Virgen de la Macarena le enseñó que "la felicidad estaba en ser sacerdote, en ser para otros y para Él"

19 de marzo de 2021

Con motivo de celebrarse el 19 de marzo, Solemnidad de San José, un nuevo "Día del Seminario", el cordobés Germán Carrasco abre su corazón, agradeciendo a María Santísima de la Esperanza Macarena por haberle guiado al sacerdocio.

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“Entrar en el Seminario implica, a fin de cuentas, dejar de tener en las manos el timón de tu propia vida y saber que es Otro el que lo maneja por ti”. Con estas palabras Germán Carrasco, seminarista de 4º curso, explica al portal de la Arquidiócesis de Sevilla, en qué consiste la vocación sacerdotal. Un salto “enorme”, puntualiza, que proporciona también “una libertad enorme”.

A este cordobés de 23 años se le desveló su vocación cuando llegó a Sevilla para estudiar en la Universidad. “Entré en el grupo joven de la Macarena” y fue el director espiritual de esta hermandad, Antonio Mellet, el que le propuso “casualmente esta posibilidad que ya rondaba mi cabeza”. Recuerda que durante este tiempo hubo muchos acontecimientos que le señalaron el sacerdocio: “La celebración del Año de la Misericordia, vigilias de oración en el besamanos de la Esperanza y el testimonio de otros seminaristas…”. Igualmente, reconoce que “el Señor se valió de la lejanía de mis padres para hablarme al corazón, y decirme aquello que desde niño había buscado: la felicidad estaba en ser sacerdote, en ser para otros y para Él”.

Asimismo, insiste en que durante este caminar ha estado siempre amparado por la Virgen de la Macarena, aquella que “ha sido la gran devoción que ha llenado mi corazón, la que ha guiado mis pasos, el pilar fundamental de mi vida, el tocón de mi vocación”.

Una vez aceptada la llamada, Germán se lo comunicó a su familia, sabedor de que “un joven llamado al sacerdocio es una enorme bendición para la familia y debe ser signo de unidad para ellos”. Y, aunque agradece el apoyo y compañía de todos, le sorprendieron especialmente las palabras de su padre: “Si estás convencido que has recibido la vocación sacerdotal, no solo te apoyo, sino que es lo que debes hacer”.
 
Acudiendo con frecuencia al Sagrario
 


Germán ingresaba en el Seminario hace cuatro años e iniciaba “uno de los caminos más hermosos a recorrer”. Tras este tiempo, confiesa que “conociéndome a mí mismo, voy siendo capaz de aceptar a los demás, superando las diferencias que nos separan, y aunando las fuerzas de lo que nos une”. Además afirma que el Seminario le da la “oportunidad enriquecedora de vivir con cuarenta personas venidas de distintas partes de la diócesis, de diferentes realidades, y con diversas espiritualidades”; que tiene “el privilegio de poder acudir con frecuencia al Sagrario y a la celebración de los sacramentos”; y finalmente, da gracias por la posibilidad de “desarrollar mi labor pastoral en la Basílica de Santa María de la Esperanza Macarena”, porque “estar en la cercanía constante con la Virgen y vivir el amor y la devoción sincera de sus muchos devotos es uno de los mayores regalos para agradecerle al Señor”.

La vida en el Seminario, por tanto, ha roto sus esquemas, porque ésta –asegura- es la mejor forma que tiene Dios de sorprender.
 
“No tengas miedo al vacío…”
 


La vocación de Germán ha ido siempre de la mano de su hermandad. Quizás por ello está convencido del papel clave que juegan estas corporaciones en el proceso vocacional de cualquier joven.

Al respecto, comenta que nuestra Archidiócesis “es eminentemente cofrade, donde las hermandades son, en palabras del Sr. Arzobispo, un dique contra la secularización”.

En su opinión, el papel de las hermandades en el proceso vocacional de un joven “debe ser de cuidado especial, siempre de aliento y de especial predilección”. No en vano, “las hermandades son el gran jardín para sembrar la Palabra de Dios. Están plagadas de jóvenes entregados al Evangelio. ¿Cuál es nuestra tarea? –se pregunta este seminarista- Saber sembrar en una hermandad. La forma no debe ser la misma que en otro grupo parroquial, sino que requiere de un lenguaje específico, de una manera de comprender la fe concreta y siempre sin desesperar”. Por ello, propone que también en la formación esté presente esta opción por la vida sacerdotal, pues ésta “debe acompañar al joven en su discernimiento vocacional, sea cual sea”.

Pero Germán no solo se dirige a las hermandades, sino que concluye con un mensaje a todos los jóvenes que, como él hace unos años, hoy se cuestionan si la vida sacerdotal es para ellos: “No tengas miedo al vacío; la alegría que encuentras en el Seminario aceptando cada día la voluntad de Cristo y dándote a los demás proporciona una libertad enorme”.

 

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