Gianfranco Amato: "Un Estado verdaderamente laico y liberal no tiene que entrar en la cama de los ciudadanos"

22 de septiembre de 2017

En entrevista con Portaluz este jurista italiano desgrana argumentos para asentar que "la ley natural es, en definitiva, el único baluarte válido contra la arbitrariedad del poder o los engaños de la manipulación ideológica".

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Entrevista Completa. Portaluz/ El nombre de Gianfranco Amato, es ampliamente conocido en diversos foros de Europa donde se debaten leyes y políticas públicas que modelan la cultura valórica e idiosincrasia de sus pueblos.

Cuestión en debate nada menor, para un continente hoy expuesto a la distorsión de su identidad histórica, debido a ideologías liberales como la ‘de género’; sumado a una inesperada expansión demográfica de los inmigrantes musulmanes y la baja tasa de natalidad de los europeos originarios; influenciado además por la negación obtusa del ideario democrático fundado en la antropología cristiana y la validación del capitalismo hedonista, que presenta como bien al mal.

De todo ello conversa con Portaluz desde Italia el abogado Amato, académico en la Pontificia Universidad Lateranense, escritor, columnista y líder de diversas instituciones tales como la Comment on Reproductive Ethics o la Giuristi per la vita (Organización de Abogados por la Vida) de Italia, entre otras.

Gianfranco -quien visitará Chile en los próximos días (ver agenda)- no escatima argumentos al denunciar la llamada ideología de género que se basa, apunta, en la teoría gender cuyo postulado central “es la idea de que uno no es hombre o mujer conforme a su estructura anatómica, biológica y sexual, sino de acuerdo a lo que se siente. Y esta sensación puede cambiar en el tiempo. Lo que cuenta no es la evidencia objetiva sino la percepción subjetiva de la realidad”, añade.
 

Entrevista completa

Para el nazismo Mein Kampf es una obra que identifica sus postulados. Asimismo para el marxismo lo es “El Capital” o “El Manifiesto Comunista”. ¿Cuál o cuáles son las principales obras que validan y presentan la ideología de género? ¿Quiénes son en el mundo los ideólogos y quienes los promotores de la ideología de género?
Judith Butler es una filosofa post-estructuralista norteamericana que enseña en la Universidad de Berkley. Es la más inteligente y por ende la más peligrosa de los exponentes de la teoría gender. Ella acuñó el término «género performativo»: tu comportamiento crea tu género.Las ideas de la Butler y sus obras se están difundiendo de manera preocupante en la cultura y sobre todo en las universidades italianas. Su libro “Deshacer el género” se puede considerar la “Biblia” de los exponentes de la teoría gender.

Si un estado se define en su Constitución Política como laico, ¿por qué debería incorporar en sus leyes concepciones morales religiosas, respecto de qué es ser hombre y qué es ser mujer?
Ser hombre y mujer no es una concepción moral religiosa sino un elemento objetivo de la naturaleza. La diferencia de los cromosomas XX y XY, del ADN, es una cuestión biológica y no religiosa. El Estado, justamente porque es laico, tiene que legislar sobre hechos objetivos y no sobre deseos, sentimientos u opiniones de ciudadanos privados. Pensar que no hay diferencias anatómicas, biológicas, sexuales, psicológicas, cromosómicas entre hombre y mujer es simplemente una locura ideológica. No es el pensamiento el que crea la realidad sino la realidad que determina el pensamiento. Decía en la Suma Teológica Santo Tomas: «veritas adequatio rei et intellectus», o sea, la verdad es la adecuación del pensamiento a la realidad.
 
La acción política, lo público, el estado  -en Europa y las Américas- desplaza cada vez más la teología y práctica religiosa al ámbito de la reflexión académica y la esfera de lo privado.  Mirando el bien común ¿cuáles son los beneficios y cuáles las pérdidas de esta acción, de esa independencia liberal?
Esta es una pregunta muy importante. Yo creo, como Benedicto XVI, que la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional.
El beneficio del aporte del cristianismo a la función legislativa reside en la visión que nace de la ley natural. Mientras hoy en día se tiende a sustituir la verdad con el consenso, frágil y fácilmente manipulable, la fe cristiana da en cambio una contribución verdadera también en el ámbito ético-filosófico. El bien y el mal no son conceptos que pueden modificarse por mayoría en un parlamento. Como reiteraba siempre Benedicto XVI, la ley natural es la fuente de donde brotan, juntamente con los derechos fundamentales, también imperativos éticos que es preciso cumplir. En una actual ética y filosofía del derecho están muy difundidos los postulados del positivismo jurídico. En consecuencia, la legislación a veces se convierte sólo en un compromiso entre intereses diversos: se trata de transformar en derechos intereses privados o deseos que chocan con los deberes derivados de la responsabilidad social. En esta situación, conviene recordar que todo ordenamiento jurídico, tanto a nivel interno como a nivel internacional, encuentra su legitimidad, en último término, en su arraigo en la ley natural, en el mensaje ético inscrito en el mismo ser humano. La ley natural es, en definitiva, el único baluarte válido contra la arbitrariedad del poder o los engaños de la manipulación ideológica. La ley inscrita en nuestra naturaleza es la verdadera garantía ofrecida a cada uno para poder vivir libre y en el respeto a su dignidad.
Yo creo en el concepto de “sana laicidad” elaborado por Benedicto XVI, el cual implica que el Estado no considere la religión como un simple sentimiento individual, que se podría confinar al ámbito privado. Al contrario, la religión, al estar organizada también en estructuras visibles, como sucede con la Iglesia, se ha de reconocer como presencia comunitaria pública. Muchas veces la historia ha demostrado que sin Dios no hay fundamento ético suficiente. El sistema marxista, por ejemplo, donde ha gobernado no sólo ha dejado una triste herencia de destrucciones económicas y ecológicas, sino también una dolorosa opresión de las almas. Y lo mismo vemos también en Occidente, donde crece constantemente la distancia entre pobres y ricos y se produce una inquietante degradación de la dignidad personal con la droga, el alcohol y los sutiles espejismos de felicidad.
Algunos intentan excluir a Dios de todos los ámbitos de la vida, presentándolo como antagonista del hombre. Pero, como exhortaba siempre Benedicto XVI, a los cristianos nos corresponde mostrar que Dios, en cambio, es amor y quiere el bien y la felicidad de todos los hombres. Tenemos el deber de hacer comprender que la ley moral que nos ha dado, y que se nos manifiesta con la voz de la conciencia, no tiene como finalidad oprimirnos, sino librarnos del mal y hacernos felices. Se trata de mostrar que sin Dios el hombre está perdido y que excluir la religión de la vida social, en particular la marginación del cristianismo, socava las bases mismas de la convivencia humana, pues éstas antes de ser de orden social y político son de orden moral.
 
