Escritor es acusado de ser homófobo por cuestionar su vida homosexual y decir "que se puede cambiar"

19 de enero de 2018

"La confusión nació ya cuando era muy pequeño. A eso de los 7 años… Yo fantaseaba con convertirme en una princesa, una mujer" (testimonio en video)

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El 12 de mayo de 2015 el joven escritor italiano Giorgio Ponte hizo pública su experiencia como persona homosexual, al argumentar contra la ideología de género y la estrategia política del laicismo vinculado a los grupos LGBT. Inició así una particular cruzada nacida de su experiencia personal de Dios que registra en varios libros y desde su blog “Libre para Amar”.
 
Valiente, Giorgio no maquilla que vivió el sexo casual, la vida en pareja, la dependencia sexual y emocional, el odio y luego la aceptación de su ser. “En mi vida me permití experimentar todos los aspectos de mi homosexualidad”, cita en su blog.

Hoy Giorgio va contracorriente del ideologismo que -para imponer a la sociedad su visión y demandas respecto de las personas LGBT-, ataca las verdades de la fe, de la razón natural y no pocas veces la opinión de la ciencia, respecto de la familia y los derechos de todo ser humano a ser criado por un padre y una madre, hombre y mujer.

Nació en Sicilia (Italia), en una familia que lo amaba, recordó hace pocos días en el programa Cambio de Agujas de HM Televisión (ver registro en video más adelante). Su padre era un hombre ya mayor cuando Giorgio nació como el cuarto de sus hijos. Los recuerdos que conserva del progenitor refieren a emociones vinculadas con la distancia, el rigor, la formalidad. Quizás por ello, reflexiona Giorgio, su vínculo con Dios quedaría deformado por el temor. “La imagen que nos hacemos de Dios cuando somos pequeños está unida a la imagen que tenemos de nuestros padres. Y como he recibido -no digo una educación rígida- pero sí de reglas fuertes, exigentes… Aprendí que, si no me portaba bien, no merecía el cariño. Por lo tanto, si mi papá es exigente, Dios lo será mucho más. Por eso tenía esa sensación de sujeción”.

Cóctel insano: carencias, miedos, confusión y abuso

En la familia de Giorgio, como era habitual en Sicilia, las mujeres marcaban los ritmos de la casa. Madre, abuela, hermanas eran casi unas heroínas para Giorgio y tras una etapa de confusión emocional, comenzó a percibir en la adolescencia –dice- atracción por chicos de su mismo sexo. Algunos abusos complicarían aún más su realidad psicológica y espiritual.

“La confusión nació ya cuando era muy pequeño. A eso de los 7 años… Yo fantaseaba con convertirme en una princesa, una mujer. Seguramente fue debido al hecho de que tenía en la familia figuras femeninas muy fuertes,  mientras que las figuras masculinas eran muy distantes…. Cuando yo nací mi padre tenía ya 48 años. Pertenecía a una generación diferente, donde padre e hijo tenían más dificultades para comunicarse… Más tarde, esta confusión sobre mi percepción como hombre, cambió. Podemos decir que pasó, en el sentido de que me estabilicé en mi ser hombre… En torno a los 11 años comencé a sentirme atraído por los hombres. No tanto por los que tenían la misma edad que yo, sino por hombres mayores que yo. Todo esto sufrió una fuerte sacudida porque, entre los 11 y 13 años, sufrí abusos por parte de hombres mayores que yo. Por suerte, puedo decir que a nivel físico no fueron nunca verdaderas violencias, pero de todas formas fueron abusos. Abusos que se injertaron en un terreno que era ya confuso, y que después se convirtió en lugar de enfrentamiento fuerte, incluso -en términos de fe- con Dios”.

Como otros niños que han padecido lo mismo, Giorgio pasó mucho tiempo cargando en soledad los daños del abuso… No lograba confiarse en nadie. Encontraba algo de consuelo en el confesionario pero ninguno de esos sacerdotes lograba calmar su desazón por lo que experimentaba, señala Giorgio.




