Era apenas una niña

"Tuve un aborto espontáneo después de haber sido violada. La verdad, es que extraño a ese bebé"

04 de marzo de 2016

Tras 25 años de silencio dar testimonio de su experiencia es un gesto de gratitud a Dios dice esta madre y esposa. "El tiempo ayuda, pero el tiempo no sana realmente, sólo la obra de Jesús en nosotros, con el tiempo puede curar nuestras heridas".

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Becky Dunlap es una valiente mujer norteamericana, esposa y madre de seis hijos, que batalla cada día con una depresión vinculada a dos experiencias traumáticas ocurridas cuando aún era una niña.
 
El pasado año 2015, tras saber del escándalo que denuncia las prácticas de Planned Parenthood, la mayor entidad abortista en Estados Unidos, Becky reflexionó si era ese el momento de hacer público lo que había estado padeciendo desde su adolescencia. En el mes de septiembre, dice, una frase leída en Facebook refiriendo a que “dolor y perdón van de la mano”, terminó por convencerla  que deseaba efectivamente testimoniar ¡cuánto extraña al bebé concebido en una violación y que perdió por aborto espontáneo!...
 
 
“… Hay cosas que nunca he contado antes.  Dios me está dando la voz y la fuerza… Él me ayuda...  Es cierto que Dios nos hace libres.
 
A los 13 años tenía una amiga que, para mí, era la mejor… Nuestras vidas más o menos giraban en torno a nuestra amistad y grupo de amigos.  Éramos inseparables.  Si yo no estaba en su casa, ella estaba en la mía.  Su madre (separada del padre de mi amiga) tuvo a su hermanito cuando estábamos en séptimo grado...
 
Aquél verano, antes del octavo grado, mi amiga se fue durante un mes a estar con su padre en otro Estado.  Una noche fui a cuidar su hermano pequeño y otro hermano chico, para que su mamá y el conviviente pudieran salir.  Alrededor de la medianoche empecé a preocuparme. Yo tenía sólo 13 años, no me gustaba la oscuridad, y era ya demasiado tarde...  Finalmente volvieron y el novio de la mamá de mi amiga dijo que me llevaba a casa. Yo vivía sobre una colina, fuera del pueblo.  Cuando llegamos, aceleró y pasó por delante de mi casa.  Le dije que se había pasado y me dijo que me callara.  Me puse a gritar, sin tener idea de dónde íbamos…  Estaba tan oscuro afuera que yo estaba aterrorizada.  Se salió de la carretera y se detuvo en un estacionamiento cerrado.  Estaba rodeado de árboles y arbustos…
 
Todavía recuerdo cada detalle. En ese momento, no estaba segura de si iba a salir viva de ahí o no. Lloré desconsoladamente y le supliqué una y otra vez que por favor me llevara a casa, repitiendo que no quería tener relaciones sexuales con él y que sólo quería volver a casa. Me dijo que me callara, que nadie podía oírme y que nadie me encontraría allí… Él era violento y yo estaba muerta de miedo.
 

 
Cuando terminó de violarme, me llevó a casa y en el camino de vuelta me dijo que no se lo contara a nadie y, que si lo hacía, se vengaría.  Me dejó en casa, me fui a la habitación de mis padres, asomé la cabeza por la puerta y dije: «Estoy en casa».  Luego me fui a mi habitación, escondí la ropa en un cajón, y... No se lo dije a mis padres… Pasarían tres meses antes de explicar nada. 
 
Era verano y pasábamos mucho tiempo con mi familia afuera en el lago, subiendo en bote, practicando esquí acuático, haciendo tubing y todos se divertían mucho.  Pensé que si les contaba algo de aquella noche terrible, arruinaría nuestra diversión y sería la ruina de mi familia. Un par de semanas después de haber sido violada, estaba con atraso de mi regla. Me preocupaba estar embarazada, pero no quería decírselo a mis padres porque sabía que se molestarían.  Un mes más tarde, todavía no me llegaba el período.
 
Fuimos con mi familia a Pensilvania a visitar a mis abuelos y parientes.  Mi amiga Crystal vino conmigo.  Cabalgamos en mi pony (con el que mis abuelos se quedaron cuando nos mudamos cuando yo tenía 10 años).  Más tarde, ese día, empecé a tener dolores de estómago y a sangrar.  Le dije a mi mamá y amiga que me había llegado el período, pero por dentro estaba aterrorizada - aterrorizada de que estuviera abortando.  Sangrando y con un dolor terrible - no como un período normal-, pensé que me había causado un aborto involuntario por haber andado en el pony… Después de ese día, el dolor disminuyó y seguí sangrando durante 14 días seguidos.  Nunca se lo dije a nadie.  De verdad no entendía lo que me había pasado, pero pensé que era mi culpa.
 
El primer día de clases de ese año, conocimos a todos nuestros maestros.  Mi profesora de inglés era una hermosa mujer, fuerte, dulce, y dijo las palabras que yo necesitaba oír.  Se puso de pie delante de la clase y nos dijo que si alguno de nosotros tenía un problema, si teníamos algo terrible que necesitábamos decirle a alguien, entonces ella nos escucharía y ayudaría. Me sentí enferma ese día -de los nervios-, pensando si algún día podría ser capaz de contar mi secreto. 
 
