"En Perú vi a Dios, lo toqué con mis manos y sentí una extrema alegría", afirma un joven comunicador andaluz

10 de diciembre de 2020

Esta experiencia fue para el oriundo de Sevilla, la guinda de una torta horneada en el cielo… "Lleno de miedo, pero confiando en que si era de Dios sería mi felicidad, decidí ingresar como seminarista".

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Javier Llorente es un apasionado del mundo audiovisual, tanto -afirma- “que llegué a confundirlo con mi vocación y por mucho tiempo estuve convencido de que había nacido para ser productor o realizador audiovisual”. Sin embargo, el Señor le deparaba otro camino: el sacerdocio.
 
Una familia de profundas raíces católicas, amante de las tradiciones religiosas que han cimentado la cultura de Andalucía, nutre la fe de Javier desde sus primeros años. Hoy se siente honrado de ser hermano cofrade en la Archicofradía “Hermandad de la Quinta Angustia” de Sevilla (Andalucía, España), la cual fue fundada en el 1500 y por siglos realiza estación penitencial en Jueves Santo de su paso ‘Cristo del Descendimiento y Virgen de la Quinta Angustia’ (ver abajo fotografía).


 
Fue durante la Universidad cuando experimentó el salto a la fe adulta, porque “durante este tiempo el joven decide verdaderamente qué clase de persona quiere ser”, reflexiona Javier y recuerda que de niño se planteó vagamente la vocación sacerdotal. Sin embargo, durante su etapa escolar fue rechazando esta idea. “No me gustaba que me llamaran el ‘curita’ cuando hacía de monaguillo”, confidencia.
 
Fue así como esa llamada quedó pronto silenciada por experiencias más llamativas y emocionantes, hasta que en tercero de carrera -Comunicaciones- llegó al culmen del éxito. “Conseguí una beca para ir a estudiar a Estados Unidos y luego, conseguí trabajo en Chicago, dinero, amigos, planes... Incluso gané el premio Emmy en la categoría estudiantil. Estaba en la cresta de la ola, pero algo me faltaba, no era capaz de sentir plenitud”.
 
Entonces, Dios puso entonces en su camino a un sacerdote que le invitó a vivir una experiencia misionera en Perú, durante la cual “vi a Dios, lo toqué con mis manos y sentí una extrema alegría; una sensación nueva en mí”, afirma este joven andaluz. Este cambio de mirada le animó a comenzar un proceso de discernimiento vocacional que concluyó con dos hitos en la vida espiritual de Javier: su participación como voluntario en la JMJ de Panamá y una peregrinación a Tierra Santa.
 
Después de todo aquello “no podía aplazarlo más. Lleno de miedo, pero confiando en que si era de Dios sería mi felicidad, decidí ingresar como seminarista”. Además, este seminarista agradece a dos instituciones sin las cuales no hubiera dicho sí a su vocación sacerdotal. Se trata de la Hermandad de la Quinta Angustia y de la Universidad Loyola Andalucía. “En una colaboraba como miembro de la Junta de Oficiales y en la otra trabajaba como productor audiovisual, pero en ambas veía a Dios cara a cara”.
 
Una vez en el Seminario todas las aspiraciones mundanas desaparecieron, “solo busco ser feliz y poder entregarme por entero allí donde lo manden”, finaliza.
 

Fuente: Arquidiócesis de Sevilla
 

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