Chus Bello era una "atea convencida" que dice haber "vuelto a la vida" leyendo homilías de Benedicto XVI

09 de noviembre de 2018

"Siempre me pregunto a quién le puede interesar estas historias tan personales… sin embargo debo confesar que también a mí me atraen. ¿Por qué? Porque siempre es maravilloso ver la sencillez de los pasos que da el Señor hacia el que le busca (o no)".

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Escrito en primera persona, el testimonio ha sido publicado en el portal Jóvenes Católicos por Mariazell Gracia, editora del referido sitio web y que se identifica como “una buena amiga” de la psicóloga Chus Bello, quien por años fue atea y hoy -gracias a una “equivocación… absolutamente inexplicable”, según dirá- vive su fe católica en las comunidades del Opus Dei.
 
Omnia possum in eo qui me confortat (Todo lo puedo en aquel que me conforta), testimonia San Pablo y así lo confirma también lo vivido por Chus Bello (imagen adjunta) que podemos conocer en los siguientes párrafos, donde ella misma nos relata su conversión:

 
“Entiendo que soy una afortunada”
 
Cuanto más tiempo pasa desde mi conversión, más me cuesta compartir mi historia. Atrás quedan los tuits llenos de la alegría desbordante que me inundaba… porque estaba muerta y había vuelto a la vida. Atrás quedan las charlas y testimonios… No hace ni seis años que dejé el ateísmo atrás y se podría pensar que esta falta de interés en transmitir se debiera a una fase de tibieza.

Nada más lejos de la realidad.

No quisiera que pareciese que acabo mi carta sin siquiera haberle dado comienzo, así que intentaré, una vez más, siempre con mayor pereza, pero no menos alegría, relatar mi experiencia.

Siempre me pregunto a quién le puede interesar estas historias tan personales… sin embargo debo confesar que también a mí me atraen. ¿Por qué? Porque siempre es maravilloso ver la sencillez de los pasos que da el Señor hacia el que le busca (o no), los regalos que le lleva, el mimo con el que lo acompaña en este viaje. Alguna vez (pocas) de las que he hablado en público he tenido la sensación de que causaba hasta cierta envidia en quien me escuchaba. Esa es la razón de mis reparos a hablar…

Entiendo que soy una afortunada, pero siempre será más afortunado quien ha sabido estar con Dios desde la infancia, dejándose moldear por Él. Que todo esto vaya, por favor, por delante.

La historia de mi conversión tiene mil recovecos e historias paralelas, pero intentaré tomar el hilo principal para no cansar demasiado.

En febrero de 2013 era atea convencida. En mayo del 2017 pedí mi admisión en el Opus Dei.

El dato no lo aporto para hablar de “extremos”, pues no entiendo al Opus Dei más que como otro camino más dentro de la Iglesia de Roma, pero sé que a la gente le impactan ciertos letreros, así que me aprovecho del efecto y sigo contando.

Un día de febrero de 2013, por equivocación (primer hecho absolutamente inexplicable) pedí por Amazón un libro de Benedicto XVI, en alemán, que recopilaba homilías en torno al Espíritu Santo. Por curiosidad, me puse a leer algunos sermones y a hacer pequeños resúmenes, en español, que le enviaba a un sacerdote recién ordenado al que me había encontrado por twitter. Cada homilía me iba llevando más adentro de los pasajes evangélicos que comentaba el Papa en las distintas meditaciones… hasta que llegué a esa conocida frase: “El Espíritu Santo sopla donde quiere”. Sentí que esa frase era para mí. “Tú, Chus Bello, te has encerrado, has huido, has echado diez cerrojos… pero yo he entrado igualmente. Y aquí estoy yo ahora”. Las lágrimas que sucedieron a todo esto son difíciles de describir. Todo era Dios. Todo estaba en Él. Es como si hubiese hecho un viaje al espacio y viese todo, por fin, tan claro, con perspectiva.

Busqué el libro en español, pero resultó no existir traducción, y como yo era traductora de literatura… me atreví a ofrecerlo a las editoriales españolas. Enseguida respondió Palabra (vaya por delante mi agradecimiento y mis disculpas porque en aquel entonces era una inexperta en materia de lenguaje espiritual y teológico). Poco después, aunque ya tarde para ellos, respondieron de la editorial Cristiandad.

(Os cuento todo esto porque es relevante para el segundo milagro: mi marido). Cristiandad se quedó con mis datos y me ofreció varios libros para traducir. De repente, era traductora de Teología. Un libro del arzobispo de Viena (¡donde me casaría un par de años más tarde!); un libro de Teología Fundamental que me costó tanto traducir que, al acabarlo, decidí hacer un máster en Teología y ahora estoy escribiendo mi tesis precisamente sobre Fundamental; y, por fin, un libro de un sacerdote español que había vivido y fallecido en Viena… que me llevó a conocer al Opus Dei y… ¡a mi marido!

Todo comenzó con un libro sobre el Espíritu Santo que llegó, por error (o eso pensaba yo) hasta mis manos. No somos pocos los que nos hemos convertido leyendo un libro… yo solo conozco ejemplos de grandes santos como san Agustín y Edith Stein, pero como podéis ver, es algo que también nos pasa a la gente corriente.

Son muchas las anécdotas, las “casualidades” que se fueron y que se van produciendo desde aquel entonces en mi vida, pero es muy sencillo percibir la mano del Maestro dando forma a aquella maraña que era mi vida. En el 2015 quise tomarme unas semanas para meditar y ver qué quería el Señor de mí. Estaba en medio de un más que duro proceso de nulidad para que la Iglesia supiese que estaba libre para servirla. Mi idea era, cuando mis hijos fuesen mayores, entrar en un convento. Por eso ese verano había pensado ir hasta Asís (admiraba y admiro profundamente el carisma franciscano y le debo muchísimo a uno de sus buenos hermanos) … pero el Señor me tenía preparada otra sorpresa, para mí, mucho mejor: a mi marido. Nos conocimos y nos prometimos en dos semanas. Suena a locura, pero ambos vimos (y vemos) claramente que es el Jefe el que nos ha unido. Él era viudo y tenía cinco hijos en parte por criar… así que, en el 2017, tras la boda, pasamos a ser una familia de diez miembros. No me diréis que eso no es un milagro. Hubo otros… pero pertenecen ya al campo personal y no me gusta hablar de ello más que con quien sé que no me tomará por una loca.

Y sí… soy feliz desde ese febrero de 2013. He pasado muchísimas dificultades desde entonces pero el Señor me ha dado siempre fuerzas para ir soportando cada batalla. Ahora incluso somos dos luchando mano a mano por sacar adelante una familia muy numerosa y llena de problemas, pero felices porque siempre lo tenemos a Él sosteniéndonos y dando sentido a todo.

A lo bueno y… a lo menos bueno.

 

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