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La dramática experiencia de abuso sexual, aborto, posesión y liberación de Terese Piccola

17 de diciembre de 2019

"El verdadero desafío de la posesión era rechazar todas las cosas que me habían separado de Dios".

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Creció, relata Terese Piccola, en un hogar italoamericano en los suburbios de Nueva York; luego vino el matrimonio y la maternidad, criando a cuatro hijos, además de ser una activista pro-vida en su parroquia. En testimonio al NC Register relata que fueron años donde también soportó en silencio diversos padecimientos espirituales, emocionales y físicos. "Por fuera, yo era la madre perfecta, la esposa perfecta. Por dentro, sin embargo, estaba quebrada; y lo que es peor, pensaba que me lo merecía".

Su mundo se descompuso cuando fenómenos diabólicos extraordinarios comenzaron a manifestarse, primero como ataques contra sus hijos y luego hacia ella. Batalló durante un año y medio apoyándose en un psicólogo clínico -experto en casos de posesión-, y finalmente la gracia de Dios fue el remedio, mediante el rito solemne del exorcismo.
 
Puertas abiertas

Piccola cree que la primera puerta de entrada, para lo que luego se manifestaría como posesión demoníaca, fue el abuso sexual. "Cuando tenía 6 o 7 años fui abusada sexualmente en dos ocasiones diferentes (…) Estaba tan avergonzada y temiendo verme envuelta en problemas, que nunca les dije a mis padres". Cuando tenía 13 años, Terese de nuevo fue "violada repetidamente", relata.

Como tantas otras víctimas de abuso, la adolescente buscó maneras de escapar a la realidad de su abuso. Así abrió una segunda puerta -dice- al no poner reparos cuando sus amigos le invitaron a incursionar en el ocultismo. "Participé en sesiones de espiritismo e hipnotismos con amigos, pero creo que la actividad más determinante fue el tablero de Ouija cuando tenía 18 años. Mis hermanas y yo lo usamos una noche en la casa... Después de ello ocurrieron muchos sucesos extraños en la casa: el grifo del agua se abría y cerraba solo, los pasos en las escaleras y los muebles se movían mientras no había nadie en casa. Luego, mi curiosidad por lo oculto se extendió a ver los horóscopos, adivinos y lectura con cartas del tarot", recuerda Terese y confidencia aún más: “Incluso cuando regresé a la Iglesia, antes de casarme, nunca confesé estas cosas. Supongo que no me daba cuenta de que eran actos pecaminosos y ciertamente no creí que fueran portales del mal".
 
El aborto fue otra "puerta abierta"
 
"Tuve un aborto cuando tenía 17 años", revela esta madre, recordando los hechos acaecidos en el último año de secundaria, de los cuales sus padres nada supieron. “Después de cargar tanta vergüenza desde la infancia, no podía soportar decirles que era sexualmente activa y estaba embarazada. Después del aborto, me volví bulímica, sexualmente promiscua, deprimida, más obsesionada con el ocultismo".

Años después, el peso de esta tragedia le llevó -señala- a ofrecerse como voluntaria pro-vida en su parroquia, buscando expiar por aquél acto. Sin embargo, la relativa paz se quebró de nuevo cuando su hijo menor comenzó a tener pesadillas violentas e inexplicables. Terese y su esposo pidieron al párroco que bendijera su hogar. Las pesadillas desaparecieron un tiempo, pero luego regresaron.  De tal forma que el sacerdote les aconsejó que contactaran al exorcista diocesano. Fue a través de este exorcista, en una misa de sanación -recuerda Terese-, que descubrió era ella el conducto de las opresiones demoníacas de su familia.

Posesión

Gracias al discernimiento del sacerdote exorcista junto con la asesoría de un psiólogo clínico, Terese podría finalmente tener claridad: Ella estaba poseída por el demonio. Sobre  su experiencia aclara: “A Hollywood le encanta representar a una persona poseída de una manera muy dramática. Creo que esto no es bueno ya que al enemigo le encanta estar en el centro de atención y con glamour. Le prestamos demasiada atención. Puedo asegurarles que mis ojos nunca sangraron, mi cabeza nunca dio vueltas y no parecía que estuviera en un estado de psicosis. Francamente, fuera del cansancio extremo -que hizo ver mi cara alterada-, nadie hubiera sabido que estaba bajo esa esclavitud terrible", comentó.

“Mucho de lo que me pasó -prosigue- fue interno. Siempre estaba en un estado de inquietud y soledad. A veces se manifestaba durante la misa… mi cuerpo temblaba y temblaba terriblemente, pero no hasta el punto de causar una gran escena".

