Congo: Sacerdotes dando la vida por defender la paz

20 de abril de 2018

"Entró en la iglesia e hirió de gravedad a un hombre, al quemarle en la espalda. Otros abrieron fuego con sus armas y vi a una mujer caer herida, sangrando por la cabeza".

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El padre Jean Nkongolo, párroco de la iglesia de Saint Dominique en Kinshasa, nunca podía imaginar que la misa dominical del pasado 31 de diciembre iba a terminar de forma tan abrupta.

Así explicó lo ocurrido ese día a la agencia France Press: “Abrí las puertas a las seis de la mañana, como de costumbre, y no vi nada extraño. Media hora después, aparecieron grupos de hombres armados, que instalaron puestos de control en las calles que conducen a la iglesia y empezaron a registrar a la gente que venía a rezar, impidiendo pasar a los que no podían mostrar sus tarjetas de elector. Me extrañó ver a varios hombres desconocidos, todos ellos vestidos con pantalón negro y camisa blanca, que se mezclaron con los fieles. Después de la comunión, el representante del Comité de los Laicos tomó el micrófono y exhortó a la gente a volver a sus casas sin participar en la marcha prevista. De repente, uno de los agentes lanzó un bote de gases lacrimógenos que entró en la iglesia e hirió de gravedad a un hombre, al quemarle en la espalda. Otros abrieron fuego con sus armas y vi a una mujer caer herida, sangrando por la cabeza”.

La “marcha prevista” de aquel día era una manifestación pacífica convocada, a la conclusión de las misas de fin de año, por la organización católica Comité Laico de Coordinación, para exigir el diálogo político en la República Democrática del Congo y el respeto a la Constitución. El Gobierno prohibió la protesta y, tras una intervención brutal, al final de ese día, soldados y policías mataron a ocho personas (siete en Kinshasa y una en Kananga), hirieron a 92 y realizaron 180 detenciones.
 
Curas testigos de la esperanza
 
A pesar de tener una enorme influencia en la vida política y social del país, o precisamente por eso, ser sacerdote significa a menudo correr serios riesgos en esta nación de 75 millones de habitantes, de los que algo más de la mitad son católicos. Los incidentes acaecidos a principios de este año en Kinshasa no son los únicos en los que miembros del clero han estado en el punto de mira de los enemigos de la paz.

En julio del año pasado, dos curas de la diócesis de Beni-Butembo, en el este, los padres Pierre Akilimali y Charles Kipasa, fueron secuestrados por hombres armados en su parroquia de Bunyuka, y hasta la fecha se desconoce su paradero. Sus nombres se añaden a los de tres religiosos asuncionistas raptados en octubre de 2012 en Mbau, a 20 kilómetros de Beni, y desaparecidos desde entonces. Otro sacerdote de la misma diócesis, Robert Masinda, fue secuestrado el 22 de enero de este año en su parroquia de Bingo y puesto en libertad al cabo de dos días.
 
También en la región de Kasai, donde un sangriento conflicto que se libra desde 2016 entre la milicia de Kamwina Nsapu y el Gobierno ha provocado más de un millón de desplazados, el seminario de la diócesis de Kananga fue atacado y saqueado por hombres armados en febrero de 2017. Por esas mismas fechas, hubo varios ataques contra algunas iglesias en Kinshasa, al mismo tiempo que aparecieron octavillas anónimas llamando a los ciudadanos a "destruir iglesias y escuelas católicas". La parroquia de Saint Dominique fue vandalizada y su sagrario apareció roto. El cardenal Monsengwo reaccionó con un comunicado en el que denunció "estos actos de violencia que pretenden sumir al país en el caos y, en particular, sabotear la misión de paz y reconciliación de la Iglesia".
 
Carta a los gobernantes

Como signo de unidad ante esta situación, el 10 de febrero pasado los sacerdotes, religiosos y religiosas de Kinshasa publicaron una carta dirigida a los gobernantes del país, en la que protestaban contra la represión:

“Si vosotros, los dirigentes, sentís la obligación de usar la violencia contra el pueblo, permitid también que el sacerdote tenga la obligación de denunciar esta barbarie. Somos conscientes de la confianza que tenéis en vuestras  para reprimir a los pobres que gritan su sufrimiento y su desolación. Pero tened la seguridad de que si vosotros tenéis las armas, Dios es quien tiene la victoria”.

Tras aconsejar a los responsables que eviten las estrategias inspiradas en el miedo, el odio y el egoísmo, les recordaron que ellos no hacen política, sino que asumen su misión profética, y denunciaron “el terror, nunca antes visto, que ha llegado incluso a desnudar en público a sacerdotes, insultarlos, brutalizarlos y secuestrarlos durante el ejercicio de sus funciones pastorales”.

Para hacer solidaridad con esta Iglesia misionera puedes colaborarles desde:

 
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Fuente: Obras MIsionales Pontificias

 

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