De Wimbledon a Medjugorje la tenista Mara Santangelo: "La oración ha fortalecido mi alma"

14 de diciembre de 2018

Se confía a Dios todos los días, confidencia, con la certeza de que "el camino de la santidad no es una competición, todos podemos alcanzar la meta".

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Ella era una niña, que se divertía jugando con las pelotas de tenis en el hotel de sus padres, en las altas montañas. Pero con tan solo 12 años, después de unas nevadas de invierno, estaba deseando apoderarse de la raqueta para aterrizar en el principal campeonato de Italia, inaugurando una brillante carrera. Se trata de Mara Santangelo, nacida en 1981, atleta que ha ganado 9 torneos individuales y 23 dobles en su carrera, especialidad en la que también ganó Roland Garros en 2007. Se retiró hace siete años, y además de ocupar varios cargos en el tenis, hoy en día la campeona es la directora del equipo Fed Cup, el torneo más importante para las selecciones nacionales femeninas.
 
Inspirada en el modelo de la gran Martina Navratilova -cuenta Mara a revista Credere-, prometió a su madre, devota de la Virgen, un sueño: que un día competiría en Wimbledon. Así es como comenzó el sacrificado entrenamiento profesional; una carrera a la fama que no estaba exenta de dolor. "Sólo tenía dieciséis años cuando perdí a mi madre a causa de un accidente y sólo por una ‘incidencia de Dios’ no me subí al mismo coche en el que ella murió", recuerda hoy.
 
Un dolor que permanece bajo la piel y se suma al físico, debido a un problema crónico en el pie, que no da concesiones. "La luz que me seguía", explica, "me advirtió que iba a competir con límites objetivos".

Curiosa por Medjugorje

A pesar de las portadas ganadas en los periódicos, los trofeos y una riqueza aparente, la ansiedad de ir a la conquista hacía experimentar a Mara una profunda aridez en su alma. Y esa promesa que hizo cuando era niña se haría realidad en 2005, cuando por primera vez llegó al campo de sus sueños. Pero es en el campo de la fe, reconoce, donde ha conseguido su más bella victoria.

De hecho, su vida cambió radicalmente debido a una peregrinación... "Fue en Medjugorje, que junto con el santuario de Lourdes representan mi lugar del corazón. Era el año 2010 y sabía poco o nada sobre los videntes y las apariciones. A través de un amigo en común conocí a Paolo Brosio, un auténtico volcán de energía. Gracias al encuentro con la Renovación en el Espíritu, me fui a Medjugorje por curiosidad, no lo esconderé. Pero allí se encendió una luz que me permitió comprender que era hora de colgar la raqueta en un clavo. Fue duro, el Señor, sin embargo, eligió otro camino para mí y en enero de 2011 anuncié el retiro. A los que leen esto quiero decirles: Vayan sin prejuicios hacia metas espiritualmente significativas, Dios los sorprenderá".

Juntos hacia la meta

En la familia era la abuela quien de niñas les empujaba a todos a ir a misa los domingos y les contaba cómo se rezaba el Rosario en tiempos de guerra. “Pero cuando era adolescente, me alejé de la fe, con una pregunta que me vino a la cabeza: ¿cómo puede un Padre de amor arrebatarle su madre a una niña pequeña como era yo? Por mi parte, entonces, hubo un cierre total y sólo después comenzó la larga búsqueda de la serenidad que sólo Cristo, con su paz, puede dar".

Hoy su fe también se alimenta en el vínculo con miembros de la Comunidad Nuevos Horizontes, momentos a solas de oración con Dios, lectura diaria de la Biblia y la eucaristía. “El alma es como una plantita que debe ser alimentada constantemente para que no se marchite en el frenesí de cada día. Así, el mandamiento del amor mencionado en el Evangelio de Juan es una especie de brújula para mí. Poner en práctica lo que Jesús nos pide no es fácil, pero el camino hacia la santidad no es una competencia y todos podemos aspirar a la meta", reflexiona.
 
 

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