Claudia Herrera dio la vida por salvar a su hijo y ser fiel a Dios

27 de octubre de 2017

Se fortalecía en la oración y vivió su pascua rezando La Coronilla de la Divina Misericordia.

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El 10 de enero de 2010 Claudia Herrera Baquera, feligrés de la Diócesis Ciudad de Juárez (México), recibió el diagnóstico: padecía cáncer al hígado. Sara y Hugo, padres de Claudia, cuentan que ella -conociendo los efectos secundarios y el porcentaje de éxito que los médicos daban en su caso- rechazó someterse a quimioterapias y prefirió dejarse guiar por un médico que “le mandó traer de Alemania un tratamiento equivalente a la quimio, pero sin los mismos estragos”, recuerda Sara, la madre.
 
Una vez por mes ella misma, siendo enfermera, aplicaba el tratamiento a su hija y el deterioro por cáncer parecía detenerse.  Tras un año en este proceso Claudia dio una noticia a sus padres: estaba embarazada. Sara no estuvo feliz con la noticia, dice a Presencia el periódico de la Diócesis. Sabía que esto podría poner en riesgo a su hija o al bebé, lo que sería confirmado por el médico: Era el tratamiento o el bebé. Claudia no lo dudó y cerró la puerta al aborto.

Tomando la cruz

Fue  entonces que en su desesperación Hugo, padre de Claudia, le sugirió que fueran donde un sacerdote, creyendo que dada la condición de su hija este podría dispensarla espiritualmente y posibilitar así que ella cambiara la decisión. “Lo pensé, lo platiqué con ella pero no quiso, decidió llevar a término su embarazo. Nosotros la apoyamos en todo lo que pudimos para que así fuera. Iba bien, inclusive antes de que ella empezara a resentirse se fue en  Semana Santa de vacaciones a Mazatlán con su esposo y las dos hijas mayores”, recuerda Hugo.
 
Regresaron el 2 de mayo y aunque Claudia llegó con muchos dolores los médicos no podían tomarle radiografías debido al embarazo. Visiblemente emocionada Sara señala que “el 26 de mayo la vi muy demacrada… y ese día la internaron, para entonces ya se avizoraba el diagnóstico fatal”.
 
El triunfo del amor

 
Cuenta la madre que los médicos insistían en la urgencia de realizar una cesárea y comenzar con la quimioterapia. Aunque Claudia se negaba argumentando que deseaba llevar a término su embarazo y evitarle todo riesgo a su hijo finalmente el 27 de mayo fue intervenida. “Nació el niño a las 24 semanas de gestación, pesó 900 gramos. Claudia salió muy bien, me la llevé a la casa –comenta la madre- y ella iba a ver a su bebé al centro médico. El 20 de julio se agravó, tras llevarla al hospital vieron traía las plaquetas bajas, tenía que ser transfundida”.
 
En ese proceso los médicos identificaron que el cáncer se había expandido y además deteriorado el hígado a un punto que la quimioterapia de nada serviría. Claudia fue desahuciada y llevada a casa “con sonda, suero y medicamentos”. Su hijo, habiendo sido prematuro, continuaba recuperándose en el hospital…
 

Vida después de la vida
 
 “Claudia falleció el sábado 23 de julio de 2011… En su enfermedad siempre rezaba con ella la Coronilla de la Misericordia. Cuando vi que se me estaba yendo, invité a todos a que rezáramos la Coronilla de la Misericordia, eran las 2:30”, recuerda Sara y Hugo agrega: “Murió sostenida de la mano mía y de mi esposa. Fue un regalo de Dios. Es triste, pero qué dicha morir acompañado. Qué dicha para nosotros haber sido su apoyo en ese momento, acompañarla hasta el final”.
 
A la semana que murió la madre su hijo Emilio fue dado de alta, ya pesaba 2 kilos y medio. El abuelo Hugo solo guarda gratitud en su alma… “No entiendo los designios de Dios, pero entendí que era su momento, que ella luchó mucho para tener a su hijo, dio su vida por él confiando mucho en Dios. Agradezco mucho a Dios por Claudia, por Emilio”.

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