"Jesús de Nazareth" nació en Ciudad de México y acompaña a enfermos terminales

09 de junio de 2018

"Jesús de Nazareth que vive en mí, que está en mi mente y en mi corazón, que a diario me acompaña. Cada día, en lo que hago, me pongo en sus manos y hago lo que sé, siempre de la mano de Él"

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Jesús de Nazareth González Reyes es un psicólogo clínico, nacido en la Ciudad de México. Este profesional de tan peculiar nombre fue invitado a fines del pasado mes de mayo por el Centro Familiar para la Integración y Crecimiento (CFIC) de Ciudad Juárez (México) a compartir con jóvenes y darles una charla sobre el valor de la vida.
 
Luego de esa conferencia Jesús de Nazareth compartió con Presencia, periódico de la Diócesis de Ciudad Juárez, la historia de fe por la cual lleva tal nombre; mismo que en su adolescencia le causó ser objeto de bromas y burlas, pero que hoy marca su ser y actividades.

El día de su nacimiento, cuenta, el parto se complicó y su madre cayó en estado de coma. Sería el padre de este joven psicólogo quien le contaría años después que salió entonces desesperado del hospital, cruzó la calle y entró a un templo que había allí. “En un acto de fe, frente a la imagen de Jesús de Nazareth, y sin saber si era correcto o no, mi padre le prometió que yo llevaría su nombre si nos concedía a mí y a mi madre salud”, comparte Jesús.

Cuando su padre regresó al hospital le informaron que, por el delicado estado de salud de la madre, él sería quien primero conocería a su hijo. “Gracias a esa historia tan bonita es que mi madre está viva, mi padre está vivo y también estoy vivo, con una serie de experiencias importantes a nivel salud y demás, pero gracias a ello es que llevo el nombre de Jesús de Nazareth González Reyes”, señala emocionado.

Jesús reconoce que en especial durante su infancia y adolescencia, fue complicado llevar por nombre “Jesús de Nazareth” pues se burlaban de él. “En ese momento asumí las bromas como eso, sin que me afectara más allá. Hoy muchos jóvenes maximizan una broma y les afecta de tal forma que desafortunadamente piensan en no ir a la escuela o tomar decisiones complicadas en la vida”, lamentó.

Pero con el paso de los años llevar este nombre moldearía su identidad espiritual, labor profesional y obras de caridad. “Apoyo y acompaño a personas en procesos terminales, doy conferencias, comparto con jóvenes, adultos y adultos mayores que vale la pena vivir y que la vida tiene un sentido importante. Eso se debe a mi formación y a lo que hago, pero también gracias a Dios y a mi nombre”, afirma.

Dios lo sanó
 

Jesús cuenta que cuando tenía 17 años empezó a bajar de peso de manera inesperada y tan rápido, que llegó a pesar 34 kilos. Sus padres lo llevaron a diferentes hospitales, públicos y privados sin lograr un diagnóstico hasta que finalmente un médico oncólogo, destaca Jesús, le diagnosticó cáncer de páncreas. “La ciencia dice que este tipo de cáncer es el más complejo, con menos probabilidad de vida. Me tenían que hacer una cirugía para quitar el bazo, un pedazo de estómago, de intestino y el área dañada del páncreas. Tenía cinco por ciento de probabilidades de vida”.

Recuerda que en un principio se sintió enojado con Dios y pasaba noches enteras llorando sin que sus padres lo vieran, aunque sabía que ellos lo hacían también. “Me dolía mucho ver a mi madre sufrir por mí. En ese momento creía que yo era el responsable, hoy sé perfectamente que no”, reflexiona.
Finalmente, derrotado ante la evidencia de su deterioro, entró en razón pues al menos podría suplicar a Dios por su recuperación. “Hice un ejercicio de meditación y me reconcilié con Dios. Todos los días dedicaba una hora para hablar con Dios, bajo mi forma y mi estilo, de una forma muy respetuosa pero como con un amigo”, comparte.

La noticia que anhelaba recibir

Para evaluar su condición y confirmar el pronóstico Jesús dice que fue sometido a una biopsia. “Salí del quirófano y a los doce días nos dieron los resultados. El médico habló a otros médicos y uno de ellos me dijo que todo era una infección, que no era cáncer, que era una tuberculosis ganglionear y que con tratamiento en tres meses estaría sanado”.

Jesús ante el inesperado diagnóstico y pronóstico que le devolvía la esperanza de vida, agradeció a Dios por sanarlo… Hoy cree, afirma, que Dios “puede librarte y darte la oportunidad de seguir vivo como me pasó a mí” (…) “Dios me confronta con situaciones muy complejas para fortalecer mi fe. Esas experiencias me han marcado, me han hecho creer más en Dios, en Jesús de Nazareth que vive en mí, que está en mi mente y en mi corazón, que a diario me acompaña. Cada día, en lo que hago, me pongo en sus manos y hago lo que sé, siempre de la mano de Él”, afirma este joven profesional.
(…) 

Tras esas experiencias de extrema fragilidad vividas, Jesús de Nazareth obtuvo una maestría en psico-oncología y hoy acompaña a enfermos con cáncer, lupus, VIH, diabetes, desde las etapas de pre - diagnóstico, tras el diagnóstico y en fases terminales. “Estudio un doctorado y me dedico a la consulta privada. Esto que Jesús de Nazareth hacía hace miles de años, hoy lo hago desde otro lugar; y lo digo con los pies en la tierra, jamás con el afán de compararme con Él, pero creo que mi nombre se complementa con lo que hago”, señaló Jesús.

 

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