Si la Virgen María no interviene, el demonio y la cocaína lo habrían matado dice un joven colombiano

09 de marzo de 2018

Fueron años en un círculo vicioso de música satánica, drogas, alcohol y vida desordenada. "Estaba muriéndome" reconoce Juan David Tatis en diálogo con Portaluz.

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Austeridad, orden, respeto, amor a Dios y sus semejantes, fe, fueron parte de la identidad espiritual que el colombiano Juan David Tatis González reconoce haber recibido de su abuelita; quien lo acogió desde los 2 años de edad, tras la separación de sus padres.
 
Con el paso de los años aquél sello de formación sería apenas un recuerdo... Para el adolescente Juan David su natal Bogotá ya no era la ciudad luminosa de aquellos años inocentes, cuando con tan solo cuatro años de vida pasaba tardes enteras diseñando y armando una batería hecha de cacerolas viejas o con cualesquier otro remedo de instrumento musical a los cuales sacaba rítmicos sonidos que todos sus vecinos celebraban.
 
¿Cómo se coló la rebeldía, el descontrol, las pasiones que estancaron su desarrollo y le alejaron del vínculo con Dios? Hoy, con 29 años de edad, mientras desgrana su testimonio para Portaluz recuerda que incluso estando atrapado por una dinámica no sana, era consciente de la acción del demonio: “Yo vi, sentí ese espíritu, esa atmósfera súper oscura, sabía que eso no era de Dios…”
 
Satisfacer mis sentidos, un círculo vicioso
 
Siendo apenas un niño de 11 años le encantaba la música que escuchaba su tío. Los estudios, la familia, ya no le importaban. Pink Floyd, Deep Purple y otros pioneros del hard rock llenaban sus días y aquella pasión derivó en una banda que organizó con otros adolescentes. “El rock me fue absorbiendo, idolatraba la música y a los artistas, a los 15 años ya era rockero… pero cuando me gradúo ahí ya empieza el descontrol real” nos cuenta Juan David y comparte algunas fotos de aquellos años donde su estética y vestimenta, la extrema delgadez, el cabello largo y el maquillaje metalero trasparentan en algo lo que vivía.
 
Al finalizar el bachillerato intentó darle un rumbo a su vida, pensando estudiar música y a la vez trabajar. En definitiva los cuatro años siguientes trabajaba, sí, pero el dinero obtenido apenas le duraba en los bolsillos.
 
“Todos los sábados me iba de rumba y era un círculo vicioso en que no hacía nada más que satisfacer mis sentidos… Fui también conociendo bandas más pesadas con un ritmo, un mensaje, una densidad tremenda; como Sepultura, Cannibal Corpse, cosas fuertes que psíquicamente y en materia espiritual tienen componentes contrarios a la espiritualidad católica, muy contrarios. Sí, evidentemente yo estaba lejano de Dios”.
 
La ‘caspa del diablo’
 
Un eslabón tras otro fue dejándose envolver por esta cadena y también si en la temprana adolescencia había probado alguna vez algún licor y compartido ocasionalmente la marihuana, ahora se dejaba seducir sin resistencias. La tentación del polvo blanco -perico, caspa del diablo, cocaína o como le llames-,  no tardó en penetrar su narices, bombardeando neuronas. “La primera vez que la probé me fascinó y yo dije uy qué locura. Luego me dije: esto está mal. Yo vi, sentí ese espíritu esa atmósfera súper oscura, sabía que eso no era de Dios”.
 
Pero le resultó imposible resistir esa rápida autopista de estímulos, euforia-pseudo lucidez-locuacidad, que provocaba el inhalar; aunque supiera que la bajada era amarga y demandaría una nueva dosis. “Fue terrible… es un veneno. Esto es lo más tétrico y fuerte de mi vida porque consumía cocaína cada vez más seguido. También llevé a que otros consumieran; chicas que se metían en la rumba con uno y después terminaban haciendo lo que uno hace.  Me arrepiento de muchas cosas que hice”.
 
Todo lo que ganaba en ocasionales trabajos lo gastaba noche tras noche, dice, emborrachándose y drogándose. “Los recitales y la vida desordenada hicieron eclosión hasta que un día, comencé a ver blanco todo y la respiración se me fue. Sentí que mi cuerpo se quedaba como frío y como si yo me saliera de mi mismo, me estaba muriendo. De pronto recuerdo una voz interior insinuándome: «estoy tan mal que necesito arrodillarme y rezar»…”, recuerda Juan David, confirmando haber rezado entonces un Padre Nuestro, tres Ave María y un Gloria. Claro que poco resistiría y apenas la angustia por falta de droga se hizo presente, corrió a comprar un par de gramos.
 
La Santísima Virgen toca a la puerta
 
Un domingo por la tarde estando solo en casa de la familia, Juan David se fijó en una imagen del Sagrado Corazón de Jesús que él había adornado en un altarcito para su madre. De forma espontánea, sin que fuera consciente, una presencia espiritual, de paz, le invadió. “Me arrodillé a rezar y le dije a Dios que no quería seguir llevando esa vida, que no le encontraba ningún sentido, no me satisfacía nada. Le dije: «estoy en peligro, me ofrezco a ti Señor para lo que tú quieras, si me quieres casado, sacerdote o religioso allí estaré pero por favor ven en mi auxilio»”, recuerda.
 
Al día siguiente mientras navegaba por internet aquella sensación de serenidad regresó y en la búsqueda de Google recuerda que sus dedos escribieron: ‘apariciones marianas’. Disfrutó como en sus años de niño junto a su abuela con aquellas narraciones de acontecimientos e imágenes de la Virgen. Pocos días después estando en casa de un amigo tocaron la puerta y le pidieron que fuera él a ver quién era… Y resultó ser miembros de un grupo católico que estaban difundiendo la devoción a la Virgen de Fátima. Comenzó entonces a pensar que todo aquello quizás no era simple casualidad
 
Dios renueva todas las cosas
 
Al domingo siguiente pasando frente a una iglesia de los franciscanos Juan David (ver en imagen adjunta tras su sanación) se decidió a entrar un momento. Nada más dejar atrás el atrio e ingresar se conmovió y cual niño desamparado buscó hasta encontrar una imagen de la Madre de Dios. Para mayor regalo se trataba de la advocación Nuestra Señora de los Desamparados; y confiado a ella se arrodilló para rezar. Luego caminó hacia el altar donde, para su sorpresa, estaban rezando quienes días antes habían golpeado a la puerta en casa de su amigo. Al verlo le dijeron lo evidente: “¡La Virgen lo trajo aquí!” 
 
Envuelto en esta ternura protectora el alma de Juan David fue sanando, camino a su liberación por gracia de Dios… “Después de una confesión general, de llorar mis pecados, después de ver caer esa venda que cubría mis ojos… hoy ya no puedo vivir sin rezar a diario el Rosario, leer las Sagradas Escrituras, sin formarme, como lo he venido haciendo desde mi conversión. Recibir la Santa Comunión a diario, y sobre todo el Tratado a la Verdadera Devoción de San Luis María Grignon de Montfort es una base sólida para mi vida... Quisiera decirles a todos los jóvenes sin importar el credo, sin importar la ideología, sin importar de donde nacieron, pues que se esmeren en cuidar su alma, que es donde está la verdadera batalla, que no se dejen absorber por el mundo y que se consagren a la Santísima Virgen María”.

 

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