La carta de monseñor Viganò: tristes reflexiones

27 de agosto de 2018

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Hoy he leído la tremenda e impactante carta del exnuncio en Washington DC, el arzobispo Viganò. Ninguna noticia eclesial me ha impactado tanto en toda mi vida como estas once páginas en las que acusa a obispos, cardenales y al Papa, al que le pide que renuncie.
 
Primero
 
Pero el arzobispo, al hablar del Papa, varias veces parece olvidar que “no actuar” no es lo mismo que “encubrir”. No actuar contra un cardenal ya jubilado no es lo mismo que encubrir. Varias veces da tales términos por equivalentes. Pero, en el caso de un cardenal jubilado, NO es lo mismo.
 
Segundo
 
Antes de juzgar, el que tiene la función de juzgar debe escuchar a las dos partes. Solo he escuchado las alegaciones de monseñor Viganò. Habría que escuchar qué dice el Papa acerca de lo que hizo o dejó de hacer cuando le llegaron las acusaciones respecto a este cardenal, insisto, ya jubilado y que no son de pederastia, sino de actuaciones contra el 6º mandamiento. 
 
Escuchar a las dos partes no es suficiente, muy a menudo hay que investigar. Eso es necesario para llegar a una conclusión, eso solo lo puede hacer en la Iglesia el que tiene el deber de hacerlo. Por eso solo me interesa el juicio legítimo de los que tienen esa función canónica.
 
Tercero
 
Si monseñor Viganò apela a un supuesto derecho a airear en la plaza pública, a la vista de todos, los defectos de los obispos, tendría que aceptar que otros obispos, sacerdotes y laicos airearan los defectos del exnuncio que acusa. Si esto lo hacen todos los obispos respecto a otros obispos, y los cardenales respecto a otros cardenales, esto va a ser no la Iglesia de Dios, sino la Casa de Tócame Roque. Esto no es una corrala de navajeros, sino una santa convocación guiada por pastores sacros. Alguien me preguntará si no he leído la carta. Sí, la he leído, y lo repito: esto es la Santa Iglesia de Dios.
 
Cuarto
 
Precisamente porque Jesús sabía lo que iba a suceder, precisamente porque Jesús era el primer interesado en entender que su Iglesia no sería como cualquier asociación, partido político, fundación u otra realidad meramente humana, estableció un sistema para corregir los casos de pecado y para denunciarlos después.
 
Esas palabras de nuestro Maestro ordenando: Díselo a la Iglesia (“eipon ten Ekklesía”, Mateo 16, 17), se refieren a un modo ordenado de denunciar las cosas que nada tiene que ver con cartas de presión. Se refieren a un modo respetuoso al máximo con la sacralidad de la misma Iglesia a la que se intenta ayudar.
 
El momento en que se ha lanzado la carta ha sido cuidadosamente escogido: justo en mitad del viaje a Irlanda. Eso nada tiene que ver con el humilde y solícito deseo de poner en conocimiento unos hechos ante la autoridad eclesiástica, sino de provocar el mayor escándalo posible. Hacer el mayor daño, para ayudar a la Iglesia. Ya he visto antes ese modo de actuar.
 
Quinto
 
Ni juzgo a monseñor Viganò ni al Papa ni a los que él menciona en su carta para mal. Guardo todo en mi corazón. Oro por todos. Pero estoy convencido de que Jesús le preguntaría al exnuncio: “¿Por qué has añadido más sufrimiento a la Iglesia?”.
 
 
You are to go to the Levitical priests and to the judge who presides at that time. Ask, and they will give you a verdict in the case (Deut 17:9).

 

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