A un mes de haber empezado el curso, la profesora de inglés nos dio como tarea escribir un texto sobre tres deseos.  Yo escribí acerca de cómo: 1. Desearía que todos en el mundo se salvaran; 2. que nunca más hubiera guerra en el mundo; y 3. que "eso" nunca me hubiera pasado. 
 
En aquel tiempo ni siquiera sabía que se llamaba "violación" lo que me había sucedido. Yo sólo comprendía que me obligó a tener relaciones sexuales y no era correcto…
 
La espera hasta que mi profesora leyera y calificara nuestras tareas fue difícil.  Le preguntaba constantemente si lo había leído.  Finalmente, un día le entregué un papel doblado que decía: «Necesito hablar con usted en algún momento».  Ella me llamó al salón ese día y le conté todo.  Fue encantadora conmigo.  Ella lloró, me tomó la mano, escuchó, y me hizo preguntas.  Me convenció de que tenía que decírselo a mis padres…
 
Mis padres tenían el corazón roto. Rápidamente presentaron cargos.  Más tarde, esa confesión a mi profesora de inglés se convirtió en parte de la evidencia para el juicio… El hombre fue arrestado y llevado a la cárcel… El día del juicio, terminó aceptando un acuerdo con el fiscal… Finalmente permaneció menos de 8 meses en la cárcel.  Recuerdo que me sentía realmente fatal y estaba enferma y asustada cuando me topaba con él en una tienda del pueblo. Mientras, mi padre estaba absolutamente furioso…
 
A partir del décimo grado, empecé con terapia.  Como durante años no dormía bien, me gustaba leer mi Biblia y escribirle a Dios hasta altas horas de la noche.  Dios me fue fiel y lo sentía muy cerca.  Tuve esta conexión con Él a causa de mi profundo dolor.  A veces, sentía como si pudiera extender la mano y tocarlo, otras noches le rogaba a Jesús para que simplemente me abrazara… Una noche, mientras clamaba a Dios en un pequeño embalse cerca de mi casa (yo iba allí a menudo por la noche para orar y hablar con Dios), Dios me mostró una visión de Jesús en la cruz.  Pude ver su dolor y  sacrificio. Por primera vez, sentí profunda tristeza de que mi pecado se hubiera clavado ahí.  Dios me habló y me recordó que Él también murió por ese hombre que me había violado.  Esa noche, Él me ayudó a perdonar completamente a mi agresor.
 
Durante el tiempo que estuve en terapia, finalmente pude contar a mi terapeuta  la posibilidad de haber quedado embarazada por la violación y del aborto espontáneo… pero su respuesta fue muy dolorosa para mí.  Ella dijo: «Becky no hubieras querido un bebé con ese hombre, habría sido un recordatorio constante de ese monstruo.  Dios se encargó de eso por ti».  Sus palabras hirieron profundamente mi alma, porque yo adoraba a los bebés.  Dios me había hecho para anhelar y esperar convertirme en madre desde que era muy niña, así que no podía aceptar que fuera verdad que Dios había creado un niño, para luego llevárselo sólo porque yo había sido violada…
 
Años más tarde, siendo ya  madre de varios hijos, finalmente hablé con mi matrona y amiga sobre lo que había pasado: los períodos que no llegaron, el dolor, los coágulos de sangre y el sangrado prolongado.  Me confirmó que lo que había pasado seguramente había sido un aborto involuntario.

En los años que siguieron, he encontrado sanación y una esperanza que sólo podría haber venido de Jesús.  El tiempo ayuda, pero el tiempo no sana realmente, sólo la obra de Jesús en nosotros, con el tiempo puede curar nuestras heridas.  Jesús ha sido un consuelo para mí en los momentos de dolor; fortaleza, cuando he sido demasiado débil para continuar; luz cuando todo lo que veía era oscuridad; paz cuando tengo miedo; paciencia cuando intento caminar sola.  Sinceramente, no creo que pudiera haber caminado por ese valle de sombra de muerte sin Dios ahí para tomar mi mano, para decirme que podía seguir, y que me mostrara el camino.
 
En los últimos dos meses, Dios ha puesto su dedo sobre el aborto involuntario de nuevo.  Con todo el escándalo emergente de Planned Parenthood, Dios me ha mostrado que Él quiere sanarme profundamente y sobre todo en lo relacionado con el aborto involuntario.  A los 38 años de edad, después de 25 años, finalmente estoy aceptando la pérdida y el dolor que nunca me permití sentir.  Estoy permitiéndome vivir el luto que no pude llorar en aquel entonces. Pueda la gente comprenderlo o no, la verdad es que extraño a ese niño.  Quiero ser la voz de ese bebé, sobre todo después de mantener esto oculto durante todos estos años.  Aunque hoy estoy en casa con mis 6 hermosos hijos, no existe un niño que pueda sustituir a otro.  Así que todavía anhelo y deseo tener conmigo ese niño que nunca llegué a abrazar”.


Fuentes: The8dunlap.blogspot.com con traducción al español de Salvarel1.blogspot.com

 

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