En Pontmain, Francia

Para detener la guerra la Santísima Virgen María dice a los niños: "Recen, mi Hijo se deja conmover"

22 de enero de 2016

Los aldeanos del lugar, unidos a los niños videntes obedecieron el llamado de la Santísima Virgen María. Oraron a Dios pidiendo la paz y acabó la guerra franco-prusiana.

Compartir en:



El domingo 17 de enero la Iglesia celebró el 145º aniversario de las apariciones de la Santísima Virgen María ocurridas en Pontmain, una aldea al noroeste en Francia; y el milagro que detuvo la guerra... concedido por Dios, en virtud de la mediación de la Virgen, unida a la fe de unos niños y aldeanos..

El Santuario recibió más de mil peregrinos para la misa solemne de la mañana. Miles más se sumarán durante este año del Jubileo para cruzar la puerta santa de este Santuario Mariano que ha sido fuente de paz para Europa y el mundo…
 

La imagen de la Santísima Virgen María que recibe a los peregrinos en el Santuario tiene una placa en la que se lee: "Aquí, los cielos se abrieron el 17 de enero de 1871".
 
La guerra en el horizonte de una aldea

Desde el 19 de Julio de 1870, Francia y Prusia (territorio que hoy es parte de Alemania) entran en guerra. El Kaiser Wilhelm II, adulado por sus generales que le llamaban Supremo Señor de la Guerra, ya había combatido contra Dinamarca (1865) y Austria (1866). Su ejército tenía un poderío muy superior al de Francia, que se vio obligado a  reclutar jóvenes sin experiencia militar para usarlos como primera línea de defensa. Entre ellos estaban 38 provenientes de la pequeña aldea de Pontmain. Antes de partir su párroco, el padre Guerín, los había confesado, celebrado la Santa Misa y entregado a todos la comunión.

Hacia el 16 de enero de 1871 el ejército pruso ya dominaba dos terceras partes de Francia y estaba a pocos kilómetros de la pequeña Pontmain. Al anochecer sus escasos habitantes, poco más de 500 aldeanos -mujeres, ancianos y niños en su mayoría-, estaban aterrados.

Suplicando a Dios su intervención

Al día siguiente, 17 de enero el padre Guerin, como ya venía haciéndolo desde días anteriores, conminó a los aldeanos para juntarse a rezar en la parroquia…

Desesperados y escondiendo las pocas pertenencias que tenían, temiendo ser saqueados por los soldados prusianos, pocos respondieron al llamado del párroco. Sin embargo varios de los niños del pueblo acudieron. El sacerdote animaba los ruegos encomendando a la mediación de mártires y la protección de la Santísima Virgen María a toda Francia.

Como era costumbre, iniciaron la celebración con el cántico de Saint-Brieuc: “Madre de la Esperanza/ Por tu nombre lleno de ternura/ Protege nuestra Francia/ Ruega, ruega por nosotros”. Luego oraron rezando el rosario y culminaron con la celebración de la Eucaristía. Los hermanos Barbadette -Eugène de 12 años y Joseph de 10-, conocidos por su piedad y devoción a la Virgen, habían servido de monaguillos. Finalizada la celebración se fueron a casa para ayudar a su padre, ordenando algunas cosas en el granero.
 
Sobre un granero, una Dama con estrellas
 
A eso de las 6 p.m. Eugène salía del establo cuando vio en el cielo a una hermosa Señora, en el aire, unos 6 metros por encima de la techumbre.

La Señora tenía un vestido azul oscuro cubierto de estrellas doradas, un velo negro y una corona de oro. Sus brazos extendidos como en la medalla milagrosa, pero sin los rayos.

Eugène se quedó mirándola con asombro por unos 15 minutos. Cuando su padre y su hermano Joseph salieron del establo, Eugène grito: "¡Miren allí! ¡Encima de la casa! ¿Qué ven?". Para asombro del padre y alegría de Eugène, su hermanito Joseph describió a la Señora tal cual como él la veía. Pero el padre no la vio y creyendo que se burlaban de él les ordenó con severidad que regresaran al establo a preparar el alimento de los caballos.

