Enferma y al borde de la muerte, tras enterarse que su esposo era adúltero, conoció el Purgatorio

10 de marzo de 2017

La experiencia y opción de esta mujer da razón a la esperanza que lo espera todo de Dios, con fe, aunque la tormenta parezca imponerse.

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Sandra Ortiz es una psicóloga colombiana que ya transita por los 40 años de edad. Creció en un hogar católico y desde muy pequeña, dice, tiene “conciencia de haber padecido persecuciones del enemigo (demonio)”. Estas experiencias espirituales que ahora narra en Portaluz, se hicieron extremas cuando hace algunos años descubrió que su esposo le era infiel, enfrentó la enfermedad, experimentó la muerte y conoció el purgatorio…
 
Tras casarse Sandra fue madre de 4 hijos. La muerte inesperada de su primera hija, trajo para ella y su esposo una experiencia de Dios… “Nos llevó a buscar al Señor, refugiarnos en Él y en ese refugiarnos en el Señor terminamos conociendo mucho de la iglesia, de lo que era vivir en comunidad, de lo que era el servicio”, recuerda Sandra, destacando que “a través de este servicio el Señor empezó a llenar a mi esposo de muchos carismas y dones”.
 
Sin embargo, con el paso de los meses su marido fue cambiando los hábitos cotidianos y esto no pasó desapercibido para Sandra. Sufría, pero al mismo tiempo se culpaba en su conciencia de ser quizás celosa, de juzgarlo o estar cayendo en una trampa del demonio, pero los hechos estaban ante sus ojos. “Excusándose en el servicio a la comunidad mi esposo empezó a desatender nuestra familia, se escondía para hablar por teléfono, recibía llamadas extrañas en horas de la madrugada, esto y otras cosas más me generaban sospecha”, recuerda Sandra.
 
El alma puesta a prueba
 
Ella buscaba el diálogo y su esposo lo evadía. Sandra tenía plena conciencia que había prometido a Dios cuidar del matrimonio, y llevaba la cruz. Por aquél tiempo, puntualiza, “me sentía culpable” por dudar de él. Recuerda que incluso Dios le mostró muy claramente en un sueño lo que estaba pasando… “soñaba que estaba muy angustiada, con mucha tristeza por mi esposo y en ese instante se me aparece un hombre grandísimo muy bien parecido -yo sabía que era el enemigo, que era el maligno- y se reía de mí, se burlaba; me decía: «Yo soy el espíritu del adulterio y he entrado en tu casa»…”.

Tras despertar de aquél sueño nada cambió. Ella seguía culpándose por dudar de su marido, aunque la infidelidad era casi evidente. Así las cosas se fueron deteriorando el estado anímico y la salud física de Sandra. Primero tuvo la gastritis, luego crisis de ansiedad, una tristeza permanente. A veces temía perder el sentido de la vida y se aferraba a su “rezo diario del rosario, la eucaristía y visita al Santísimo”, pidiendo auxilio a Dios para su familia, su esposo y ella misma.
 
En aquél período también le detectaron cálculos a la vesícula, cuya cirugía primero se retrasó y luego su estado funcional se complicó debiendo ser intervenida por los médicos en tres ocasiones sucesivas. Tras ese tránsito, ya de regreso en casa, escuchó por la noche a su esposo conversando al teléfono con otra mujer, mostrando abiertamente el adulterio.  Sandra se aferró a Dios y no bajó los brazos. Al poco tiempo sería hospitalizada de urgencia por una peritonitis fulminante…
 
Conociendo el purgatorio
 
Minutos antes de ser llevada a pabellón, sola en la habitación, oró:

“«Señor ya no aguanto más dolor creo que me voy a morir», le dije. Y tan pronto digo esas palabras me veo de pie en una senda blanca y al final de ella una luz muy resplandeciente… sentí una paz infinita que me atraía… empecé a caminar por esa senda hasta que vi que la luz al final de la senda era Nuestro Señor Jesucristo, vestido de blanco, con su rostro  resplandeciente... Toda esa luz que emanaba era su amor hacia mi… sentí un gozo y una felicidad que yo no puedo explicar porque no existe aquí en la tierra… me sentía como una niña chiquita… delante del Señor…

Cuenta Sandra que luego se vio llevada por un camino y comenzó a sentir dolor, el peso de sus pecados…

“Tú no tienes carne y hueso allá pero sientes ese fuego que no es un fuego como el de aquí en la tierra, pero quema… según el pecado que tengas que purificar sientes esas penas como si fuera realmente un  lugar. Uno allá tiene conciencia de todo y en esa conciencia de todo uno experimenta el dolor y la pena de tener su pecado… que no lo deja estar ya en la presencia del Señor”.

Mientras avanzaba la visión comprendió la bondad, la esperanza que involucra esa instancia donde el alma purga todo lo que fuere necesario…

 “Yo no merecía ni siquiera la salvación, mis pecados merecían la condenación, pero el amor de Dios y la intercesión de la Santísima Virgen María hicieron que yo fuera al purgatorio; las almas que no se arrepienten y estuvieron siempre en el pecado no resisten el amor de Dios y por eso se condenan, son como los murciélagos acostumbrados a vivir en la oscuridad cuando ven la luz no la resisten”, recuerda Sandra.
 
Fiel a Dios, cargando la cruz
 
Tras finalizar esta experiencia espiritual particular, la joven psicóloga abrió sus ojos y se vió –ya operada- en la sala de recuperación. Recordaba todo lo vivido y en especial una frase que se repetía en su memoria:
 
“Que tu corazón esté limpio y tus cuentas saldadas cuando llegues a la presencia del Señor”.
 
La historia completa de su experiencia la escribió ella misma en el libro “Qué me dijo Dios”. Fiel a Cristo, a su fe, no ha dejado de orar y ofrecer sacrificios por la conversión de su esposo, la restauración de su matrimonio y familia.

Al finalizar su diálogo para los lectores de Portaluz, reitera que todos tengan presente siempre orar por las almas del Purgatorio... "La mejor manera en que podemos ayudarlos es a través de nuestra oración todos los días en la eucaristía, en el momento de la consagración".

 

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