Niños Magallánicos, Niños Santos

02 de marzo de 2018

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Acá, en el último rincón del planeta, existen unos paisajes  increíblemente bellos, que son admirados por los miles de turistas, que llegan de todas partes del mundo. Pero no sólo sorprende su naturaleza y la fuerza que emana de ella, sino también, sorprende la fe y la lucha de mis hermanos católicos.
 
En esta  oportunidad, me referiré a los más pequeños, aquellos que comienzan su camino de fe. Los niños católicos magallánicos que se caracterizan por ser creativos, alegres y muy piadosos cuando se les motiva en la fe.
 
Los adultos tendemos a pensar que los niños no serían capaces de hacer silencio, o introducirse en momentos de oración más profundos, pero nos equivocamos.
 
El año recién pasado 2017 celebrábamos como de costumbre la fiesta de Todos los Santos, en un gimnasio con cerca de dos mil niños. La idea era realizar juegos, aproximarse a conocer la vida de algunos santos, presentar números artísticos y terminar con una oración, acorde a su edad.
 
Ese día, los niños llegaron vestidos de ángeles, santos y animalitos. Participaron con mucha alegría de cada actividad y al finalizar, los invitamos a orar pero de una forma diferente...
 
Era bastante ambicioso pensar que se generaría un ambiente especial de recogimiento, pero de todos modos tomamos el riesgo. Confiados al Espíritu Santo y la Santísima Virgen María, comenzamos explicando a los niños que el propio Jesús, ¡su amigo más querido!, se haría  presente allí, en medio de ellos. Y entonces inesperadamente, el bullicio festivo se prolongó hacia una fiesta de silencio cuando ante los niños se expuso Jesucristo en el Santísimo Sacramento.
 
Me pareció evidente que era el mismo Señor quien se encargaba de poner en el corazón de esos niños, las condiciones y el amor necesarios para orar. Entonces el gimnasio se transformó en un verdadero cielo, en una gran y original Iglesia, en la que los niños gustando esa quietud del alma juntaron sus manos para orar. Cantaron, pidieron por sus familias y dieron gracias a Jesús por ser su amigo y por amarlos tanto.
 

 
Fueron minutos inolvidables y todos los que estábamos ahí, nos dimos cuenta que no importa la edad, porque el Señor hará su obra cuando Él quiera, como Él quiera y con quienes Él quiera.
 
Ante estas experiencias san Juan Bosco concluía que "la santidad consiste en estar siempre alegres en el Señor y en hacer cada cosa, con la mayor perfección y amor posibles".

 

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