La comunión de los divorciados

17 de octubre de 2014

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La Comunión es el Cuerpo Verdadero y la Sangre verdadera de Cristo, querido lector. Supongo que lo sabe bien… Yo no lo creía, hasta que un día vi como un pobre poseído se enfurecía brutalmente ante el Santísimo expuesto en una custodia. Ahí se me abrieron los ojos, los oídos y todo lo demás… Fue una espantosa experiencia, pero le aseguro que aprendí más presenciándola que si hubiera hecho mil tesis en teología. El demonio existe y reconoce a Jesús en un trozo de pan. Lo ve, lo teme… Y le espanta.

Jesús está vivo: lo está en un trocito de pan consagrado y es EL MISMO que andaba por Galilea, sin diferencia alguna.

Es entonces triste no poder comulgar… ¿Quién es digno de recibir a todo un Dios en su boca? Nadie. Sólo los santos lo son… Y a pesar de ello, los demás comulgamos. Yo la primera, aunque no esté divorciada y vuelta a casar. A mí me sostiene la Confesión. ¿Qué haría sin ella? Y aún así me siento indigna de comulga. Felices las almas que tienen la alegría de comulgar todos los días con la conciencia tranquila...

Los divorciados católicos vueltos a casar sufren por no poder comulgar y son muchas las amistades que se me quejan por ello. “Nuestra religión es cruel con nosotros”, me dicen.

Pero eso es falso, querido lector: la Iglesia no es cruel con los divorciados. No lo es con nadie: nos ama, protege y enseña como una Madre que conoce a Dios. Y por eso nos da un regalo abismal del que se habla poco: la Comunión Espiritual.

¿Sabía que durante siglos no se comulgaba en los conventos más que una o dos veces al año? ¿Sabía que hasta principios del siglo XX en miles de comarcas, pueblos y hasta ciudades, se permitía comulgar tan sólo una vez por semana? Así era… Y la gente, profundamente creyente, comulgaba espiritualmente y se llenaba de Dios.

Son muchas las veces que lo he hecho yo así. Es muy dulce comulgar de deseo: sólo entonces se depende de Jesús, de su Misericordia y de su Gracia. A veces, en mis viajes por Asia era para mí imposible comulgar en semanas –zonas hinduistas-, lo que me entristecía profundamente. Entonces lo hacía espiritualmente. Si no hubiera conocido este regalazo que nos ofrece la Iglesia católica, (La Comunión Espiritual), no hubiera podido sobrevivir a muchos acontecimientos con paz...

Un día, orando ante el Santísimo, tuve conocimiento de la inmensa dulzura que es la Comunión Espiritual… Sentí que el Corazón de Jesús se unía al mío. Desde entonces para mí toda ciencia teológica es el amor y la unión de mi alma con Dios por Jesucristo. Ahí está mi Todo, y no deseo saber más.

Por favor, corra hacia la Comunión, ya sea en la boca o espiritualmente. Vuele hacia Ella. Ahora ya le he contado que la Comunión Espiritual es muy poderosa también… Y es para gentes hermosas a los ojos de Dios, como los divorciados vueltos a casar.

Nunca olvide que la Iglesia es un hospital de pecadores, no una casa de santos.



Fuente: Religión en Libertad

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