La ideología de género llegó a Chile

12 de junio de 2015

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El enemigo lleva mucho tiempo luchando para la disgregación intelectual, moral y social del hombre, dispuesto a grandes cambios de la mano de diversas utopías. Se ha intentado, por ejemplo, modificar el sistema de producción, pensando que así el hombre cambiaría, pero en poco tiempo los totalitarismos del siglo XX no dejaron más que un rastro de dolor y muerte. Hoy la ideología del mal, profundamente enraizada en la historia del pensamiento filosófico ilustrado europeo, sigue dentro del perímetro que podríamos definir en la fórmula de san Agustín como un “Amor sui usque ad contemtum Dei” (amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios), y se desarrolla través de distintas corrientes ideológicas que se pueden adaptar al modelo materialista. Entre ellas está la teoría de género.

Esta ideología comienza su desarrollo de la mano de grupos feministas que se forman, según algunos historiadores, hacia finales del siglo XVIII, en los tiempos de la Revolución Francesa. Estas agrupaciones podrían clasificarse en dos. Un primer grupo feminista que buscaba el reconocimiento de sus derechos a estudiar, al voto y a su participación en la vida pública. De esta manera las mujeres obtienen el derecho al voto en Inglaterra y Alemania en 1918, en Suecia en 1919, Estados Unidos en 1920, Polonia en 1923. Lo obtuvieron más tarde en España en 1931, Francia e Italia en 1945, Canadá en 1948, Japón en 1950,  México en 1953 y, finalmente en Suiza en 1971; también tuvieron un mayor acceso a la Universidad, y finalmente en la vida pública y política.

En Chile los partidos anticatólicos y de izquierda, debido a la tendencia conservadora del electorado femenino, retardaron por varias décadas la concesión del derecho al voto femenino. En 1935 se aprobó para las elecciones municipales, y recién en 1949 se concedió el derecho a voto a las mujeres para las elecciones presidenciales y parlamentarias.

Pero a mediados del siglo XX surge un segundo grupo, que podríamos denominar “feminismo radical”, que comenzó a exigir la eliminación del tradicional reparto de papeles entre varón y mujer, y a rechazar la maternidad, el matrimonio y la familia. Es aquí donde encuentra fuerza la teoría de género, sustentada en el filomarxismo. Según el profesor Michael Schooyans la ideología de género “se trata de una reinterpretación de la lucha de clases”. Engels dio una interpretación de la lucha de clases diferente de la de Marx. En efecto, de acuerdo a Marx, la lucha de clases está entre el capitalista y el proletario; mientras que para Engels la lucha es primordialmente entre el hombre y la mujer en el matrimonio monogámico. Conviene según Engels, acabar con el matrimonio monogámico, y liberar a la mujer de los cargos de la familia, de la maternidad, del marido, para que se pueda consagrar a la producción en la sociedad industrial. Así, Engels concluye que “el primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino” (Frederick Engels, “The origin of the Family, Property and the State”).

De esta manera comienzan a levantarse intelectuales cuyo trabajo es darle cuerpo a esta “doctrina”. Por ejemplo, la filósofa existencialista Simone de Beauvoir en su libro “Le Deuxième Sexe” señala que “la maternidad es una trampa utilizada en forma egoísta por los varones para privar a sus esposas de su independencia”. En efecto, toda mujer moderna debiera liberarse de las “ataduras de su naturaleza” como de las funciones maternales, y para esta liberación se recomiendan relaciones lésbicas, la práctica del aborto y el traspaso de la educación de los hijos a la sociedad. Otra intelectual, Shulamith Firestone, quien fuera discípula de Beauvoir, expresa rotundamente en su libro “The Dialectic Sex” en 1970, que “el embarazo es una atrocidad”. Un ejemplo más puede ser Herbert Marcuse, quien incitaba a experimentar todo tipo de situaciones sexuales.

El concepto “gender” o “género” comenzó a ser ideado en Estados Unidos, por el psiquiatra John Money de la Universidad John Hopkins. Money fue un experto en sexología y uno de los precedentes más influyentes de la teoría de género. En los años setenta intentó demostrar a través de un experimento la hipótesis de que el sexo depende más que nada de la forma en que una persona es educada y que el sexo biológico no tiene ninguna función relevante ni menos determinante en la configuración de la persona. Para esto utilizó a los gemelos Bruce y Brian Reimer. Bruce había tenido un accidente luego de nacer, y el doctor Money aprovechó la ocasión para transformar su cuerpo, a través de una cirugía plástica, en un cuerpo figuradamente femenino. La instrucción del doctor John Money a los padres fue criar al bebé como si fuera mujer y mantener reserva absoluta de lo sucedido. Así Bruce pasó a ser Brenda…

El procedimiento fue avanzando en estricto cumplimiento a lo indicado por el psiquiatra, junto con hormonas a las “Brenda” se veía obligada a tomar. Pero pronto en edad escolar, empezó a tener problemas de aceptación en la escuela, no eran de su gusto las faldas y posteriormente desarrolló tendencias lesbianas. Cuando la situación ya se hizo insostenible, a sus 13 años, el padre tomó la decisión de confesarle lo ocurrido. Fue así como luego de esta noticia se sometió a una posterior operación, con el objeto de volver a ser hombre a través de un proceso quirúrgico. Tomó el nombre de David, pero su vida posterior siguió siendo una tortura marcada por la intervención de John Money y finalmente en 2004 se suicidó.

La fórmula agustiniana “Amor sui usque ad contemtum Dei” lleva entonces al rechazo de la naturaleza, para así tener una liberación de cualquier presupuesto del ser, aun contra los límites que conlleva la biología. En el fondo, la teoría de género busca en último extremo negarse a ser criatura, para transformar al ser humano en su propio creador…

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