Misionero en el Amazonas: La Iglesia no puede callar frente a los abusos de la minería en América Latina

12 de enero de 2018

Yo diría que Laudato si´ es una «hoja de ruta» muy clara: estamos luchando contra un sistema insostenible.

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Papa Francisco se encuentra a pocas horas de iniciar un nuevo viaje apostólico que -tras visitar Chile- le llevará a Perú. Su encíclica Laudato sí’ se hará carne en los testimonios de comunidades para quienes la Iglesia es su única protección ante la violencia de los poderosos. En el Amazonas peruano diversos reportajes denuncian que la minería ilegal sigue operando con absoluta impunidad y arrasando con los bosques del área, dejando a las comunidades empobrecidas por la contaminación de su hábitat originario.
 
La minería extractiva constituye una de las mayores amenazas contra el medio ambiente y las comunidades locales en el Amazonas y en el conjunto de América Latina. Pero estas empresas en ocasiones intentan lavar su imagen acercándose a la Iglesia, advierte en publicación del semanario español Alfa y Omega el sacerdote italiano Dário Bossi, coordinador de los Misioneros Combonianos en Brasil y miembro de la coordinación de la Red Iglesias y Minería.
 

Háblenos de la Red Iglesias y Minería. ¿En qué consiste y por qué en la realidad de Latinoamérica era tan importante acometer una iniciativa así?
El 28 % de la explotación minera del mundo tiene lugar en América Latina. Paralelamente, hay una proporción directa entre la intensidad de la extracción minera y la violencia y agresión a comunidades y territorios. La Iglesia no se puede quedar callada frente a esta agresión. Iglesias y Minera nació antes de la publicación de la Encíclica Laudato si’ pero sentimos una total coincidencia con sus ideas y no es una casualidad que los únicos territorios que en Laudato si’ son citados explícitamente, son los territorios de la Amazonía y la cuenca del río Congo, que son dos regiones con minerales. Es evidente la conexión entre las preocupaciones ambientales en los conflictos sociales y la minería.

¿Qué ha supuesto para vuestra red, para el trabajo de base de Iglesia que lleváis a cabo en esta red, la publicación de Laudato Si? ¿Diría que hay un apoyo directo del Vaticano o del Papa Francisco?
…La encíclica es histórica, porque sus fuentes son las conferencias episcopales, los obispos, los territorios de base y hay también citas de otras experiencias religiosas. Es una encíclica que recoge el trabajo e inspiración, preguntas e investigaciones que vienen de los territorios. Y eso lo podemos confirmar. Necesitábamos ver nuestras luchas y esfuerzos plasmados en un documento y, de alguna manera, consagrados por una posición oficial de la Iglesia. Cuando lo vimos y en una encíclica, nos dio mucho aliento. El Papa lo dijo con una radicalidad inesperada, con una fuerza que incluso nos sorprendió. La leímos varias veces en pocos días para hacerla nuestra. En varios territorios la estamos volviendo a trabajar junto a las poblaciones y comunidades. Nos parece que Laudato si’ muestra exactamente cómo las violencias en los territorios están interconectadas, y cómo no se puede aislar el trabajo, en nuestro caso frente a la minería, frente a los conflictos de la tierra, latifundios, la agresión forestal, la cuestión climática, la defensa del agua, la cuestión de la autodeterminación de las comunidades tradicionales y sus territorios. Es una encíclica que muestra que en verdad todo esta interconectado. Y que por tanto confirma también la importancia de trabajar en red.
 
¿Cómo funciona el lavado de cara en relación a las Iglesias y las empresas mineras que operan en América Latina?
 


Las empresas necesitan licencia social. Es decir, junto al riesgo económico, por ejemplo, a que haya un accidente, o se agoten sus recursos naturales, las empresas saben que existe un riesgo social y el principal es que la población se oponga a sus iniciativas… Las empresas comprenden que uno de los actores que puede ayudarles a disminuir ese riesgo social son las Iglesias, no solamente la católica, por su fuerte credibilidad… Por eso, acercarse a las iglesias, significa, de alguna manera, limpiar la imagen, hacer un trabajo de maquillaje, que permita reposicionar  su marca, su logo e imagen en la sociedad. Las empresas mineras saben que donde se pongan habrá conflicto, porque lo que ellos hacen no es algo natural (ver imagen superior), no es algo que se espera de un territorio. Es una violencia que se hace a la tierra y a un territorio bajo unas condiciones y las condiciones con las que ellos negocian, lo que ofrecen son condiciones de interés, de ganancia, trabajo y de desarrollo. Pero estas condiciones las negocian junto a otros impactos, que son impactos sobre la salud y el medioambiente, el futuro de un territorio, la seguridad de una población, el futuro, la permanencia y el enraizamiento en un territorio. La empresa obliga a la comunidad a hacer un balance y tomar decisiones. Nosotros decimos que lo que ofrecen las empresas son alternativas diabólicas. Porque ¿cómo puede alguien decidir si es más importante el trabajo o la salud? ¿Comer o tener agua limpia?  Nadie debería estar obligado a escoger entre esas dos cosas… Las iglesias, por supuesto la Iglesia católica, por su vocación, tiene que escoger el lado de los más débiles, vulnerables y de quienes son amenazados... Conociendo todo este contexto y la historia de muchos territorios, nuestra misión hoy es ayudar a la Iglesia a comprender el riesgo grande de ponerse en medio. Y la misión esencial, como decía el Papa Francisco cuando escribió en 2015 a las víctimas, es escuchar el grito de los afectados. Este es el punto de partida de la Iglesia. Es toda una cuestión compleja. (…)
 
¿Contra quién estamos luchando?
Como dice Laudato si’, éste sistema es insostenible y es una economía de muerte. Infelizmente, por nuestras coyunturas temporales, hacemos cosas chiquitas, sin proponer alternativas que se puedan promover, o peor aún,  sin decir qué tipo de desmonte se puede hacer con este sistema que quitó a tantos las alternativas que ya tenían. Mucho de lo que se debe hacer ya lo sabemos: está dentro de nosotros, no está lejos, está en toda la recuperación de la «cultura del bien vivir», por tanto en otro modelo. Estamos luchando contra el reloj del tiempo, contra la urgencia de poner límites que están quedándose cada vez más cercanos y es que nuestra visión se vuelve cada vez más miope. Nosotros no lo vemos, será que nuestra visión también se hace torpe. Quizá todo es fruto de la complejidad: cuando más complejo es algo, la tendencia natural es mirar lo particular, lo cercano, mi ombligo. Pero esto mata. Yo diría que Laudato si’ es una «hoja de ruta» muy clara: estamos luchando contra un sistema insostenible. Antes se decía que si decías eso era porque tenías un pensamiento ideológico comunista, pero ahora hay una encíclica la que dice que esta lucha es mucho más importante y más trascendental de lo que creíamos y necesita más cambios que los que hemos logrado hasta ahora.

 

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