¿Cuestiona la ideología de género la fe de un cristiano o católico?
La condena de la teoría gender hoy está incluida en un documento del Magisterio de la Iglesia Católica: el punto 56 de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia de Papa Francisco. Establece textualmente: «Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo. Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños».
En realidad, no fue Papa Francisco el primer Papa que habló de la teoría gender. El primero fue Benedicto XVI – hace casi diez años– en el Discurso a la Curia romana el 22 de diciembre 2008: «Lo que con frecuencia se expresa y entiende con el término “gender”, se reduce en definitiva a la auto-emancipación del hombre de la creación y del Creador. El hombre quiere hacerse por sí sólo y disponer siempre y exclusivamente por sí solo de lo que le atañe. Pero de este modo vive contra la verdad, vive contra el Espíritu creador». Y en su discurso del 22 diciembre 2012, Benedicto XVI profundizó el tema con estas palabras: «El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, (…) cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: «Mujer no se nace, se hace» (“On ne naît pas femme, on le devient”). En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema «gender» como una nueva filosofía de la sexualidad. Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que la persona debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace a ella es evidente. La persona niega tener una naturaleza pre-establecida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no le fue dada como hecho pre-establecido, sino que es algo que él mismo debe crear. Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Dios quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, por lo que ahora debemos ser nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza».
 
La homosexualidad y el lesbianismo, en sus diversas expresiones, son una realidad que viven miles de ciudadanos de cada país. También es real que -independiente de las causas y siempre hablando de ciudadanos legalmente mayores de edad- existen personas transexuales, bisexuales, intersexuales y muchas otras variantes de la afectividad y sexualidad humana. En su opinión, ¿tienen derecho al matrimonio?
La familia es la sociedad natural fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer. La familia non es el fruto de un sistema jurídico, de un particular periodo histórico, de una moda, de una concepción filosófica, ni tampoco de una doctrina religiosa. Es un dato objetivo de la naturaleza que precede cronológica y ontológicamente al Estado. Por eso la familia no puede estar sujeta a ningún Parlamento. No puede ser manipulada o modificada a través de la ley. Por eso se dice que la familia es un dato “pre-jurídico” y “pre-político”. Forma parte de la estructura natural del ser humano. De ahí resulta que no se pueda hablar de familia y matrimonio entre personas del mismo sexo. Estas personas son libres de convivir como quieran, pero no pueden pretender modificar la realidad.
 

¿Tienen derecho a la adopción?
No, simplemente porque el derecho de un niño a tener un papá y una mamá prevalece sobre el antojo de dos adultos. La presencia complementaria de las figuras masculina y femenina constituye una condición esencial y fundamental del desarrollo psico-físico pleno y armonioso del niño. No existe el derecho a tener hijos.
 

¿Tienen derecho a leyes que les validen como iguales respecto de los heterosexuales?
Las constituciones de los Estados democráticos ya establecen que todos los ciudadanos tienen la misma dignidad social y son iguales ante la ley, sin distinción de sexo, raza, lengua, religión, opiniones políticas ni circunstancias personas y sociales. No hay necesidad de otras leyes para reafirmar este principio.
 
Hasta hoy la ciencia no ha descubierto un gen que sea la causa de la homosexualidad y tampoco ha descubierto un gen que sea la causa de la heterosexualidad ¿Son homosexuales o lesbianas y heterosexuales ciudadanos con igualdad de derechos y deberes?
El primer párrafo del primer artículo de la Constitución chilena (por ejemplo) ya establece que «Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos». Las preferencias sexuales personales y privadas de los ciudadanos no pueden ser relevantes desde el punto de vista jurídico. Un Estado verdaderamente laico y liberal no tiene que entrar en la cama de los ciudadanos u ocuparse de lo que los ciudadanos hagan bajo las sábanas. Son asuntos privados.

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