Inicia el año con Dios según enseña San Miguel Arcángel y libérate de las seducciones del demonio

29 de diciembre de 2017

"Lejos de Dios el bien es un engaño", recordaba a menudo el exorcista italiano Gabriele Amorth.

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“20 cábalas para tener un buen Año Nuevo”, “The Meaning of New Year's Traditions and Rituals for Good Fortune”, “Tome nota: Cinco rituales de Año Nuevo para iniciar un exitoso 2018”, “Rituales para buscar prosperidad en Año Nuevo”, son títulos habituales de pseudo noticias que presentan en abundancia los medios de comunicación, compitiendo para captar audiencia.
 
En un desfile repetido año tras año, variopintos personajes aconsejan rituales sin mayor ética de la ignorancia cultural que propagan y con torcida conciencia respecto del riesgo espiritual que involucran tales propuestas.
 
Lejos de Dios el bien es un engaño”,  recordaba a menudo el exorcista italiano Gabriele Amorth. Precisamente el tránsito de un año a otro, suele ser una ocasión habitual donde esa máxima se prueba. También en esas horas el mal se viste de bien, el engaño de verdad. No es de extrañar  si se advierte que los textos del Antiguo Testamento -coincidiendo con escritos aún más antiguos de otras religiones y creencias- asocian al nombre Satanás una identidad fundamental: el engañador. Jesús -citado por el Evangelio de Juan en el capítulo 8- será aún más explícito al delatarlo como “homicida desde el principio”, “padre de la mentira”.
 
El católico no debe transar
 
El primer mandamiento dado por Dios a su pueblo elegido, que sería luego reiterado por Jesucristo, determina todo para un católico. Estar con Dios o ser presa del Padre de la Mentira. No hay alternativa.
 
En su libro Jesús de Nazaret, publicado el año 2007, Benedicto XVI, citando el texto de las Bienaventuranzas, refiere a esta elección cotidiana entre el bien y el mal que debe hacer el hombre. En particular cuando reflexiona respecto al consuelo  que recibirán quienes están afligidos. Esta es la aflicción de los fieles a Cristo -destaca el Papa emérito- y explica:

“Es el no conformismo con el mal, es un modo de oponerse a lo que hacen todos y que se impone al individuo como modelo de comportamiento. El mundo no soporta este tipo de resistencia, exige que se participe. Esta aflicción le parece una denuncia que se opone al aturdimiento de las conciencias. Y lo es. Por eso los afligidos se vuelven perseguidos por causa de la justicia. (...) El reino de Dios, esta es la verdadera consolación: estar bajo la protección del poder de Dios y estar seguros de su amor”.
 
Para combatir al diablo es necesario revestirse entonces con la armadura de Dios, según advierte también san Pablo en carta a los Efesios. Siglos después, el año 1750 en Portugal, mientras meditaba sobre las verdades de la fe, la carmelita Antônia d’Astonoac tuvo una visión del triunfante Arcángel San Miguel:

“El arcángel declaró que deseaba que se hicieran nueve saludos correspondientes a los nueve coros de ángeles, que consistirían en el rezo de un Padrenuestro y tres Avemarías en honor de cada uno de esos coros angélicos. A quien le rindiera este culto, prometió que un cortejo de nueve ángeles le cuidaría durante todo el transcurso de la vida siempre que se aproximara a la mesa eucarística, y después de la muerte la liberación del purgatorio para esa persona y sus familiares. La devoción cruzó fronteras, fue aprobada por muchos obispos y hasta por el santo papa Pío IX, que la enriqueció de indulgencias el 8 de agosto de 1851" (cit. Aleteia).
 