Tú eres mucho más que tu dolor

La esperanza regresaría cuando a los catorce años de edad y tras enfrentarse verbalmente con Dios, conoció a una religiosa asertiva y carismática que comenzó a contenerle y guiarlo. “Llegó un momento, después de un verano entero que me pasé llorando, que le dije a Dios: «O Tú me vienes a salvar o yo te dejo». Porque me habían enseñado que la vida de un cristiano es una fiesta, y la mía no lo era. Le di un ultimátum. Y Dios me respondió. Pues bien, al día siguiente de hacer esta oración, llegó a clase una nueva profesora de religión. Era una religiosa, y nos propuso participar de un grupo juvenil ligado a su congregación y cuyo tema anual era hagamos fiesta, porque la vida de un cristiano tiene que ser una fiesta. Es decir, las mismas palabras que yo había usado la noche anterior cuando le di el ultimátum a Dios. Y esto me hizo entender que Alguien me había escuchado”.

Con esta religiosa se sintió acogido y desafiado a “ir más allá del sufrimiento” y la confusión que marcaba su historia de vida, señala Giorgio. Se inició un “tiempo de gracia”, puntualiza. “Fue la primera en acogerme en nombre de la Iglesia. Me hizo sentir el amor. Pero, al mismo tiempo… volvió a poner entre mis manos la llave de mi existencia. Fue un gran trabajo, obviamente, pero me permitió salir de mi victimismo e iniciar un camino”.
 
“Solo el perdón podía liberarnos de este mal”
 
Iniciaba así un proceso nutrido por experiencias con personas que Dios propició, reconoce Giorgio. Pero que fue posible también porque este hombre siciliano tuvo ojos para ver y oídos para oír. Conocer el testimonio de Luca di Tolve, otro italiano que había experimentado situaciones semejantes a la suya, fue un impulso vital y no dudó en asistir a un seminario animado por di Tolve que valora así…

“Me permitió poner en orden toda la cadena de sufrimientos que, de padre a hijo, estábamos arrastrando desde mis abuelos en nuestra familia. Ese sufrimiento, en mí se manifestó en homosexualidad, pero en mis hermanos generó otras inseguridades, otras heridas. Yo entendí de repente, por gracia, que toda nuestra familia estaba sufriendo de un mal del cual nadie hablaba y que solo el perdón podía liberarnos de este mal. Pero no podemos perdonar si primero no nos damos cuenta que hay un mal por perdonar, si primero no se habla de este mal, aunque sea con dolor. Así que, cuando volví del seminario de Luca hablé con mi familia, no para salir del armario y decirles soy gay, porque no era esto lo que buscaba y nunca me he reconocido en esta definición, sino para decirles: «Estamos sufriendo todos. Por eso os cuento mi historia, para deciros cómo he sufrido yo, y para deciros cómo este sufrimiento se ha metido en nuestra vida, porque con la verdad podemos ser libres y perdonar». Esto fue una puerta que permitió la entrada de grandes gracias”.
 
 Fue así como el 12 de mayo de 2015, Giorgio Ponte hizo pública su historia de vida, con la esperanza de animar a otros que pudieren estar atrapados en el sufrimiento, creyendo que no hay otra forma posible de vivir. Giorgio es consciente de que se expone hablando así. Pero no teme las consecuencias de compartir su verdad:

“…Habiéndolo vivido en mi propia carne, decir que la homosexualidad no es una identidad y que se puede cambiar, que existen causas, es considerado homófobo. Dicen que me odio a mí mismo y a mi homosexualidad, cosa que no es verdad… mi homosexualidad, ni la odio, ni la exalto. Si mantengo toda la vida una atracción hacia los hombres, no me importa. Me importa si esa atracción me hace caer, eso sí. Si me encuentro haciendo cosas que me humillan o que sé que no responden al deseo profundo de mi corazón. Y, sin embargo, sé que en el momento en que me encuentre haciéndolas, que puede suceder, son solo un signo de que estoy mal. Pero no odio en sí mi tendencia, así como nadie debe odiar su fragilidad, cualquiera que sea… Nadie elige tener una herida, como nadie elige nacer de una cierta manera. Pero, es cierto que si entiendes que lo que estás viviendo nace de una herida, te viene devuelta la libertad de poder hacer algo, que es lo único que a mí me interesa… Quiero decir que no existen vidas inútiles, que nosotros no somos nuestras heridas, y que desde toda la eternidad existe un Dios que nos está buscando…”.

 

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