Las huellas del Demonio

04 de noviembre de 2016

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Durante muchos años antes de mi inesperada y no buscada conversión tuve un demonio en mi interior; es decir, una posesión demoníaca.
 
Después de todo lo que he leído y sigo leyendo sobre demonios, creo ser un caso particular y único de posesión demoníaca. Es poco común que una persona sepa que tuvo un demonio en su interior, que tenga conocimiento cómo se desenvuelve y ataca a las personas y que tenga la vivencia del momento que es expulsado de su cuerpo. Sin duda que todo fue una gracia de Dios, quien después me llevó a escribir el libro testimonial “Desde el infierno de Ulises al cielo de Pablo” donde relato mi experiencia de vida con un demonio y mi liberación por la misericordia del Señor.
 
Desde entonces mi conocimiento sobre nuestro gran “enemigo” ha aumentado. He leído mucho al respecto y conozco sacerdotes involucrados en la batalla “directa” contra el demonio.
 
En esta columna podría hablar de Cristo y su misericordia, siendo yo un testigo de ella y en pleno convencimiento que nuestro foco en la vida debe ser Cristo. Sin embargo, Él también nos reveló la existencia del demonio y lo combatió: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto. Allí estuvo durante cuarenta días, y fue tentado por el diablo. …Acabadas las tentaciones, el diablo se alejó hasta el tiempo propicio”. (cf. Lucas 4,1-13).  
 
Lamentable, nos hemos olvidado de la existencia de este combate espiritual y hoy tenemos poco conocimiento de nuestro gran “enemigo”, incluso dentro de la Iglesia Católica, que es a la que pertenezco. Esta ignorancia de las personas sobre los demonios me conduce a que el tema de estas columnas sea denunciarlos y mostrar a los lectores su actuar en el mundo y en la historia de la humanidad.
 
Conozco un evangelizador que dice que hay tres razones por las cuales no nos gusta hablar, leer o escuchar sobre el demonio: por miedo, por ignorancia o porque tenemos negocios con él.
 
El miedo no es de Dios: (“¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”; Marcos 4,40) pero sí lo provoca el enemigo. El miedo es una emoción y el demonio puede influir en nuestras emociones.  Él quiere pasar desapercibido y nos mete miedo para que no hablemos de él. Pero no hay que temer, pues aunque el demonio es un ser espiritual superior a nosotros, el Diablo y todos los demonios fueron derrotados en la cruz, y por eso todos ellos temen al nombre de Jesús.  Por tanto si tenemos miedo es porque nos falta fe y confianza en el Señor.
 
La ignorancia sobre el demonio es grandiosa y pretendo en estas columnas mostrar a los lectores su inmensa presencia en el mundo. Parte de la ignorancia nos lleva a tener miedo del demonio, tema que ya tratamos. Otra parte, nos lleva a pensar que no existe o que a nosotros no nos ataca. Esta es la peor de las ignorancias pues no nos protegemos y quedamos a su merced. La ignorancia nos lleva también a meternos en las “patas de los caballos” y hacer lo que no es debido y pecar contra Dios. Un buen ejemplo de esta ignorancia es la cantidad de católicos que se meten en la Nueva Era, una de los tantos caminos para alejarnos de Dios y caer en las garras del demonio.
 
Tener negocios con él es estar en pecado. El que está en esta situación no le gusta que le hablen del demonio, rehúye el tema, se siente intranquilo, puede jactarse de su no existencia. En el fondo, algo instintivo lo lleva a no querer revelar su amistad o proximidad a él, muchas veces sin saber que es un amigo o soldado del príncipe de las tinieblas.
 
Amigo lector, la primera vez que leí un libro sobre demonios sentí una gran intranquilidad, que se quitó al dejar de leer el libro y después de haber rezado un rosario. Asumí que la intranquilidad venía del demonio, como efectivamente así fue. Este fenómeno volvió a repetirse, empujándome a consultar a mi director espiritual, quien me recomendó fortalecerme primero espiritualmente, y después continuar leyendo libros sobre demonios.

Seguí su consejo y el fenómeno señalado fue desapareciendo poco a poco y hoy ya no lo tengo.  Esta experiencia es común en otras personas. Esto ocurre porque al demonio no le gusta ser delatado y, por tanto, ocasionan este desasosiego en los lectores e investigadores, para que no sigan adelante en su objetivo de obtener conocimiento sobre él.
 
Si usted lector siente esta intranquilidad, tenga presente lo ya señalado. Si su desasosiego se transforma en miedo, acuérdese que el miedo no es de Dios, pero sí de su enemigo. En estas situaciones pídale al Señor: “Señor Jesús auméntanos la fe y líbranos de nuestros enemigos”.

 

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