Esos valientes testigos anónimos del amor de Dios que hacen de sus almas el mejor pesebre de Navidad

22 de diciembre de 2017

"No hay nada que dé más paz que Dios, no hay nada que dé más alegría que Dios, no hay nada que llene más plenamente que Dios"

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Cada uno de nosotros compone su propia sinfonía. Itzhak Perlman, violinista Israelí, afligido de polio desde que era niño, sube al escenario para dar un grandioso concierto en Nueva York, una obra sinfónica que deja sin voz al mundo, un concierto sin precedentes… La toca con solo tres cuerdas. Una lección de resistencia. Perlman recompuso los sonidos de la cuerda faltante que estalló por los aires en medio de la ejecución del concierto. En la vida hay que afrontar las dificultades que llegan como tsunami inesperado, implacables. Es lo que enseñan los testimonios que el semanario Alfa y Omega difunde esta semana del empresario Ignacio –Nacho- Llorente y el policía Eduardo Rodríguez, “Spiderman”. Hombres de fe firme, valientes en la batalla, sencillos y directos para comunicar la ternura de Dios…
 
“Quiero que os tropecéis con Dios”

Ignacio Llorente es un ejecutivo reconocido en el mundo financiero y el educativo, director de Relaciones Institucionales del Instituto de Estudios Bursátiles de España. En noviembre de 2016, le diagnosticaron un tumor cerebral: glioblastoma parietal izquierdo grado 4, uno de los peores. Le advirtieron que sólo lograría tras tratamiento una supervivencia de entre seis y 18 meses.

Aquél tratamiento significó extirparle cerca del 90 %, dejando una parte residual de muy difícil acceso. Radioterapia y quimioterapia habían contenido el tumor hasta fechas recientes. Pero se reactivó, creciendo hacia dentro, hasta la parte del cerebro vinculada a las habilidades motrices.

“Nacho” (imagen adjunta) dispuso que el tiempo que le quedaba sería un regalo para dar testimonio de fe... “Sencillamente no quiero quedarme pasivamente esperando a ver qué pasa”, decía. Durante estos meses no dejó indiferente a círculos profesionales, amigos y a todo aquel con quien se tropezó en el camino. Dedicó su último año de vida a “hablar de Dios con la boca llena”, proclamaba orgulloso.

“Aunque pueda sorprenderos y vaya contra toda la lógica, estoy en el momento más pleno y feliz de mi vida. No me cabe la alegría en el pecho. Lo daría todo para que me entendierais. Lo único que de verdad tiene sentido en mi vida es el amor a Dios y mis ansias de irme al cielo a gozar con Él eternamente”, señalaba. A Nacho la batalla de la vida le robó la salud, pero no las ganas de contarle al mundo que “aún así merece la pena”. Alguien se dirigió a él en público como un “auténtico novio de la muerte”. Desde luego la afrontó con la confianza de aquellos que encuentran en la fe, la esperanza de otra vida, seguros de ver a Dios cara a cara. Un plus de espiritualidad en estos tiempos de guerra… “Soy consciente de que podéis entenderme o no, de que podéis compartir estos sentimientos o no, de que os puedan resultar lógicos estos planteamientos o no, e incluso podéis pensar que se me ha ido la olla. ¿A cuento de qué tengo que hablaros de cosas que nunca habíamos hablado? No lo sé muy bien, pero tengo esa necesidad… Mi deseo ardiente es que a través de mí os tropezarais con Dios, que es lo único importante. No se puede violentar la libertad de nadie, pero rezar sí se puede, confiar en la gente sí se puede, pedirle a Dios que remueva vuestro corazón sí se puede y quereros a cada uno sin decíroslo, sí se puede”, proclamaba Nacho...

Nacho tenía prisa en amar a Dios, intentando darle un lugar relevante en nuestras vidas y así lo dejó plasmado: “Perdonadme mi audacia. Todo esto os sonará rarísimo, os insisto, me queda muy poco tiempo y como sabéis soy poco paciente. No quiero forzar nada, no quiero precipitar nada y menos todavía desasosegaros. Entiendo que hablar de Dios, de la muerte, no es un tema fácil, que puede generar mucha perturbación, pero no hay nada que dé más paz que Dios, no hay nada que dé más alegría que Dios, no hay nada que llene más plenamente que Dios”.

El pasado 14 de diciembre, Nacho llegó por fin a su cita más importante. Se fue feliz a estar con Dios.
 
Spiderman habla andaluz
 
Es Spiderman, pero de verdad. Quizá el único detalle sospechoso es que a veces se le escapa un pequeño acento andaluz. Pero cuando los niños, en su habitación de la planta de oncología de cualquier hospital de España ven entrar por la puerta –y alguna vez incluso por la ventana– a su superhéroe favorito, no tienen ninguna duda de que el hombre araña ha venido trepando con su telaraña por los edificios de la ciudad para llegar hasta su cama.

“Una vez me colé en una habitación de hospital por la ventana, saltando desde la del baño. Pero cuando se enteraron en el hospital me regañaron, porque claro, si me caigo monto una buena”, recuerda el superhéroe. Eso sí, “La cara del niño y de los padres no tuvo precio”, agrega.

Su nombre real es Eduardo Rodríguez González (imagen adjunta), tiene 28 años, es malagueño, policía nacional destinado a labores de Seguridad Ciudadana en Madrid y, desde hace tres años, se enfunda el traje de Spiderman para visitar a niños enfermos de cáncer de toda España. El martes recibió el Premio ¡Buenos días Javi y Mar! de Cadena 100, que cada año reconoce la labor de héroes anónimos españoles que mejoran la vida de los demás con sus acciones.

Todo comenzó hace tres años. “Llevaba ya dos años como voluntario del hospital pediátrico de Málaga cuando vi en las noticias el vídeo de un padre americano que se disfrazó de Spiderman para visitar a su hijo, enfermo terminal. Ese hombre me inspiró para traer la idea a Madrid, me compré un traje bueno, lo más parecido posible al original, y empecé a visitar a niños enfermos de cáncer de hospitales por toda España”, cuenta Balboa. Desde entonces, el superhéroe andaluz compagina su labor como policía con el periplo de una media de un hospital a la semana. “También voy a las casas de los niños que están ya con cuidados paliativos. Eso, sí, la mayoría de las veces ya vestido como Edu. Juego con ellos y los acompaño hasta que no pueden más… y se marchan”. Aunque Spiderman también ha visitado alguna casa: “Vivían en un primer piso y el padre me puso una escalera. Entré por el balcón mientras el niño jugaba en el salón. Intento hacerlo lo más realista posible y con cuidado también, porque muchos se asustan y lloran. Pero también están los que vienen, me dan un abrazo, y empiezan a contarme sus cosas y a enseñarme los muñecos o camisetas de Spiderman que tienen en la habitación”.

El policía reconoce que este voluntariado “no es nada sencillo. Cada niño que se marcha se lleva un pedacito de mí”. Pero Eduardo no desfallece. Amigo de Pablo Ráez, el joven también malagueño que falleció tras hacer de su enfermedad una lucha para que España entera donase médula, el policía recuerda la importancia de la donación, que ahora ha hecho su causa, y recuerda que no solo hay que acordarse de los niños enfermos en Navidad. Por cierto, que Spiderman acude a la llamada de cualquier padre o de cualquier hospital, y se le puede contactar a través de su página de Facebook Spiderman y los superpelones. El hombre arácnido pondrá rápido todos sus sentidos para atravesar toda España y llegar hasta el niño que le requiera. Un superhéroe, pero de los de verdad.

 

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