Científico Luis Chiva de Agustín: «El Reconocimiento Natural de la Fertilidad no es solo para cristianos»

02 de agosto de 2021

"La sexualidad pone en juego la parte más íntima de nuestro ser, corporal y espiritualmente. Separarlo de la afectividad nos convierte en proveedores de placer, o animales sin alma que buscan satisfacer un instinto", destaca en la siguiente entrevista el doctor Luis Chiva de Agustín, destacado científico, especialista en Ginecología y Obstetricia.

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La Universidad de Navarra acoge el próximo septiembre un interesante y multidisciplinar simposio dedicado al Reconocimiento Natural de la Fertilidad. Un encuentro, al que se puede asistir de manera gratuita, no sólo dirigido a quienes trabajan en el ámbito sanitario o de orientación familiar sino a todo el mundo que tenga interés por conocer “las dimensiones antropológicas, afectivas y biológicas del Reconocimiento Natural de la Fertilidad (RNF) como instrumento de una realidad mucho más amplia enmarcada en la Teología del Cuerpo”.

Con motivo de este simposio, el digital español Omnes ha entrevistado al doctor Luis Chiva de Agustín (en imagen abajo), especialista en Ginecología y Obstetricia de la Clínica Universidad de Navarra y uno de los impulsores de este encuentro. La dimensión integral de nuestra realidad sexuada, la falta de formación e información sobre estos medios naturales y, evidentemente, el programa del Simposio han formado parte de esta conversación.



Al desligar la sexualidad de la integridad de la persona se llega a un utilitarismo o biologicismo: considerar el sexo como “una experiencia más que hay que tener” o, por el contrario, un mero acto biológico sin consecuencias en la psique de las personas. ¿Qué significa realmente la realidad sexuada en la vida de una persona, varón o mujer?
Hay que considerar la sexualidad como la cualidad maravillosa de cada persona, de ser hombre o mujer, que impregna nuestras acciones, nuestras relaciones personales, todo nuestro día a día. Y se convierte en una manera concreta de ser, de estar y de relacionarnos. Comprender la grandeza de nuestro propio cuerpo, verlo como el don que es, es una tarea que comienza, por supuesto, en la familia, que es donde el hombre aprende todo sobre sí mismo. Enseñar a los niños desde pequeños la grandeza de nuestra corporalidad, de nuestra sexualidad, como un don intrínseco a la persona, que forma parte de nuestro ser, pone en valor la entrega al otro que sucede cuando ellos lleguen a formar sus propias familias, y sean conscientes de que se entregan por completo al otro, al que reciben también de ese modo, como un regalo, admirando todo su valor como la persona que se compromete con uno mismo en un proyecto de vida.
Este enfoque excluye, necesariamente, cualquier sentimiento de posesión, de apropiamiento, de utilización del otro como mero objeto de placer. Lo coloca en una órbita de una dignidad gigante, estratosférica. Separar la sexualidad de la integridad de la persona hace un daño profundo.
La sexualidad pone en juego la parte más íntima de nuestro ser, corporal y espiritualmente. Separarlo de la afectividad nos convierte en proveedores de placer, o animales sin alma que buscan satisfacer un instinto. Supone en cualquier caso una degradación de nuestra propia dignidad personal. Del mismo modo que no podemos separar nuestro cuerpo de nuestra alma, no podemos separar el sexo del afecto. Nuestras relaciones sexuales implican todo nuestro ser, lo material y lo espiritual también. Son nuestro modo de hablar de amor con entrega total, que nos implica completa e incondicionalmente. Y tienen además una característica esencial, que las hace únicas. Me refiero a la posibilidad de transmitir la vida, de que nuestro amor sea tan cierto, tan concreto que a los 9 meses haya que ponerle nombre. Es algo tan grande que choca frontalmente, brutalmente, con el enfoque de aquellos que consideran la fertilidad como un efecto secundario no deseado de nuestra sexualidad.

¿No cree que la generación “post pildora” crece con la idea de que no es posible “pensar” las relaciones sexuales sino tan sólo “sentirlas” o vivirlas?  
La generación “post píldora” ha crecido pensando que la revolución del 68 ha supuesto una liberación para la mujer. En realidad, lo que ha hecho es transmitir toda la responsabilidad sobre la posible fecundidad de las relaciones sexuales sobre la mujer. De este modo, si una mujer queda embarazada tras una relación sexual, la “culpa” es suya por no haber tomado anticonceptivos. Y si su carrera profesional se trunca por ese embarazo, o no puede conciliar fácilmente su vida familiar y laboral, culpa suya también. Las relaciones sexuales forman parte del lenguaje con el que los hombres y las mujeres hablan del amor de donación total. Implican a toda la persona, a ambas personas, en su dimensión corporal y espiritual también. Si sólo se “viven” o se “sienten” sin pensar lo que comprometen (la entrega de la intimidad, las consecuencias que la acompañan, el significado más profundo de la relación, etc) se produce una fractura en el interior de la persona. Nos sentiremos utilizados, banalizados.



El RNF se sustenta, en cierta medida, en una antropología y visión del hombre concordante con la antropología cristiana pero, ¿es sólo para quienes son cristianos, por decirlo de algún modo?
El reconocimiento natural de la fertilidad no es solo para cristianos. La visión cristiana de la sexualidad se enraiza en una concepción del hombre que pertenece al propio Hombre, no a los cristianos. De algún modo, los cristianos comprendemos que esta visión encaja con el “libro de instrucciones” con el que venimos de fábrica… Obviamente, en la sociedad actual hay muchas personas que no comparten esta visión, y se plantean la sexualidad de un modo utilitarista, como hemos comentado antes. Los métodos naturales no encajan en el día a día de quien se plantea sus relaciones sexuales al margen de la afectividad. Pero hay muchas personas que, sin ser cristianas, sienten que en sus relaciones sexuales comprometen mucho más que un rato de placer. Cualquiera que sienta esto puede sentirse atraído por los planteamientos que mostramos en el Simposio, o  al menos, intrigado…. Pienso que si se tiene esa sensibilidad se puede descubrir un mundo de una belleza inabarcable.

El próximo septiembre ¿cómo se abordará este tema?¿en qué aspectos se centrará el Simposio?
El RNF es una herramienta diagnóstica con la que contamos que traduce una visión de la sexualidad humana como una característica única, maravillosa de las personas, que pone en valor nuestra corporalidad, como integrante indisoluble de la persona humana. Entender todo lo que subyace detrás de esta manera de entender al hombre, su modo de ser sexuado, de amar con el cuerpo y con el alma, enriquece a la persona y pone en contexto el estudio de la fertilidad de la pareja.
Abordaremos el estudio del RNF desde diferentes vertientes. No sólo nos centraremos en la dimensión científica sobre los métodos diagnósticos con que contamos, su eficacia, cómo mejorar y hacerlos más accesibles. También abarcaremos los aspectos antropológicos en que se basan,  la visión integral de la persona, ser sexuado con una dimensión corporal inseparable de su dimensión más espiritual.
Y, por supuesto, vamos a dedicar una parte importante del Simposio a la parte pedagógica. No sólo a cómo enseñar y transmitir estos métodos, sino también a cómo explicar su porqué: en la familia, en la escuela, en la Universidad, en la vida.


Fuente: Omnes
 

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