Franziska Schwaninger sostiene una imagen de su esposo, el beato Franz Jägerstätter

¡Católicos, es preferible el martirio antes que traicionar a Cristo! La lección de Franz un objetor de conciencia

21 de junio de 2019

"Dios da tanta fortaleza que es posible soportar cualquier sufrimiento, una fortaleza mucho más fuerte que todo el poder del mundo. El poder de Dios no puede ser superado".

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La advertencia que Jesús ha entregado a los cristianos de todo tiempo y lugar a través de los apóstoles es explícita cuando les dice:  "… a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos" (Mateo 10, 33).
 
Es muy posible que esta enseñanza fuese una de las que animó y dio consuelo al beato Franz Jägerstätter (1907-1943) al pronunciar un ‘no’, inamovible, a la pagana y maligna ideología nazi; sabiendo que ello le costaría la vida.
 
La noche oscura de Franz
 
Franz -quien sería agricultor como sus padres-, nació en Sankt Radegund, un pequeño poblado fronterizo en Alta Austria, distante a unos 20 kilómetros de Markt (Alemania), donde nació Joseph Ratzinger. Al igual que el futuro Papa, también el futuro mártir peregrinaba habitualmente al santuario de Altötting. Aunque Franz vivió su noche oscura en la juventud, llegando a engendrar incluso un hijo fuera del matrimonio.
 
Para asumir la responsabilidad del sustento con ese hijo, se fue a trabajar en las minas de hierro de Steiermark. Tres años permaneció allí; y en esa ruda vida, solo, comenzó su conversión acudiendo frecuente a misa y gustando la intimidad con Dios en la oración y la lectura espiritual. De aquel período una carta que escribió a un ahijado trasluce el retorno a la fe en Franz:  "Tú también experimentarás tormentas en la juventud (…) Si la tentación es tan fuerte y sientes que debes ceder al pecado, piensa en la felicidad eterna. Con frecuencia algunos hombres arriesgan su felicidad temporal y eterna por unos segundos de placer. Esto te lo puedo decir por mi propia experiencia (…) Aún los más valientes y mejores cristianos pueden caer y de hecho caen. Pero no se quedan mucho tiempo en la suciedad del pecado. Se rehacen y toman nueva fuerza de los sacramentos de la Penitencia y Santa Comunión, y se esfuerzan hacia la meta eterna (…) Desde la muerte de Cristo, casi cada siglo ha visto la persecución de los cristianos. Siempre ha habido mártires que dieron su vida -con frecuencia en formas terribles- por Cristo y su fe. Si esperamos alcanzar nuestra meta algún día, entonces nosotros también debemos ser héroes de la fe".
 
Este texto anunciaba el testimonio que daría Franz el año 1938, en extrema soledad, pues la decisión que tomaría sería cuestionada no sólo por sus compatriotas, sino incluso por su párroco el padre Karobath, el obispo de la diócesis, la familia e incluso su esposa Franziska Schwaninger, una devota católica con quien se había casado el Jueves Santo de 1936.

La trascendencia del martirio
 

El contexto histórico y familiar tornó más impactante el martirio de Franz Jägerstätter. Después de que Alemania anexó Austria, el 10 de abril de 1938 se celebró un referéndum sobre este Anschluss (enlace) y un sorprendente 99,73 por ciento de los austriacos votó a favor de unirse al Tercer Reich. Jägerstätter fue la única persona en todo su pequeño pueblo que rechazó públicamente y votó contra la anexión a la Alemania nazi en 1938. Estaba consternado viendo que muchos católicos apoyaban a los nazis. Incluso un cardenal exigía que todas las parroquias izaran la bandera nazi en sus iglesias para el cumpleaños de Hitler. “Difícilmente podría existir una hora más triste para la fe cristiana en nuestro país”, escribió en su diario de vida Franz.
 
Cuando en 1943 fue llamado a reclutamiento por la Wehrmacht, el ejército alemán, escribió antes de partir: “Estoy convencido de que lo mejor es decir la verdad, aunque me cueste la vida”. Al rechazar enlistarse lo encarcelaron. Durante este tiempo, Franz Jägerstätter tuvo muchas oportunidades para cambiar de opinión. Sin embargo, cuanto más leía la Biblia y profundizaba en su fe, más le repugnaba el nazismo y seguía negándose a unirse. Propuso servir como paramédico en el frente, pero esta petición la rechazaron. Uno de sus últimos escritos desde la prisión decía: “Si debo escribir con mis manos encadenadas, encuentro eso mucho mejor que si mi mundo estuviese encadenado. En una prisión ninguna cadena, ni siquiera una sentencia de muerte, puede robarle al hombre su fe y su propia libre voluntad. Dios da tanta fortaleza que es posible soportar cualquier sufrimiento, una fortaleza mucho más fuerte que todo el poder del mundo. El poder de Dios no puede ser superado”.

Unidos al Señor

Lo trasladaron a Berlín donde en julio fue condenado a muerte y en la tarde del 9 de agosto de 1943 lo decapitaron en la prisión de Brandenburg-Görden. El mártir de la fe Franz Jägerstätter tenía 36 años. Sus últimas palabras registradas antes de la guillotina fueron: “Estoy completamente unido espiritualmente con el Señor”.
 
Papa Benecicto XVI le beatificó el año 2007 y estuvieron presentes su viuda Franziska Jägerstätter, entonces de 94 años, así como sus tres hijas: Rosalía, María y Luisa.
 
Hoy no existen países en Europa o las Américas que padezcan por una barbarie como la ideología nazi. Pero nuevas ideologías, dictaduras, igual de contrarias a los valores del Evangelio, arrasan con el alma de personas y doblegan la conciencia moral de naciones completas. En este contexto los católicos son interpelados a preguntarse si están dispuestos a seguir los pasos de Franz Jägerstätter y ser coherentes con su fe, hasta dar la vida si fuese necesario.

 

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