para encomendarle carismas. San Martín de Porres se santificó de manera distinta a la que se santificó Santo Tomás de Aquino; y los dos son santos.
 
Alegrémonos con los carismas de los hermanos y aumentemos la oración por ellos; es que todas estas miserias humanas surgen por la falta y muchas veces ausencia de oración. Nos afanamos en el activismo y nos olvidamos del motor de la existencia: la oración.
 
Recordemos que Satanás actúa en los dos extremos; por defecto y por exceso: o estamos totalmente alejados de Dios o vivimos en el activismo absoluto que nos aleja de los deberes de estado y de la oración personal.
 
Por último, a los carismas hay que desearlos; no se sienta mal si usted desea tener encomendados carismas, siéntase mal si deseando carismas no sigue lo que Dios le pide: camino de Iglesia.

 

Compartir en:

Portaluz te recomienda