El Espíritu Santo salvó la vida de Ema. "Le pedimos que soplara vida en ella", cuentan sus padres

17 de junio de 2020

"Yo solo agarraba el rosario y le decía a Dios: «Yo sé Señor que no puedo, pero tu sí, ayúdanos»".

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“Ema es un milagro de Dios que venció la muerte gracias a la oración de su familia, amigos y hasta desconocidos” destaca en su última edición el Semanario costarricense Eco Católico. La niña es la hija menor de Karen Vargas Sanabria y Leonel Blanco Torres, matrimonio afincado en la localidad Dulce Nombre (Cartago, Costa Rica).
 
Recién nacida Ema Blanco Vargas enfrentó la muerte por primera vez y requirió ser reanimada. En ese trance la madre tuvo la certeza del amparo que Dios brindaba a su hija. Muy pronto habrían de vivir una crisis que pondría a prueba esa confianza de la fe.

A inicios de este año 2020, la familia decidió tomar unos días de vacaciones en un recinto de baños termales. Ema, de 4 años, su hermano de 10 y los padres disfrutaban tanto del solaz en ese lugar que nadie se percató o dio importancia cuando una noche Ema se durmió con el traje de baño puesto.

Pocas horas después la niña comenzó a tener síntomas muy graves: vómitos y músculos atrofiados. Había contraído una ameba mortal. Sin imaginarlo, Ema se convertía en la cuarta persona de Costa Rica en adquirir el parásito. Sería allí la primera en superarlo sin secuelas y una de los apenas diez que lo han logrado en el mundo.
 
Hoy, Karen, la madre, confidencia que por entonces -aunque vivían un período difícil en el matrimonio- Dios los venía “preparando” para dar un salto total, de abandono, en la fe. Luego de ver que no mejoraba, Ema fue llevada al Ebais (recinto para urgencias) de Tres Ríos, donde dos médicos la revisaron. “Dios me iluminó decir que andábamos en las aguas termales”, recuerda su mamá. Ante ello, los médicos practicaron varios exámenes aún con dudas porque la niña no tenía fiebre. Como los síntomas persistían, e incluso Ema comenzó a decir que no tenía fuerza en los pies, fue remitida de inmediato al hospital Max Peralta en Cartago.

Llegó allí con dolor intenso, sin respuesta a estímulos en sus pies, por lo que le practicaron nuevos exámenes, incluida una Tomografía Axial Computadorizada (TAC). “La internaron y sin tener un diagnóstico los médicos iniciaron el tratamiento, ellos nunca habían tenido un caso así, esa misma noche le pusieron medicamento intravenoso mientras yo investigaba por Internet sobre la ameba”, recuerda la mamá. “Yo leía con temor lo que iba haciendo la ameba en el cuerpo. A la mañana siguiente le extrajeron líquido de la columna vertebral para descartar meningitis u otras enfermedades. Una parte la enviaron a Inciensa, porque el examen para la ameba solamente ahí lo podían hacer. El resultado dio positivo”, recuerda Karen.
 
Pero en medio de esta crisis, los doctores no cejaban en batallar e incluso animando a que los padres hicieran un acto de fe. “Ese fue otro regalo de Diosito, que los médicos y los enfermeros eran creyentes, siempre decían pídale a la Virgen, pídale a Dios, vamos a hacer todo lo posible por salvarla” relata la madre.
 
Uno de llos inconvenientes era que para combatir a esta ameba se requería de una medicina no disponible en Costa Rica. “Me dijeron que quedaba algo de medicamento del muchacho que lamentablemente murió en Guanacaste, que iban a coordinar para traerlo. Luego me contaron que no había quien fuera a traerlo desde Liberia pues a los choferes de las ambulancias les daba miedo. Entonces un señor que nunca llegué a conocer se ofreció voluntariamente y lo trajo. A la una de la mañana llegó y se lo pusieron de una vez. Ema pegaba gritos cuando le entraba al cuerpo. Le tuvieron que abrir un catéter del lado derecho, en la vena que da al corazón, porque si lo ponían en las venas del brazo se le podían reventar”.
 
Para estar cerca de la niña, sus padres pidieron un permiso que les permitió permanecer en el hospital. “Recuerdo que un día vi a un sacerdote en el pasillo, hablaba con una enfermera y le preguntaba por la niña de la ameba. Él ya la había puesto en oración y luego me di cuenta de que le había administrado la unción de los enfermos. Gracias a la Catequesis de Iniciación de mi esposo, podíamos entender lo que significaba el sacramento”, confidencia la madre. Por las noches ella y su esposo Leonel, dice Karen, no podían orar pues no les salían las palabras. “Mi mamá nos decía que había cientos de personas orando por nosotros, yo solo agarraba el rosario y le decía a Dios: «Yo sé Señor que no puedo, pero tu sí, ayúdanos»”, recuerda.
 
Luego de una pequeña mejoría, Ema volvió a tener una recaída y se le repitieron exámenes. “Cuando llegó la doctora dijo que había una alteración, que algo estaba atacándola, pero no se sabía qué era, el cuerpo le empezó a fallar, la doctora me decía que tuviera fe, que seguramente era una bacteria intrahospitalaria. Entonces pedimos con la fuerza que nos quedaba al Espíritu Santo que soplara vida en ella”. Ema comenzó a mejorar y a mejorar hasta que, un mes después, fue dada de alta.
 
Este proceso los ha unido como familia y les ha hecho entender la fuerza de la oración. Muchas personas que ni conocían les han contado que viendo su situación han regresado a la fe que habían abandonado. “Hubo personas que oraron mucho, incluso de otros países, médicos que no era sus tratantes llegaban a verla y oraban por ella, otros volvieron a la Iglesia, nos cuentan que rezan otra vez el Rosario, que la situación los acercó a Dios”, afirma Karen. Ema por su parte, ríe y juega de nuevo. Cuando le hablan de lo que vivió en el hospital lo primero que recuerda ante la grabadora de Eco Católico es que “una noche llegó Jesús con su mamá y era muy bonito, porque le sonreían”.

 

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