¡Cuánto bien trae la verdad!

Becky era pro-aborto, agnóstica y decía que Cristo era un mito, hasta que lo conoció

11 de noviembre de 2016

Propone un feminismo nuevo, que defienda a hombres, mujeres y niños. La Teología del Cuerpo y la regulación natural de la fertilidad son las herramientas que cambiarán la cultura.

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Becky Bowers-Greene es hoy una conocida activista que defiende el valor de la vida; católica que vive su fe, promotora de la regulación natural de la fertilidad, de la Teología del Cuerpo de san Juan Pablo II y de un feminismo que proteja la vida, la familia y la complementariedad del hombre y la mujer. Pero ella no siempre vivió desde estas verdades…
 
Se bautizó recién el año 2001 en Phoenix, EEUU. Antes era una feminista agnóstica, pro-aborto, defensora de la anticoncepción y del matrimonio entre personas del mismo sexo. Cristo era un mito. Claro, hasta que Él se le puso por delante…


Sin educación ni experiencia de Dios

"No me educaron en ninguna religión, y aunque nunca se me animó a ser antirreligiosa di por hecho que al no practicar ninguna fe debía ser hostil a la religión en general", explica Becky en entrevista con Religión en Libertad al recordar su infancia y juventud. Y continúa… "Pensaba que la religión era sólo una muleta que los hipócritas usaban para excusar sus acciones juzgando y señalando con el dedo a los demás. Yo no era atea, pero sí una agnóstica orgullosa. Siempre sentí que debía haber un Dios, pero me burlaba de la idea de que a Dios le interesase nuestra vida. Me parecía ridículo que la gente rezase antes de un partido, cuando en África se pasaba hambre o había niños muriendo de leucemia. Creo que ya entonces tenía algún tipo de diálogo con ese dios", recuerda Becky.

Sin ninguna formación cristiana, ella pensaba que Cristo era un invento, que todo lo que se decía de Él en la Biblia y los testimonios de siglos posteriores o descubrimientos arqueológicos que confirman lo señalado por los Evangelios eran mitos.

Feminista, abortista, pero con novio católico

A los 20 años era una feminista de país desarrollado, "pro-choice" (defensora del aborto) que desde luego "no pensaba dedicar ni un segundo a considerar que la anticoncepción tuviese nada de malo".

Pero le pasó algo que no es infrecuente… la conquistó un novio creyente, un chico católico que se tomaba muy en serio la fe. Tan en serio, que ya la primera vez que salieron juntos, él le dijo que iba a entrar al seminario, para discernir una posible vocación sacerdotal. Pero que de todas formas le proponía verse, conocerla, mientras llegaba el momento. Becky quedó muy intrigada, quiso conocerle mejor, entenderlo, y para eso, se dijo, tendría que entender esa fe que tanto lo emocionaba…  

Leyendo "Mero Cristianismo"

Becky, chica estudiosa, se apuntó entonces al curso de iniciación cristiana para adultos común en las parroquias de EEUU. Así, mientras él entraba al seminario, ella estudiaba la fe. Leyó mucho a C.S. Lewis, especialmente su libro "Mero Cristianismo" que le abrió los ojos, reconoce. Se dio cuenta de que tenía 24 años y no sabía casi nada de ética, de moral, y menos de Dios y su voluntad.

Además, comenta, "empecé a conocer más y más gente inteligente, amable, amorosa y realmente creyente". Ella de niña sólo había conocido malos cristianos, malos ejemplos: las personas que conocía ahora le impactaban. La Escritura, la tradición, la ley moral natural... todo parecía encajar bien en la Iglesia Católica, y, sintiéndose unida a Cristo, se preparó para bautizarse en la Vigilia Pascual de 2001. Pero no pudo ser.

La prueba y un fuerte enfado

El Jueves Santo, dos días antes del gran momento, su padre murió de un ataque al corazón, justo cuando se preparaba para acudir al bautismo de su hija. "En el día que se supone que yo debía entrar en la Iglesia, me encontraba eligiendo ataúd para mi padre. Odié a Dios. Odié a la Iglesia. A mi padre, mi primer amor, se lo había llevado la muerte, y a mi novio se lo había llevado Dios al seminario. Estaba enfadada y me dije que nunca perdonaría a Dios por esto".

Pero pasaron los días y entendió una cosa: "la muerte de mi padre habría sido en vano, porque él murió viniendo a ver mi bautizo, y yo lo había dejado. Aún enfadada, decidí recibir los sacramentos unos meses después". Luego, para su alegría, su novio dejó el seminario, y retomaron la relación. Ambos eran espiritualmente nuevos.


Regulación natural, coherencia católica

En la preparación para el matrimonio, tomaron un curso de regulación natural de la fertilidad. Eso, recuerda Becky, les ayudó a fortalecer su relación y fe. Además, dice, fue un paso para profundizar y re-descubrir la visión católica de la vida para ella misma, no sólo por él. Pero dura de cabeza, seguía enfadada con Dios y durante 9 meses no fue a comulgar. No se fiaba de Dios y de sus intenciones, dice. Pero no podía evitar sentir que la enseñanza de la Iglesia, de la fe, de su moral hermosa y exigente, le fascinaba. “También su defensa de la vida, de la mujer y de los más débiles”. Sus heridas se fueron sanando, y se reconcilió con el Señor.

"Hoy sé lo que es el verdadero feminismo: asumir la feminidad y el designio con que Dios me creó. Es estar casada con alguien que lo honra y respeta, educando los niños para que entiendan así la dignidad de la persona".

Becky y su marido tienen cinco hijos, cuatro con ellos y un bebé en el Cielo. "Hablamos a novios y matrimonios sobre la Teología del Cuerpo, la enseñanza de la Iglesia sobre la vida, la familia y la fertilidad; escribo y doy charlas en el movimiento pro-vida. Y es para mí un honor presentar esta verdad a tanta gente que nunca la escuchó".
 
 

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