"Yo pensaba que me iba morir y me iba a ir al infierno", confidencia un ex traficante de drogas

29 de septiembre de 2017

El testigo de este relato -difundido por H&M TV- nació en Puerto Rico y con catorce años emigró a los Estados Unidos… "entré en un mundo oscuro, un mundo de tiniebla", sincera.

Compartir en:



Raúl Santiago nació en las montañas de Puerto Rico -isla que hace décadas recibió la visita de “Vuestra Madre” y asolada el año 2017 por el Huracán María- en una zona rural en la que la mayoría de su población es católica. “Éramos católicos por tradición. Tan pronto como nacías te bautizaban. Te criabas en ese ambiente. Era lo que se esperaba. Había mucho respeto a Dios, a los sacerdotes y a las figuras religiosas, pero el conocimiento de la fe era bastante pobre”, narra Raúl recordando su tierra -azotada por el desastre- iniciando así el periplo de este relato que también puedes conocer en el siguiente video...

 


Su padre trabajaba por temporadas en Estados Unidos y cuando Raúl cumplió 14 años toda la familia emigró a Connecticut. Raúl siendo algo tímido y con pocas aptitudes para asimilar un nuevo idioma, sufría en esa tierra ajena. Tardó cinco años en lograr comunicarse en inglés, pero antes de ello ya había abandonado los estudios. La calle, las drogas, el dinero fácil lo sedujeron.  “Comenzamos fumando cigarrillos, después a beber, después a hacer más maldades… Cerca de los dieciocho años, nos metimos en cosas más fuertes. Fue el encuentro con el mundo de las drogas y el vicio. Estaba buscando ser alguien que yo no podía ser cuando estaba sobrio”, reconoce haciendo memoria de aquél tiempo cuando escondía sus miedos y frustraciones consumiendo marihuana… “Eso lo pude descubrir más tarde pero, en ese tiempo, la razón por la que las drogas me atraían tanto era porque, cuando yo consumía drogas, podía ser el superhéroe que yo soñaba ser”.

Una noche de pánico

Ser parte del negocio fue un paso  casi natural, como también derivar hacia el consumo de drogas duras. Tres años traficando hasta una noche de pánico, de palpar el mal que lo acorralaba y luego, una salida. Atendiendo al negocio, había gestionado una libra (alrededor de medio kilo) de marihuana para vender; aunque también deseaba probar previamente la mercancía, cuenta Raúl. Pero no alcanzó a fumar ni una ‘calada’, pues nada más entrar al coche del amigo que lo acompañaba, algo racionalmente inexplicable ocurrió…

“Empecé a ver cosas, entré en otro mundo. No había tomado ácido ni LSD esa noche, pero entré en un mundo oscuro, de tiniebla. Me acuerdo que mi compañero me decía: «Maza, ¿quieres ir aquí?» Y me comenzó como un pánico, horrible. Yo decía: «No, no». Me seguía diciendo: «¿Quieres ir a ver a las muchachas?» …Y todo lo que él me proponía hacer era un pánico horrible, un miedo terrible que yo nunca había experimentado. Llegó el punto en el que mi amigo se cansó: «¿Pues qué voy a hacer yo?» «Llévame a mi casa», le dije… «¿Y la marihuana?» «¡Llévatela!», le respondí”.

“Tienes que volver”

En lugar de entrar a casa, Raúl deambuló por la ciudad. Perdido en sus delirios recordaba la infancia en flashes de imágenes: su Primera Comunión, la historia de Adán y Eva, la fruta prohibida, se mezclaban con su presente y escuchaba una voz acusadora decirle… “las drogas que estaba tomando eran la fruta prohibida”. Atormentado por el miedo y sin mucha conciencia se quitó la camisa mientras continuaba caminando. Recuerda que esa voz trataba de alejarle lo más posible, empujándole a vagar en dirección a la autopista. Pero otra voz a quien obedeció comenzó a decirle: «Tienes que volver, ahora puedes volver», señala Raúl y así, “del pánico pasé a una sensación de… Me sentí como un perrito abandonado al que todo el mundo le da su patada”.
A más cerca estaba de casa recordaba su fe siendo niño y entonces, al comenzar una imprevista lluvia, en un acto casi reflejo se quitó los zapatos y luego todo el resto de su ropa. “Estaba como a media cuadra de llegar a mi casa y sentí que estaba limpio… cuando Adán y Eva, antes de pecar, estaban desnudos y ni se daban cuenta de que lo estaban… Me quité la última pieza de ropa que tenía y, completamente desnudo, empecé a correr. Ahora sí que pude entrar a mi casa”.
 
Fue su madre quien le abrió la puerta y Raúl se arrojó en sus brazos confesando todo lo que había hecho en esos tres últimos años: “Ella no sabía qué hacer. Buscó una sábana y me arropó. Me acuerdo que estaban mis hermanitos pequeños llorando, yo estaba llorando, todo el mundo estaba llorando… Yo me sentí como un niño que acababa de nacer, nací de nuevo. Mamá me llevó al cuarto…”.

Enamorado de Jesús

Con la emoción a flor de piel la madre de Raúl culpaba de todo a las malas amistades del hijo, pero Raúl, con plena conciencia de su responsabilidad, le sacaba del error suplicándole lo ayudara… “Yo pensaba que me iba morir y me iba a ir al infierno. Mi mamá, aunque no iba a la iglesia, tenía su rosario. Fue y se buscó el rosario y empezó a rezarlo. Me acostó en la cama, y pude quedarme dormido».

Pasaron los meses, vivió una temporada en Miami, regresó a Connecticut y continuó su proceso de sanación espiritual acudiendo con regularidad a la Iglesia, a los sacramentos, restableciendo vínculo de oración con Dios, leyendo la Sagrada Escritura, fortaleciendo su esperanza participando de la Renovación Carismática, encontrando en Dios el sentido y orden que había perdido. “Yo quería más, tenía un hambre por las cosas de Dios... Era como una esponja seca que debía empaparse. En cuestión como de dos años yo aprendí más de la fe que en toda mi vida… Y me entregué al Señor. Me enamoré del Señor, de Jesús”.

 

Compartir en:

Portaluz te recomienda