Los exorcismos de Terese
 
 
Terese requirió recibir el rito del exorcismo una vez por semana durante más de 18 meses, en sesiones de hasta tres horas. En esos días, ella y el equipo de liberación (que incluía al psicólogo clínico y a un grupo de laicos que estaban allí para orar y apoyar -a veces físicamente-, al exorcista en su trabajo) siempre comenzaban yendo a misa. Después de la misa, rezaban la Coronilla de la Divina Misericordia. Terese se sentía conmocionada porque no lograba rezar esta oración. Hoy piensa que era el demonio quien buscaba llevarla a la desesperación intentando alejarla del rito del exorcismo a punto de comenzar.

Después de oraciones adicionales de protección para el grupo, el exorcista iniciaba la Letanía de los Santos. Era en este momento cuando los demonios que la poseían comenzaban a manifestarse, recuerda esta madre. "Cuando las sesiones comenzaban, estaba dentro y fuera de la conciencia", relata Terese, indicando que "es difícil de explicar, pero en realidad no estaba inconsciente. Creo que lo más parecido a esto es cuando tomas un medicamento antes de un procedimiento quirúrgico y te pone en un estado crepuscular".

Durante las sesiones, añade, cuando los demonios se manifestaban, “mostraba una fuerza superior a mis capacidades, mis ojos se volvían hacia atrás, mi voz cambiaba. A menudo sentía o escuchaba estas cosas, pero los demonios tenían control sobre mi cuerpo y no podía evitar que sucedieran. Me sentía atrapada dentro de mí misma y era aterrador".
 
Pero al paso de las sesiones pudo ir fortaleciéndose en la paz, con la certeza de saber que nada ocurre sin que Dios lo permita.  “Solo recuerdo fragmentos de las primeras sesiones. Luego cambió, y noté que tenía mucha más conciencia de las cosas. Una vez que comenzaban las oraciones, no podía moverme o responder, excepto cuando el padre me hablaba directamente, pero podía escuchar y ver cosas. Los demonios se apoderaban de mi cuerpo y mi voz para manifestarse. Por mucho que trataba de recuperar el control, terminaba exhausta. Mi voz cambiaba a medida que se manifestaban ciertos demonios, y podía sentirlos cambiar en mis cuerdas vocales. A veces la fuerza al expulsar el sonido era tan grande como dolorosa. A menudo percibía cuándo estaba por ocurrir algún movimiento importante. De alguna manera podía sentirlo y trataba de luchar contra él, pero de repente me empujaba hacia arriba o mi cabeza era sacudida agresivamente de un lado a otro. Hubo momentos en los que pensé que mi cuerpo simplemente se rompería”.

Entregarse a Dios para ser liberada
 

Fundamental para que Terese Piccola pudiere abrirse a la liberación fue mirar su falta de perdón y la permanente actitud de intentar tener ella el control. “Tuve que aceptar que esta no era mi pelea. Tuve que cooperar con Jesús, dejándolo tomar el control. Fue muy duro. Es un compromiso diario, a veces por hora, de no rendirse, entregarse, confiar".

"El verdadero desafío de la posesión era rechazar todas las cosas que me habían separado de Dios", dijo Terese. “La liberación ocurre cuando hay una voluntad de cambiar. La persona debe querer ser liberada. No es un truco de magia donde un sacerdote entra dramáticamente y ahuyenta a los demonios. Se necesita el rechazo total del mal y el deseo del bien. Dios nos quiere completamente restaurados".

Nadie está al margen de la misericordia

El año pasado Terese fue liberada completamente de la posesión demoníaca y tomó entonces la misión que Dios le confió, dice, de rezar por los sacerdotes. “Jesús mismo nos dice que algunos demonios solo pueden ser expulsados ​​a través de la oración y el ayuno (Marcos 9:29). Experimento eso a diario. A medida que crece mi relación con Dios, aprendo que tengo un papel que desempeñar en esto: Dios espera que coopere, que haga mi parte y luche”.

“Nosotros también debemos mirar a la Iglesia como el Cuerpo herido de Cristo. Tenemos el poder de orar, y a través de esa oración sanar y reparar. Sin embargo, al hacerlo, tiene que haber una aceptación de responsabilidad, especialmente cuando se ha producido un escándalo. Nadie está al margen de la misericordia de Dios. Cada uno tiene un propósito único. Atamos las manos de Dios, sin embargo, mediante el rechazo de su misericordia", reflexionó Terese.
 
 

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