Este rosario será para ti un arma poderosa y puedes iniciar el tránsito al nuevo año recitando este Rosario de San Miguel Arcángel:
 
Sobre el crucifijo se dice:
V. Oh Dios, ven en mi ayuda.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
 Gloria al Padre…
 
Después, dejando para el final las cuatro cuentas que siguen a la medalla, se toma la primera cuenta grande del rosario y se reza el primer saludo…
 
Por la intercesión de san Miguel y el coro celestial de los serafines, que Dios Nuestro Señor prepare nuestras almas para recibir dignamente en nuestros corazones el fuego de la caridad perfecta. Amén.

Un Padrenuestro y tres Avemarías.

(se continúa…)

Por la intercesión de san Miguel y el coro celestial de los querubines, que Dios Nuestro Señor nos conceda la gracia de abandonar los caminos del pecado y seguir el camino de la perfección cristiana. Amén.

Un Padrenuestro y tres Avemarías.
 
Por la intercesión de san Miguel y el coro celestial de los tronos, que Dios Nuestro Señor derrame en nuestros corazones el verdadero y sincero espíritu de humildad. Amén.

Un Padrenuestro y tres Avemarías.
 
Por la intercesión de san Miguel y el coro celestial de dominaciones, que Dios Nuestro Señor nos conceda la gracia de controlar nuestros sentidos y así dominar nuestras pasiones. Amén.

Un Padrenuestro y tres Avemarías.
 
Por la intercesión de san Miguel y el coro celestial de potestades, que Dios Nuestro Señor proteja nuestras almas contra las asechanzas del demonio. Amén.

Un Padrenuestro y tres Avemarías.
 
Por la intercesión de san Miguel y el coro de las virtudes, que Dios Nuestro Señor nos libre de todo mal y no nos deje caer en la tentación. Amén.

Un Padrenuestro y tres Avemarías.
 
Por la intercesión de san Miguel y el coro celestial de los principados, que Dios Nuestro Señor llene nuestras almas con el verdadero espíritu de la obediencia. Amén.

Un Padrenuestro y tres Avemarías.
 
Por la intercesión de san Miguel y el coro celestial de los arcángeles, que Dios Nuestro Señor nos conceda la gracia de perseverancia final de la fe y en las buenas obras y así nos lleve a la gloria del paraíso. Amén.

Un Padrenuestro y tres Avemarías.
 
Por la intercesión de san Miguel y el coro celestial de los ángeles, que Dios Nuestro Señor nos conceda la gracia de ser protegidos por ellos durante esta vida mortal y que nos guíen a la gloria eterna. Amén.

Un Padrenuestro y tres Avemarías.
 
En las cuatro cuentas después de la medalla se reza un Padrenuestro en honor de cada uno de los siguientes ángeles: san Miguel arcángel, san Gabriel, san Rafael y el ángel de la guarda.
 
El Rosario de san Miguel se termina con las siguientes oraciones:
 
Oh glorioso Príncipe, san Miguel, jefe principal de la milicia celestial, guardián fidelísimo de las almas, vencedor eficaz de los espíritus rebeldes, fiel servidor en el palacio del Rey Divino, sois nuestro admirable guía y conductor. Vos que brilláis con excelente resplandor y con virtud sobrehumana, libradnos de todo mal. Con plena confianza recurrimos a vos. Asistidnos con vuestra afable protección; para que seamos más y más fieles al servicio de Dios, todos los días de nuestra vida.
V. Rogad por nosotros, oh glorioso san Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.
 
Oración
 
Omnipotente y Eterno Dios, os adoramos y bendecimos. En vuestra maravillosa bondad, y con el misericordioso deseo de salvar las almas del género humano, habéis escogido al glorioso arcángel san Miguel como príncipe de vuestra Iglesia. Humildemente os suplicamos, Padre celestial, que nos liberéis de nuestros enemigos. En la hora de la muerte, no permitáis que ningún espíritu maligno se nos acerque para perjudicar nuestras almas. Oh Dios y Señor nuestro, guiadnos por medio de este mismo arcángel. Enviadle que nos conduzca a la presencia de vuestra excelsa y divina majestad. Os lo pedimos por los méritos de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

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