Un rato después, el padre observó que había tres estrellas muy brillantes en el cielo y llamando a sus hijos les dijo que salieran y mirasen de nuevo. Otra vez los niños expresaban ver a la señora y el pequeño Joseph repetía: "¡Qué bella es!, ¡Qué bella es!"  La madre, Victoria Barbadette, escuchó las voces que daba su hijo y acudió ordenándoles que se callaran porque estaban llamando la atención de los vecinos. Dudaba Victoria de lo que decían, pero conocía bien lo honestos que eran sus hijos y casi sin darse cuenta dijo en voz alta…

"Es quizás la Virgen Santísima quien se les aparece. Ya que la ven, recemos cinco padrenuestros y cinco avemarías en su honor".

Después de recitar las oraciones la madre preguntó a sus niños si aún veían la aparición. Al escuchar la confirmación se fue a buscar sus lentes y regresó también con su hermana Louise; pero como ninguna de ellas veía a la Señora, Victoria se puso inquieta y acusó a sus hijos de mentirosos, advirtiéndoles que iría a buscar a las hermanas religiosas. Al partir, y como para probarlos, les dijo: "Las hermanas son mejores que ustedes. Si ustedes ven, ellas ciertamente también verán". Pero aunque al llegar nada vieron, la hermana Vitaline que conocía muy bien a los niños sintió en su alma que había que hacer algo. Guiada por un impulso espiritual se fue entonces a casa de vecinos y les pidió que dejasen venir a sus hijas pequeñas. Cuando Francoise Richer de 11 años y Jeanne-Marie Lebosse de 9 llegaron al lugar vieron de inmediato a la Santísima Virgen María y la describieron igual que habían hecho Eugène y Joseph.

La misericordia de Dios por  mediación de la Santísima Virgen María
 

En ese momento llegó al lugar la hermana Marie Edouard y al escuchar lo que decían las niñas se fue a buscar al Padre Guerin. Al poco rato se habían congregado hasta 50 aldeanos, incluidos el párroco y las dos religiosas. Sólo los niños veían sonreír y escuchaban lo que decía la Santísima Virgen María.

Alguien propuso entonces al cura del pueblo que le hablara a la Virgen. El cura sin pensarlo dos veces les dijo lo primero que se le vino en mente: "¡Pero si no la veo! ¿Qué voy a decirle? Recemos...".

En ese mismo momento la Madre de Dios dijo a los niños: "Recen hijos míos. Dios concederá pronto lo que piden. Mi Hijo se deja conmover".

Mientras la escuchaban, los niños (contarían después) vieron formarse un óvalo brillante con reflejos azulados alrededor de la Santísima Virgen María, que sostenía a la altura de su corazón una cruz roja que tenía inscrito el Santo Nombre de Jesucristo. Al mismo tiempo miles de estrellas formaban como una base bajo los pies de la Madre de Dios.

Los niños salieron un instante de su éxtasis espiritual y transmitieron a los presentes lo que había dicho la Santísima Virgen.

Los aldeanos comenzaron entonces a suplicar a Dios que acabara la guerra y tuviera misericordia de ellos. Seguidamente, a instancias del párroco se arrodillaron, iniciando así el rezo del rosario y luego el Magnificat. A las 8:30 p.m., la gente cantó el “Ave Maris Stella”...

Los niños vieron en ese momento que la Virgen sonreía, el crucifijo desaparecía, dos pequeñas cruces aparecían sobre la Señora y  cual velo blanco, la luminosidad fue envolviéndola desde los pies hasta la corona. Alrededor de las 8:45 p.m. los niños dijeron: “Ha terminado”.

Tres días después los prusianos detuvieron su avance y se retiraron. La paz se firmó a los once días. Por eso a esta advocación de Nuestra Señora de Pontmain se la conoce como Virgen de la Oración, quien enseña que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es Misericordia, "se deja conmover".


(En la fiesta de la Purificación, 2 de febrero, 1872, el obispo Wicart de la diócesis de Laval, publicó una carta pastoral otorgando aprobación canónica a la aparición. El Papa Pío XI concedió la misa y el oficio en honor a Nuestra Señora de la Esperanza de Pontmain. La Virgen fue coronada solemnemente por el Cardenal Verdier, Arzobispo de París el 24 julio de 1934).


Fuentes: Sanctuaire de Pontmain / Vatican.va / Corazones.org/ Cari Filii.com

 

Compartir en:

Portaluz te recomienda